Cortesía del tío Vincent

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***18 de julio del 2006***

Hacía una noche fresca y llena de estrellas. La familia de Sophie tenía una casa en una pequeña población del norte, la chica había invitado a sus amigos unos días mientras que sus padres y sus hermanos pasaban unas ansiadas vacaciones en Marbella.

Divisó al coche rojo a unos cincuenta metros, hizo aspavientos para llamar su atención y fue correspondida con un breve pitido del claxon. Tras saludarse con un abrazo, Sophie amarró su brazo y lo llevó a toda prisa hacia la casa. Iban a gachas para que no les vieran a través de la puerta de cristal.

    -Estamos en el jardín. Espero que no hayas cenado –susurró.

    -Vengo muerto de hambre, Sophie –rio.

Darren había vuelto, para quedarse, de Paris donde había cursado su tercer año de universidad. Afuera, todos estaban sentados a excepción de la dueña y de Joe que servía el pescado. Entraron con sigilo, Sophie hizo un gesto para que los demás no dijeran nada. Se acercó y le tapó los ojos.

    -Madmoseille, Tannen –dijo con un perfecto acento francés.

Pegó un pequeño grito de sorpresa, Sophie no avisó de que iría a su casa. Se levantó de golpe y estrecharon sus cuerpos con una fuerza que plasmaba el anhelo contenido durante todo un año, poco a poco pasaron a un abrazo tranquilo y plácido.

En la cena, le contemplaba con discreción, parecía otro Darren totalmente diferente. La imagen que tenía de él había cambiado, su voz era mucho más grave, su mandíbula se definió y su rostro se veía más delgado, sin contar que por fin dejó ese flequillo feo y lacio atrás. La forma en la que se expresaba no tenía nada que ver con la de antes, parecía verle más tímido.

Estaba tan cerca de ser las dos de la mañana como del coma etílico de alguno. Uno se había acomodado en las hamaca quedándose profundamente dormido y otros bailaban con copa en mano al son de Crazy in Love de Beyoncé.

    -¿Has enamorado a alguna parisina?

    -Claro –alzó las cejas divertido–, ¿lo dudas? –le miró de reojo.

    -Sí –rio–. ¿Y tú te has enamorado? París es la ciudad del amor, o eso dicen.

    -Allí no hay nada de lo que me pueda enamorar, Romie.

Parecía que el tiempo se había detenido, ambos se miraban en silencio, ni siquiera la música de los borrachos de abajo era capaz de perturbar aquel momento.

    -París es un mero trámite para fortalecer un vínculo amoroso, solo eso –sujetó el cigarro con los labios, se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un llavero de la Torre Eiffel –. Toma, es una tontería.

    -Ouch, me encanta –lo cogió–, pero no hacía falta, Lev.

    -Claro que sí. Sé que te gustaba París –dijo con acento– así que qué menos que traerte algo de allí.

Se acercó y le dejó un beso en la mejilla. A continuación agarró su brazo y apoyó en él la cabeza. Darren, por su parte, le rodeó con el brazo izquierdo mientras que echaba las cenizas con el otro.

    -Ojalá ir a Francia algún día.

    -¿Para qué? Si lo mejor de Francia está aquí –Romie le miró extrañada–, le tienes delante –sonrió con superioridad.

    -Eres estúpido. Me gustaría haberte visto pedir unos macarons con esa voz tan grave que se te ha puesto, debe ser horrible.

    -Une boîte de macarons s'il vous plaît. ¿Crees que suena mal? –frunció el ceño– Yo lo escucho bien.

Cave CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora