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–¿Ya hemos llegado? – Fregando sus ojos, Catalina no paraba de insistir con la misma pregunta desde hacía dos pueblos atrás.

–Mira Catalina, que yo sé que eres pequeña y todo, ¡pero la que ha viajado al lado de una mujer que roncaba como si cantara ópera he sido yo! - Expulsaba toda la rabia interna que traía cargando todo el viaje, y de no ser por el cinturón de seguridad ya hubiera lanzado a mi hermana pequeña por la ventana.

–Ya lo sé hija, pero no es excusa para el humor que llevas. Que si empiezas así las vacaciones... mal vamos, ¡he! – Mi madre decía mientras arreglaba el cabello del más pequeño.

–Pero mamá lo peor, lo peor fue que no hablaba, no no, ella gritaba. ¡Y tanto que lo hacía! ¿Y sabéis por qué? Porque se le rompió el sonotone, que me enterao' mientras gritaba pol teléfono. –Simplemente se reían de lo que explicaba.

Llevaba nueve horas de viaje en bus, desde Madrid hasta la ciudad más cercana al pueblo donde crecí. El atardecer hacía presencia mientras pasábamos un cartel de madera el cual llevaba escrito "Bienvenidos a Villa Lura". Un poco más calmada observaba con interés a través del cristal. Sin darme cuenta me salió un suspiro. –Mira charrita que por más señoras sin sonotone que te hayas cruzado en el trayecto, lo importante es que después de siete años por fin puedes disfrutar de un rato largo de tu pueblo, tu tierra. Que yo sé que tu vida no está aquí, pero tu familia si y que la época navideña nunca es suficiente para disfrutar de la familia junta.

–Que ya lo sé abuelo. Y le doy toda la razón, desde que dejamos de venir, porque Leonor empezaba la universidad, no volví a pisar el rancho. Y solo os veía en Navidad, en casa de Lola o de María. –Mucho más calmada seguía observando pequeños cambios de aquel pueblo olvidado para algunos. Pero amado por aquellos que aprecian la naturaleza. De aquel pueblo salían las mejores cosechas. –Es una pena que solo pude venir yo. Al parecer el jefe de Ignacio no quiso otorgarle las vacaciones tan largas este año.

–Si, María nos llamó esta mañana pidiendo disculpas. – Agregó mi padre –Manolín y Marisol este verano están de campamento.

–Claro, por eso insististeis tanto para que viniera, ¿no? Para que yo cuidara de estos dos renacuajos estos meses. –Empecé a hacerles cosquillas.

–Pues mira, ahora que lo dices no nos iría nada mal un poco de ayuda. –Bromeó mi madre. – Que no, tranquila hija, los apuntamos a las actividades infantiles del pueblo, que se realizan en las mañanas. –Se apuró en responder al ver que no entendía el chiste. –A parte que hasta ahora no nos has dicho qué tal te va todo.

- ¡Ya hemos llegado! –Saltaba en su asiento la más pequeña mientras mi padre frenaba la camioneta. La rubia agradecía haber llegado, y no solo para poder descansar, sino para evitar el tema que tanto me aterraba. Me fui de la ciudad dejando currículos en tres lugares diferentes. Pidiendo al universo que al menos en uno se interesaran por mí. Quería poder trabajar de aquello que más me gustaba, la fotografía.

Al bajar me acomodé la camiseta y fui directo a la parte trasera de la camioneta para coger las maletas. –Su camioneta esta como nueva. –Escuchaba una voz gruesa que no sabía de quién provenía, mientras me dirigía hacia el resto de mi familia y al lugar de la voz.

–Muchas gracias hi...– Mi abuelo no terminó la frase porque hablé rápidamente al ver de quién se trataba.

–¡Anda! Pero si es la oveja negra. –Bajé las maletas y coloqué mis manos como jarrón. –¿No me vas a saludar? –Observé al moreno que llevaba unos tejanos y una camiseta blanca. ¡Que guapo estaba!

–¡¿Luisi?!– El muchacho me abrazarla en forma de saludo. –¿Qué haces aquí? Pensaba que ya te habías olvidado de los pobres. –Se separó para verme directo al rostro.

ARREBOL // [LUIMELIA] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora