II

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- ¡Hija! Ayúdame con estas cajas.

- ¡Le paso la mochila de Ciriaco a papá y voy! -Al concluir con lo dicho fui directo a la cocina donde mi madre llamó. - ¿Dónde van? -Levanté las dos cajas con verduras y hortalizas.

-Es para Devoción, sígueme. -Salimos por la puerta de la cocina que daba al patio trasero donde había algunos árboles y plantaciones no muy grandes; nos dirigimos por un camino que daba hasta la valla que separaba ambos ranchos. Ahí se encontraba una mujer con gafas. Cabello corto y bien peinado. -Hola Devoción, aquí está lo que me pediste -con ayuda de la señora pasamos por arriba de la valla las cajas.

-Buen día Manolita. -Respondió la mujer y luego se fijó en mi -Hola, tú debes ser Luisita. Mucho gusto, soy Devoción -sonrió y me pareció muy amable.

-Sí, soy Luisi -recalqué lo último mirando a mi madre, quien no dudó en hacer una mueca por el hecho de que ya no me gustaba el apodo de "Luisita", y sabía que ella era quien más lo decía.

- ¿Está sola? ¿Quién va a ayudarle con todas estas cajas? -mi madre preocupada las señaló.

-Tranquila mujer, que me apaño sola -hizo un gesto con la mano- mi hija me iba a ayudar, pero creo que aún no ha llegado del granero.

-Devoción, yo puedo ayudarla. No me cuesta nada -ofrecí. -Ahora paso por la valla para ayudarla. -Con miedo de romper mis tejanos, me senté en la valla para luego impulsarme y pasar al otro lado. Limpiándome las manos cogí dos cajas y con una sonrisa dije -la sigo.

-Al parecer ayudar está en la genética de los Gómez. -Devoción cogió las dos cajas restantes y juntas caminamos a la vivienda. -Muchas gracias, Luisa, en serio no hacía falta. -La alegre mujer iba disminuyendo el paso.

-Si no es nada, a parte que no tengo nada que hacer. -Y no mentía -recién llegué y no hay mucho por hacer más que preparar a mis hermanos para que vayan a lo del pueblo.

-Pronto habrá un montón de cosas que hacer, la cosecha se acerca.

-Si, lo sé. Esta madrugada fui con mi abuelo a ver las tierras, en verdad echaba de menos todo esto -suspiré.

- Bueno, faltan pocas semanas para ver cómo el pueblo va a trabajar fuerte. -Llegamos a una extensión del patio que parecía un taller/ garaje; poseía un techo que se aguantaban en gruesos pilares de madera. Dejé las cajas y ayudé a dejar la que cargaba la mujer. -Ahora que estás aquí iré a buscar una canasta que me dejó Manolita, espérame que no tardo -ingresó por una puerta que daba a la parte trasera de aquella casa.

El ruido de un motor se hizo presente. Unos metros más lejos de la extensión, una camioneta con un montón de trabajadores, se detenía mientras algunos de ellos bajaban. Miraba atentamente y sin darme cuenta una caja cayó haciendo que yo lo haga también, acto que levantó arena. -Mierda, la verdura - sin levantarme amontonaba rápidamente los vegetales dentro de la caja. Entregarlos sucios era algo desagradable.

- Hola, ¿te ayudo? -levanté la vista para encontrarme con unos hermosos ojos pardos. La chica de rizos llevaba un sombrero country que le quedaba precioso. Se puso a mi altura para ayudarme con las verduras que faltaban.

-¡Ay! Si, por favor -dije rápido apartando la vista. Ella solo sonrió siguiendo con la tarea. -Gracias.

-No hay de que, ¿eres nueva por aquí? -Sentía como me miraba mientras cogía algunas verduras.

-Pues algo así -levanté la vista para mirarla- por cierto, bonito sombrero -lo señalé.

-Gracias -sonrió y lo hice de manera involuntaria. -Nunca te he visto por el pueblo.

ARREBOL // [LUIMELIA] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora