El pronóstico de hoy iba a ser tormentoso en todos los aspectos, ni un rayo de sol haría del día hoy un poco menos feroz.
Charles se encontraba tomando un insípido café con unas galletas sin ninguna gracia, la cafetería del hospital estaba vacía, solo lo acompañaban un grupo de enfermeras quejicosas que denostaban a un doctor por interrumpirlas en su cháchara de vital importancia de la que sin duda dependía el paciente de la sala preoperacional, y tres chicos jóvenes que venían a visitar a un amigo al que al parecer tenía más alcohol que agua en su cuerpo.
-¡Tú! –exclamó con sumo enfado saliendo de la cafetería.
-Buenos días –saludó Darren–. Qué alegre te veo.
-¿Se puede saber qué haces aquí?
-He venido a sacar una entrada para el circo, me han dicho que hay una actuación de un payaso que es maravillosa –bajó ligeramente el tono de voz–, creo que se llama, ay... –chascaba los dedos intentando recordarlo–, ¡ah sí, ya me acuerdo! Se llama Charles Clarke, ¿te suena?
-¿Te crees muy gracioso, verdad?
-¿Vas a decirme algo interesante o puedo entrar ya? –miró su reloj– No quiero perder mi tiempo con idiotas.
Emprendió su paso hacia la entrada, pero Charles le amarró del brazo y lo llevó hacia él.
-¿Qué pasa, Darren? ¿Tanto te molesta que sea yo el que esté con Romie que tienes que despellejarme a mis espaldas poniéndome de mentiroso?
-¿Yo? Claro que no, lo que me molesta es que sea Romie la que esté con tremendo gilipollas –se soltó con un brusco movimiento–. Se merece algo mejor que tú.
-¿Y ese eres tú? –preguntó amenazante.
-Cualquiera es mejor que tú, ella no se merece a un embustero. ¿Acaso creías que no sabía que eras tú el que conducía? –le miraba intrigante– ¿Sabes? Le he estado vueltas al asunto y hay cosas que no me cuadran, la primera es que no entiendo por qué me mentiste, Charles. Luego, no entiendo como alguien puede tener un accidente sin implicar absolutamente a ningún otro coche, es verdad que apenas había tráfico; confirmado por la policía, pero suena un poco raro, ¿no crees? Además eras tú el que conducía, una persona con años de experiencia en la conducción... ¿once quizás?
Charles reía sin parar.
-¿Me estás acusando de haber intentado asesinar a Romie, Darren? –se acercó y le cogió de la mandíbula– Eso es de cobardes.
-No me extrañaría nada –le apartó y le empujó.
-Deberías dejar de ver series, no te sientan bien. No tendría ningún motivo para hacerle daño a Romie, es el amor de mi vida.
-Y tú deberías aprender a mentir, hijo de puta.
Charles le pegó tal puñetazo que casi se cae al suelo, sin embargo Darren se rehízo y le empujó.
-Nunca has soportado que Romie y yo fuéramos amigos, siempre fuiste un hombre celoso, egoísta y un sinvergüenza. Qué pena que se dejara engañar por dotes –escupió–.
-Pero soy el que se la follaba cada noche –bajó el tono de voz–. En el sofá, en la cama, en el coche...
Inmediatamente recibió un puñetazo que le partió la nariz, la ira que llevaban dentro se apoderó de ellos. Dos doctoras salieron a toda prisa cuando se dieron cuenta de la pelea e intentaron separarlos mientras que las enfermeras de la cafetería miraban la pelea asombradas; ya había nuevo tema de conversación. Jodie y Sophie llegaron juntas, vieron el percal y al principio no hicieron mucho caso mas cuando se fijaron bien se dieron cuenta de que aquellos dos energúmenos que discutían eran Charles y Darren, corrieron hacia ellos y los intentaron separar con ayuda de las doctoras y el vigilante de seguridad que acababa de llegar.
-Siempre fuiste su perrito faldero.
Darren arremetió contra él cogiéndole del cuello de la chaqueta y estampó su cuerpo contra el cristal.
-Cuidado con el perro, Charles –susurró en su oído–. Su olfato nunca falla.
Sophie y Jodie decidieron separarse y quedarse una con Darren y la otra con Charles, así por lo menos estarían vigilados y evitarían otra pelea.
-¿Pero tú eres tonto o qué? –voceó con sumo enfado, Sophie–. ¿Cómo se te ocurre acusarle de asesinato? –caminaba de un lado para otro.
-Ni siquiera es asesinato; Romie está viva –contestó–. ¿Puedes estarte quieta? Por favor. Me estás poniendo nervioso –bajó ligeramente el tono de voz.
-¿Cómo? –se detuvo–. ¿Qué yo te pongo nerviosa? –entrecerró los ojos– ¿En serio, Darren? ¿Lo estás diciendo de verdad? Me estás empezando a preocupar porque creo que desde el accidente se te está yendo la pinza. Solo a ti se te puede ocurrir acusar al pobre Charles de intentar matar a Romie. ¿¡Quién te crees que eres para ir diciendo esas barbaridades, eh!? ¿Sherlock Holmes o qué? Yo entiendo que quieras muchísimo a Romie; yo también la quiero, ¿sabes? Y también entiendo que te cabree que sea Charles el que está con ella y no tú aunque no lo digas –Sophie esquiva la zapatilla que Darren le lanza desde el sofá–. ¿¡Pero qué haces!?
-Interrumpirte –Sophie iba a hablar pero Darren leadelantó–. Sé que Charles tuvo algo que ver y no me digas cómo lo sé porque notengo mi puñetera idea, pero me da que aquí hay gato encerrado y te juro por loque más quieras en este mundo, que lo voy a averiguar, sea lo que sea. Y ahora,si vas a continuar gritándome me veré en la obligación de invitarte a salir demi casa
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Cave Canem
RomanceUn accidente pondrá patas arriba la vida de los Tannen y de Darren Lèvac; un joven informático que hará pagar al culpable, si es que lo hubiera, del trágico revés. Para ello contará con la ayuda de Grace Lanier y Sophie Guennes; las únicas personas...