capítulo treinta y ocho

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Sheryl

Me remuevo entre las sábanas aún con los ojos cerrados mientras siento un fuerte agarre en mi cintura. Abro perezosamente mis párpados mientras lo primero que distingo es la luz del sol que se filtra por la gran ventana que conecta al balcón.

Escaneo con el ceño fruncido y algo confundida mi entorno al darme cuenta que no estoy en mi habitación, a la vez que casi pego un brinco cuando distingo el agarre fuerte y protector de un brazo rodeándome firmemente mi cintura desnuda. De hecho, toda mi ropa ha desparecido y me encuentro como dios me trajo al mundo.

¡MIERDA! ¡MIERDA!

¡¿Qué demonios pasó anoche?!

« Oh querida, sabes muy bien lo que paso »

Mi cabeza da vueltas y vueltas trayéndome los recuerdos de anoche, mientras un fuerte rubor se apodera de mis mejillas e intento cerrar mis piernas inmediatamente, pero una pierna enredada entre ellas me lo impide. Genial.

La respiración tranquila de Evan me produce un leve cosquilleo mientras siento su aliento en el hueco de mi cuello. Mi pecho aumenta de ritmo al subir y bajar al reconocer su cercanía.

Cierro mis ojos con fuerza, mientras mi cuerpo adquiere una posición rígida y nerviosa.

¡Necesito salir de aquí!

Con mucho cuidado intento aflojar el agarre de Evan y cuando estoy a punto de lograrlo me vuelve a estrechar contra él, haciéndome sentir su duro abdomen y trayendo de vuelta otros recuerdos de anoche mientras tocaba cada músculo marcado a la perfección. Mientras unas enormes ganas de volver a recorrerlo con mis dedos y lengua me inunda.

Quita esos impuros pensamientos de tu mente, me reprocho.

—Tú puedes Sheryl —susurro para mí.

Tomo aire antes de volver a mi misión, ser libre de los fuertes brazos de este espécimen de ojos azules.

Con suma delicadeza de mi parte logro salir de esa posición a la vez que corro mi cuerpo hacia la izquierda para librarme por completo, haciendo más énfasis en el la parte de abajo, haciendo caer con cuidado su pierna a la sábana dorada y por qué no, arrugada.

Tomo la sábana blanca que nos cubría y la utilizo para cubrir mi cuerpo mientras me pongo en pie.

Sin poder evitarlo mis ojos recorren cada centímetro de su tersa y contornada piel blanca. De nuevo un color se posa en mis mejillas mientras siento como mi cuerpo sube de temperatura con tan solo verlo.

« Concentración Sheryl. Concentración »

Cuando aparto la vista de él, encuentro en el suelo junto a la cama nuestra ropa interior. Desplazó más la mirada para distinguir que mi vestido rojo esta encima de su camisa y su traje a la par de su chimenea. Sin demora y sin perder más el tiempo la rejunto mientras dejo caer la sábana y me la coloco con prisa. Pienso en volver a ponerme el vestido, pero al levantarlo veo que se encuentra roto, mientras una escena de ayer se repite en mi cabeza.

Mi manos jalaban de su sedoso cabello mientras un jadeo brotaba de su garganta, a la vez que sus manos recorrían deseosas mis piernas por debajo de la tela, que ahora sentía que estorbaba.

La mate del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora