8. La sorpresa

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Capítulo 8.

Me considero una persona alegre.

He tenido que serlo, para ayudar a mi padre y a mi misma, pero no he tenido que serlo por obligación, sino porque desde la muerte de mamá veía a papá más triste y decaído así que desde ese momento intento minimizar la perdida alegrando nuestros días, así como él alegra los míos. Somos un equipo.

Sin embargo, estos días no he sido la personificación de la alegría humana, me siento como una estatua, manteniendo una sonrisa ridícula en el rostro cada vez que salgo con los abuelos o con Fran pero en cuanto me encierro en la habitación, la sonrisa desaparece.

Ha pasado casi una semana desde la última vez que vi a Elio. Para ser honesta, no espere extrañarlo, solo compartí con él unas cuantas veces, ¿Cómo puede hacerme falta? Incluso extraño verlo leer en su balcón durante el desayuno, extraño encontrarlo y que me reclame por haberlo espiado.

Suspiro, cerrando el libro que estaba leyendo hace un momento y dejándolo a un lado mío en la cama. Decir que estoy confundida es poco.

He estado apática estos días, lo único bueno que he hecho ha sido pintar un par de cuadros en el patio de la abuela. Pero desde la fiesta no he salido al balcón.

«No creo que este ahí»

Suelto un suspiro y me levanto de la cama. Considero en cambiarme mi camisa desgastada de los Knicks, me da pereza, amarro mi cabello en un chongo despeinado y me encamino al mueble en donde tengo mis cosas para pintar.

La luz del sol se cuela por las puertas del balcón entreabiertas, calentando la habitación. Mis pies descalzos disfrutan la sensación de la madera tibia.

Salgo al balcón y mi mirada va a el balcón frente a mí.

Está vacío.

Mi corazón se aprieta en mi pecho, ¿no está?

«¿Qué esperabas? ¿Qué estuviera esperando a que te dignaras en salir?»

Ignorando la extraña sensación en mi pecho me acomodo y comienzo a pintar cualquier cosa que se me ocurra, simplemente dejando que mi mente tome el control de mis manos. Mientras pinto mi mirada viaja a mis piernas desnudas, noto que el raspón que me hice en la fiesta está comenzando a desaparecer.

Un escalofrío me invade al recordar la fiesta.

—¿Panties de fresitas?

Grito al ver a Elio recargado contra la mesa de mi balcón, una caja de pizza y una botella de ¿vino? Sobre mi cama.

Acomodo mi camisa, cubriendo mi ropa interior —¿Qué haces aquí? En mi habitación.

Él sonríe, una sonrisa que me derrite —Creí que estabas enferma o algo, no has salido a pintar ni a desayunar al balcón desde hace un par de días. Así que decidí venir a verte.

—No tenías que molestarte. Pero, aun así, gracias.

—Ven, antes de que se enfríe la pizza— Elio me repasa de pies a cabeza —¿Quieres que te deje ponerte algo?

Me ruborice al recordar que solo llevaba mi camisa de los Knicks.

—Ya vuelvo— me adentre en el baño con un short que tome rápidamente del suelo.

Intenté lucir bien, no como un completo desastre, y sonreí para mis adentros al ver lo bien que me veía con la camisa fajada dentro del short.

Ya vestida salgo del baño, trato de ignorar la intensa mirada de Elio porque si no me volveré a ruborizar.

93 days of souvenir. (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora