Capítulo 30

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Flash Back

Los ojos de una pequeña niña se asomaban entre aquellos escombros. Brillaban tanto como un par de esmeraldas al sol. Acuosos y aterrados, aquellos inmensos orbes veían al hombre. La pobre niña de cabellos azabaches solamente miraba fijamente al señor Akaguro, quien en esos momentos solamente alzo ambas cejas, asombrado de la gran resistencia de la pequeña. Cinco años. A penas tenia cinco años y ya estaba en un peligro mortal. A penas tenia cinco años y ya estaba muriendo debajo de escombros, atrapada, hambrienta y seguramente sedienta. La pequeña niña miraba llena de felicidad a su salvador, mientras que con lagrimas en sus ojos no se molesto en seguir reteniendo su llanto. Los sollozos desesperados de la pequeña continuaron sonando hasta que el hombre finalmente fue capaz de deshacerse del trozo de concreto que hacia que la pequeña niña no pudiera mover la parte inferior de su cuerpo. 

El hombre tomo fuertemente a la pequeña y la levanto de sus pies. Seguramente aquella niña no tendría las fuerzas para levantarse por si sola, después de todo, estuvo cinco días privada de agua, comida, luz solar y contacto humano. Seguramente, para este punto de la narrativa se estén preguntando que se supone que paso. ¿Qué es lo que sucedió para que la pequeña haya estado atrapada tanto tiempo? ¿Cómo nadie llego a ayudarla? ¿Por qué la chiquilla estaba sola? ¿Dónde estaban? ¿Por qué había tanto caos y destrucción? 

Bueno, todo había comenzado cinco días atrás. Cinco días antes, todo Japón se encontraba normal. Llenos de felicidad. Llenos de euforia. La humanidad seguía su curso como usualmente. Entonces, la madre tierra decidió que era momento de limpiar un poco la basura. Un terremoto. 9.3 de magnitud. La tierra se movió durante cinco minutos. Los muertos aumentaron de decenas a centenas, y de centenas a miles. Más de 50,000 muertos. Un gran numero. Afortunadamente, esa pequeña niña de ojos esmeraldas y cabellos azabaches no formaba parte de las cifras. Afortunadamente, la pequeña había logrado sobrevivir. Impresionantemente nadie la había ido en su  búsqueda, ni la habían reportado que estaba aun desaparecida. Ni siquiera habían intentado mover los escombros para buscarla. 

Horas antes, el hombre hubiese apostado que no había nadie vivo ahí. Horas antes, el hombre solamente se concentraría en encontrar recursos para los desesperados que se alojaban a las afueras de la ciudad. Horas antes, el hombre diría que Japón ya no tiene esperanzas. Ya no había nada que lograra dar un sentimiento de seguridad. Nada que le dijera que las cosas volverían a ser como antes. Nada. No había nada que probara que esta crisis se fuera a terminar. Nada que demostrara que volverían a reconstruir todo lo que acababa de derrumbarse. Horas antes, el hombre había escuchado los murmullos y llantos agotados de una pequeña, la cual tenia su voz desgarrada y cansada. "Prometo portarme bien. Les prometo que me portaré bien" decía la pequeña niña mientras continuaba llorando. Horas antes, el hombre se había puesto a trabajar para sacar a aquella pequeña niña de entre las rocas, y, finalmente, después de mucho trabajo duro, había logrado abrir un camino para lograr ver el rostro de aquella pálida niña. Finalmente, después de horas, había logrado sacar a la pequeña de de aquella prisión de concreto.   

—¿Estas bien? — Pregunto Chizome mientras miraba a la pequeña. Esta intento parar de llorar, y mientras limpiaba las lagrimas de sus mejillas con sus manitas llenas de raspones, le indico al hombre que aun no estaba preparada para dejar de llorar. Era una niña pequeña después de todo. La chiquilla de aquellos inmensos y acuosos ojos verdes solamente abrazo al hombre en busca de algún tipo de ayuda y confort, la cual no había logrado tener en unos cuantos días... O años. 

[...]

La noche había llegado, y aun no estaban en los refugios a las afueras de la ciudad. Seguramente era porque Chizome había entrado demasiado en la ciudad, y más encima había pasado un gran rato intentando sacar a la pequeña de entre toda aquella basura, cosa que le tomo unas cuantas horas el hacer. 

—¿Dónde están tus padres?— Pregunto el hombre. La pequeña niña, mientras jugaba con las prendas del señor respondió ya mas calmada "Mis tíos dicen que se aburrieron de mi y se fueron a China y que su vuelo perdió el control y que no están aquí por mi culpa, pero realmente no lo sé." dijo la pequeña niña, ahora peinando los cabellos azabaches del hombre. Evidentemente, este comentario indicaba un terrible ambiente familiar en el cual se había criado la pequeña hasta el día presente, pero eso no significaba que el hombre estuviese preparado para adoptar a una pequeña niña. No estaba dispuesto a hacerse cargo de ti, y, por esa misma razón, comenzó una búsqueda por los tíos de la pequeña, o por cualquier persona que estuviera a cargo de un orfanato. Buscaba a quien sea que quitara tu custodia de sus manos. 

—Disculpe señor, ¿Cómo se llama?— Pregunto la pequeña. El hombre de cabellos azabaches alzó una ceja, y algo indeciso acerca de que tan bueno seria el dar su nombre en un momento como ese soltó un "Chizome Akaguro" entre dientes. La pequeña asintió. Estaba feliz de encontrarse con una buena persona, pero aun seguía sedienta y hambrienta, por lo que esa misma necesidad física la hizo hablar. —Señor... ¿Tiene un poco de comida o agua?— Preguntó ella. El hombre se dio un golpe mentalmente. ¿Cómo no se había acordado de darle comida? ¡Eso era lo que más le estaba preocupando mientras la niña estaba entre los escombros! ¿Por qué no le había dado comida? 

"¡Dios santo, por esa misma razón nunca seré un buen padre!" Pensó el hombre mientras dejaba de caminar. Se agacho un segundo, esperando a que la pequeña bajara de su espalda, y procedió a sacar unas cuantas cosas de su mochila. Hacia mucho frió, y las latas que tenia estaban a temperatura ambiente, por lo que no seria agradable el dárselas a comer de aquella manera. Sin mucho en que pensar, el hombre se decidió a hacer una pequeña fogata tan cerca como pudo de algunos escombros, los cuales tenían una buena resistencia, y los cuales podrían ofrecerles un buen refugio para comer y dormir un rato. Era una niña pequeña con lo que estaba lidiando, y por esa misma razón debía de ser lo suficientemente precavido respecto a necesidades biológicas inevitables. 

—Ven aquí, haremos una fogata— Hablo el hombre mientras demostraba una sonrisa cálida para calmar a la niña y tomaba su mano para guiarla correctamente. 

Seria una noche larga.     

¡Hey, Chico Sonrisas! -- Kirishima Ejirou × TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora