Caía la noche, y una silueta caminaba por las calles vacías entre las sobras, tan solo iluminada por la luna llena que se alzaba en una noche sin estrellas. Se dirigió hacia unos callejones y se perdió en la oscuridad.
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Se despertó de golpe, miró por la ventana y se percató que apenas empezaba a amanecer, se recogió su pelo rojizo como el fuego en un moño y se levantó de la cama. Se había despertado tarde, ya había pasado la hora en la que los gallos cantan, y tenía que arreglarse con prisa, se lavó la cara en la palangana que tenía en su habitación y se cambió el camisón por un vestido viejo que ya le quedaba algo pequeño, para comenzar sus tareas diarias.
Se dirigió a la cocina para tomar un rápido desayuno. Allí se encontró con su madre que la miraba con el ceño fruncido.
- Es tarde.- le dijo sin dejar de mirarla.
- Lo siento madre, no volverá a ocurrir.
- Te volviste a acostar tarde leyendo. ¿No es así?
Ella agachó la cabeza avergonzada.
- Cierto, madre.- dijo volviendo la a mirar.
Transformó su ceño fruncido en una cálida sonrisa.
- Ay Azahar, tú y tus libros. Sabes que no son buenos tiempos, tenemos mucho trabajo que hacer, la gente se muere de hambre y sé que es más fácil dejar volar tu imaginación y evadirte en historias, pero ahora es el momento de tener los pies en el suelo.
Asintió levemente y comenzó a desayunar el vaso de leche de cabra y el pan duro que le había dejado su madre sobre la mesa mientras esperaba a que se despertara.
No le era fácil conseguir nuevos libros, eran una familia humilde que vivía al día, aunque en los últimos tiempos cada día, cada semana, cada mes, era más dificil que el anterior, pero aún así se las arreglaba para conseguir un nuevo libro que leer y cuando no le era posible volvía a releer los que ya tenía y guardaba con cariño.
- ¿Qué libro terminaste anoche? - le preguntó su madre.
- El del Fénix.
- Te lo has leído decena de veces.
- Sí, pero nunca me canso de leerlo.
Era el primer libro que se había leído, se lo había regalado su madre cuando era aún una niña y le tenía un especial cariño. Prácticamente podía decirse que se lo sabía de memoria.
-Es un gran libro, el ave Fénix siempre resurge de sus cenizas, nunca lo olvides.
Y salió por la puerta de la cocina que dirgía al huerto.
No vivían en una gran casa ni disponían de muchas comodidades, pero ella era feliz, tan solo tenía una planta, la cocina que hacía las veces de comedor y dos habitaciones, la de sus padres y la suya propia.
Al terminar de desayunar, salió por la misma puerta que minutos antes había salido su madre y se dirigió al huerto a ayudar a su madre a regar las plantas y los frutales y a recoger los frutos que ya estaban maduros para poder venderlos en el mercado o consumirlos ellos mismos. Su padre se encontraba alimentando a los animales. La granja tampoco era demasiado grande pero tenían suficiente para comer y sobrantes para vender, aunque después de la sequía y la guerra no eran ni la mitad de lo que habían disfrutado años atrás, apenas tenían excedentes y los que tenían se vendían a un precio más bajo pues las personas de la ciudad apenas tenían dinero para llevarse un trozo de pan a la boca. Algunos animales habían muerto por una extraña enfermedad y algunos supersticiosos llegaban a pensar que era una maldición o un castigo de los dioses.

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Fuego y Cenizas
FantasiUna historia más de fantasía con algo de amor. "Dos personas destinadas a encontrarse, un enemigo en común. ¿Lograrán acabar con el mal que acecha o sucumbirán a él?"