6. Tocando fondo

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—Víctor está de lo más extraño —parloteé, camino de nuestra habitación, al mismo ritmo de pasos que mi amiga.

—¿Y eso?

—No sé. Se ha empeñado en que yo sienta algo cuando lo veo. ¿Sentir algo? ¡Lo acabo de conocer!

—Pues sí que es directo.

—Juro que empieza a sacarme de quicio.

Negó, risueña. Puso la mano sobre mi hombro.

—Puede que sea su modo rápido de flirteo fácil. O puede que te confunda. Se dice que tenemos un clon nuestro en otro lugar.

—¡Eso son chorradas!

—O puede que sí. Vale, olvidemos eso ahora y pongámonos a ponernos monas para la ocasión. Ya estoy soñando con meterme dentro el agua fresquita.

—O un buen cabreo si sigue sacándome de quicio.

—Si lo hace, te ayudaré a darle de hostias hasta en el carnet de identidad.

—¡Pero qué trolera! Estás demasiado ocupada con Saúl.

—O no... Y ya sabes que me mola mucho la diversión.


Respiré hondo, invocando a la desaparecida calma. No quería parecer una histérica. Pero que fuera tan directo no era precisamente lo que necesitaba. Después de Juanma, mi botoncito de alarma seguía enchufado y con ganas de soltar a los cancerberos contra quien volviera a intentar joderme. No iba a ponérselo fácil, desde luego.

Me puse el biquini verde botella que tanto me encanta. Sobre él, un vestido de algodón por encima de la rodilla, fresquito, de color gris, con motitas de un verde claro. Un poco conjuntada sí que iba.

—Ya estoy.

Bego interrumpió mis pensamientos. Había salido del cuarto de baño con mi cabeza en el otro lado. Ella había aprovechado para cambiarse cuando yo estaba metida allí, adentro. Abrí la boca de par en par. Llevaba un vestido blanco transparente de encaje con un corte hasta el muslo que se abría al andar. Con la espalda bien descotada y manga japonesa. Debajo, llevaba un biquini blanco con tanga.

—Valeeee. Es una... —Iba a decir pasada pero, ¿en serio quería ir así de provocativa? Ah... ¡Saúl! Lo olvidaba—. Estás impresionante —acabé por decir.

—¡Gracias! —Señaló hacia mi bolsa de playa—. ¿Lo llevas todo? No tardarán en venir.

—Sí. Solo me queda colocar el protector solar y dos cosillas más, y ya está.

—Guay. Los esperaremos abajo. Tal y como quedamos —ordenó, recordando que, antes de despedirnos, habíamos quedado así. Iríamos en el coche de Saúl. ¿Para qué llevar dos vehículos cuando los estacionamientos eran escasos en las zonas colindantes de las playas? ¿Playa o cala? No sé dónde iríamos al final. Eso ya no fue acordado.


Saúl estacionó en doble fila en cuanto nos vio abajo. Fue más rápido que nosotras. Volvimos a saludarnos. Fruncí los labios cuando descubrí que iría detrás con Víctor. ¡Como empezara otra vez con otra de sus teorías contrarías a, mi bendita paciencia, iba a abrir la puerta y a echarlo afuera, aunque el coche estuviera en marcha!

Alcé el mentón ligeramente antes de entrar, sentarme y pasarme el cinturón. Saúl y Bego empezaron una animada charla sobre el grupo que sonaba en la radio. Jo apretaba mis manos, con la cabeza ladeada hacia la ventanilla en busca de algo que entretenerme para no mirarle. Lo había descubierto observándome con descaro. Supongo, que a la espera de empezar una conversación. No me apetecía nada hablar.

Cupido se volvió loco (Por editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora