Hill's Mortem: Requiem For The Flaming Sword

Aquellos Que Se Mantuvieron En Pie

—¡Todo esto es tu culpa! — retumbaba la voz de Solomon por los pasillos — ¡Por ti ella nunca estuvo para mí familia! ¡La ausencia peso en mi padre, el no volvía a casa para evitar el dolor! ¡Se sumió en sus proyectos que olvidó a su propio hijo! ¡Incluso cuando me vio, solo vio a un hombre con talento en las artes mágicas! ¡Nunca más pudo reconocerme!

Su voz consumida por el odio replicaba por todo el castillo, logrando estremecer a Walter quien intentaba lidiar con las múltiples amenazas a su ser, los cuadros cercanos fungieron como sus ojos logrando percatarse de la situación y sus múltiples utilidades para él, sin pensarlo dos veces volvió a mandar a su heraldo más apto Gendel, el espíritu vengativo se levantó desde la mazmorra tras su derrota y salió disparado a la superficie dejando un rastro de bruma violeta.

—¡Ella murió sentada en la silla esperando tu regreso! ¡Nunca pudo seguir adelante con su vida! — paro de seguir apuñalándolo llorando ante la frustración al encontrarla en la mañana — ¡Todo por qué fuiste demasiado débil!

La ropa de Eastwood se manchaba de sangre, su vientre recibió bastante daño, apenas podía mantenerse en pie al estar apoyado contra la pared.

—Si, yo lo fui — respondía Alastor dolido por la abrumante noticia de su hermano — fui más débil que este pseudo gobernante, caí en su trampa y todos pagaron el precio por mi error.

Recobrando fuerzas Alastor consigo poner en pie el cuerpo de Eastwood, liberando nuevamente el fuego de su espada, Solomon pudo ver qué no tenía buenas posibilidades para lidiar con este alma.

—¡Aunque se trate de ti no me contendré! — bramó dando un corte planeando decapitar al hijo de Salandra en el acto.

—¡Altum! — recito Solomon parando a la figura de Eastwood al instante — mírate, tan indefenso, tan vulnerable, es hora que vuelvas a la senda del dolor.

Solomon se preparó para volver a apuñalar al cuerpo del Barón pelirrojo, este solo observaba como la daga volvía a hundirse en su cuerpo, el agudo dolor era seguido por una sensación de un líquido cálido escurriendo de si, poco a poco su cuerpo perdía fuerzas, las lágrimas escurrían por su rostro sin poder expresar su sufrimiento, un calvario silencioso incapaz le siguió con las interminables puñaladas y cortes, el piso rápidamente se llenó de sangre.

—Moriré, no hay remedio — pensaba Eastwood al ver cuánta sangre estaba derramada por el piso — No pude verla sonreír, yo realmente deseaba verla feliz.

Recordó que ella fue llevada por Sebastián, quien expresaba una gran devoción y pudo sentir calma en su ser, no existió odio, ni resentimiento, solo una tranquilidad al saber que ella estaría en buenas manos.

—Te encargó el resto Sebastián — transmitió su fe, esperando poder contar con él, al mismo tiempo que una daga se hundía en su cuenca del ojo derecho.

Las espadas de Efesto pasaron sin piedad alguna, sorprendiendo a Sebastián quien era testigo de la traición del más grande sirviente del Conde, pero sus espadas no cortaron nada.

—Sabia desde hace un tiempo tu pasado, siendo sincero me quedé sin palabras, nunca lo habría esperado hasta que me llegó un rumor de un sujeto que aseguraba conocerte, era un viejo guerrero que deseaba vivir sus últimos días cómodamente — con eso bastó para darle a entender que se trataba de su maestro quien lo vendió, lo cual significo un golpe duro en sus adentros — tjambién me dijo tu punto débil.

—¿Punto débil? — se cuestionaba esperando percatarse de ello antes de ver cambiada su situación, a la par que le buscaba, si éxito en ello — ¿Una debilidad? ¿Tengo algo tan poco trabajado como para ser considerado una debilidad?