capítulo treinta y dos

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Maratón 3/3

Sheryl

La noche se filtraba como un invitado en la penumbra de la habitación, adueñándose del lugar como si fuera suyo. Las sombras del ayer entraban en mi mente y se alejaban por los recuerdos del presente, del qué será, del futuro que había dictado la Luna para mí. Tan complicado y magnifico a la vez.

Nunca me hubiera imaginado estar en esta situación ni en mis sueños más locos, pero esto no era algo de mi imaginación, era algo real, algo que debía enfrentar y del que no podía escapar y salir huyendo como alma que lleva el diablo. Porque aunque quisiera o no, yo pertenecía a este mundo sobrenatural que solo había visto en la tele y series, que parecía tan lejano a la realidad, pero que era tenebrosamente tan cercano, y no nos dábamos cuenta. Había sido elegida para ser la mate de un hombre lobo, de un Alfa que de una manada poderosa de la Tierra. Y era irónico, porque yo solo era una adolescente que había salido del instituto para cursar la universidad, que ahora me parecía tan remota como las nubes del cielo. Sabía y podía reconocer ante un jurado, que no era alguien maduro, más bien la mayoría de las personas me decían que estaba loca... y yo también lo reconocía, porque era tan verdad como que el sol saldría al terminar la noche. Porque aunque la opacara las nubes y no la viéramos, sabíamos que ahí se encontraba.

Y aquí estaba yo, con aquel vestido de gala color carmesí que se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel, que dejaba al descubierto de forma elegante mi espalda, con unas delgadas mangas de encaje que recorría la porte superior del vestido y que se ajustaba en mi cintura para caer libremente en un falda rojiza, con una abertura desde la mitad del muslo de mi pierna derecha, haciendo ver mis piernas más largas de lo que eran. Se completaba con mi rostro con un poco de maquillaje ligero para ocultar las imperfecciones de mi cara y unos zapatos bajos, ya que no me gustaba andar con tacones porque me hacían ver muyyy alta, más de lo que era. Tampoco me agradaba mucho ponerme kilos de maquillaje, ni siquiera me agradaba rimarme las pestañas. Pero ahí estaba con mi mejor cara frente al espejo que revelaba mi reflejo como una luz que se filtraba desde lo lejos.

No era una mujer con una figura de espanto ni en forma de reloj de arena, lo reconocía. No tenía caderas perfectas ni una cintura de avispa. Tenía unos rollitos de más en mi cintura que había intentado bajar con ejercicio diario junto a una dieta que eliminaba de mi lista la comida chatarra y era remplazada por ensalada y muchos vasos de agua. Obviamente fracase en el intento de hacer ejercicio durante al menos una hora, ya que mi pereza siempre había sido mi segundo nombre y mi cuerpo debilucho no ayudaba, así que quedé como una cerda sudada después de los 10 minutos de estirar, y el hambre por unas papás fritas con mucha mayonesa me hicieron débil en mi dieta, ya no tengo que agregar más para tengan una idea de que pasó después.

Pero me veía hermosa en ese vestido, acentuada mi figura y me hacía sentir segura de mi misma. Además, no necesitaba un cuerpo de modelo para verme bonita y sentirme bien conmigo misma. Mi cabello castaño caía en ondulaciones por mi espalda desnuda, tapando mi piel blanca como los copos de nieve, que cada vez bajo el brillante el sol en vez de broncearse se enrojecía gradualmente, como un tomate.

Los nervios me hacían revolver las entrañas, naufragando entre mis inseguridades que había tenido ocultas durante tanto tiempo. Aún no lograba entender cómo era que podía sentir tantas emociones con el hecho de pensar al presentarse a la manada. Nunca en mi vida había experimentado lo que era el pánico escénico o timidez, siempre me había considerado una persona que no le tenía miedo a nada, ni siquiera el pasar vergüenza.

Pero ahora, sentía leves mariposas que revoloteaban dándome nauseas, pero debía controlarme. Nunca había sentido algo así, pero para toda esta la primera vez, ¿no?

La mate del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora