capítulo treinta y nueve

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Mariangel

Le doy un sorbo a mi taza de té mientras la luz de las ventanas iluminan con resplandor la cocina. Estoy sentada en el banco de la isla a primera hora de la mañana con una sonrisa en mi cara. Sheryl ni Evan han bajado a desayunar, mientras Martha se encuentra conmigo preparando el desayuno para las personas de esta casa; incluyéndome.

Mi cabeza duele un poco, debo agradecer a la resaca por ello. En la sala de la casa todavía se encuentran varias personas ordenando todo el desorden de la fiesta, por eso estoy aquí, escondida en la isla de la cocina.

—Me duele mi cabeza —me quejo, sobando mi cien.

—Te lo advertí —dice Noha con una sonrisa de te lo dije—. Te dije que no bebieras esa botella de vino y no me hiciste caso.

—Shh —murmuro—. No hables tan alto.

El rubio no pudo añadir más, porque una exclamación desde afuera de la puerta lo detuvo.

—¡Guapura entrando! —exclaman en alto, produciendo más dolor en mi cabeza—. Tápense los ojos amigos que esta hermosura los dejará ciegos —se escucha la voz de Derrick antes de verlo aparecer por la puerta con varias bolsas en mano.

—¿Fuiste de compras? —se mofa Noha recostado en el umbral de la cocina.

—Noha, Noha —responde el crespo moviendo graciosamente su cabeza mientras pone las bolsas encima de la encimera—. Siempre con preguntas tan obvias.

—¿Trajiste lo que te pedí cariño? —cuestiona Martha, quién está picando las frutas en el granito.

—Sï, señora —responde en tono militar.

—Ya me parecía extraño que no anduvieras por aquí —expreso.

—Es que anoche tuve una larga noche —dice Deck guiñándome el ojo.

—Dime quién fue la víctima para darle mis condolencias —burla Noha.

Derrick sonríe malvado.

—Deberías preguntarle a tu hermana.

La cara divertida del moreno desaparece, trayendo un ceño fruncido y un enojo en en el rostro.

—Cállate Derrick —espeta.

—¿Qué? —levanta los hombros inocente el crespo—. Tú fruiste quién pregunto.

Noha gruñe lanzándole una mirada furiosa.

—Alguien a visto a Sheryl —continúa Deck—. Tengo un mensaje importante para esa lindura —su dedo me señala acusatorio.

—Ni idea, no la he visto desde anoche —me sincero—. Debe estar en su cuarto durmiendo.

—En su cuarto, claro —ironiza Noha sonriente.

—¿Tú sabes algo que yo no? —le cuestiono.

Él solo se limita a levantar los hombros.

—¿Alguien quiere fruta? —interroga Martha, con un plato grande con diversos tipos de frutas.

—¡Yo! —exclamo levantando la mano.

La mate del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora