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Amelia se colocó el sombrero antes de salir de su habitación, la charla de la noche anterior con su madre la había tranquilizado con el tema; sin embargo no quería forzar a su madre a nada y dejó que los pensamientos sobre el tema reposaran un tiempo. El viernes de esa semana se daba la fiesta del maíz en Villa Lura, una pequeña celebración donde todo era con decorado del cereal, comida y hasta bebida. Por lo que la mayoría estaría ocupados.

Después de realizar la rutina de cuidados de Max fue junto a Sebas al granero. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se había dado cuenta que el chico le hablaba.

– Amelia, te estoy hablando – bajó el sombrero de la chica para que le ponga atención.

– Perdona – rió acomodándose el sombrero.

– Te decía que esas cajas son para llevar al pueblo, que si las puedes llevar tu.

– Ah, sí, sí, no hay problema. Pero me dijo tu padre que las lleváramos primero a casa que tenía que ponerles no sé qué.

– Estás un poco perdida hoy.

– Pues la verdad es que sí – suspiró.

– Oye, que sé que no te gusta hablar del tema, pero si quieres más tarde nos vamos a tomar algo y me cuentas.

– Vale.

***

– Buenos días familia. – Luisita entraba por la cocina con su portátil en mano.

– Uy, esa cara me dice que no te despegaste de ese aparato en toda la noche – su abuelo le sirvió una taza de café.

– Está en lo correcto abuelo – dio un sorbo mirando la pantalla de su ordenador. – Sigo trabajando en lo de las fotos.

– Por cierto hija – habló su madre – De miércoles a viernes ¿te puedes quedar con los niños? Con lo del maíz no...

– Claro no hay problema, a parte si necesitais ayuda en cualquier cosa del pueblo no dudeis en avisarme.

Luisita no se había movido de su habitación en todo el día, cuando decidió descansar revisando su móvil. Sin querer entró a la galería y vio la foto que tomó a Amelia, sentada en sus piernas, con solo la bata y su sombrero, no pudo evitar sonreír al recordar la noche anterior.

La luz de sus viviendas ya se hacía presente y la morena apagó la pequeña linterna que llevaba siempre. Llegaban al camino que separaban ambos ranchos y Amelia detuvo el paso a Max. – Gracias por escucharme –miró directamente a la rubia, quien sujetaba la bicicleta con unas llantas desgastadas.

– Gracias por confiar en mí – le sonrió. La eterna tranquilidad se apoderaba en el cuerpo de ambas cuando estaban juntas y el ambiente era claro reflejo de ellas. Amelia se acercó a ella y le dió un beso en la mejilla.

–Nos vemos, Luisita.

– Amelia, estás muy distaría hoy. – Sebastiana movía la mano frente al rostro de la morena. – Te he pedido una cerveza, como no respondías. – Se encontraban sentados frente a frente en el bar de Benigna.

– Está bien –rio – puede que si esté un poco distraída.

– ¿Pensabas en lo de tu madre?

– No, estaba pensando en Luisita – sonrió. – Es que ayer estuve con ella. Aunque claro, involucra el tema de mi madre.

– ¿Cómo?

– Le conté sobre la discusión y, bueno – hizo una pequeña pausa buscando las palabras correctas – estar con ella me ayudó a aclarar algunas cosas respecto a eso.

ARREBOL // [LUIMELIA] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora