Capítulo 25 | Mentir hiere.

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El perder a una persona que amas te deja un dolor enorme en el corazón, un vacío, tienes tanta tristeza que te cuestionas si puedes morir de ella. El día que Kayler se fue, ese día simplemente me devasté. Me quebré. Se había ido mi otra mitad. Me sentía tan, pero tan incompleta. Lo necesitaba. Lo necesita más que a nadie en este mundo. Los siguientes días fueron un caos. No salía de la habitación, lloraba a cada momento, no comía, no me reía. Solo estaba en el cuarto, sentada en una silla frente a una enorme ventana que daba al bosque, esperando.
Era lo que me quedaba. Esperar. Esperar a que volviera por mi. Esperar a que me molestara con su egocentrismo. Con sus burlas. Con su sonrisa de suficiencia. Kayler Brown era todo lo que necesitaba en este mundo, y ahora ya no está conmigo.
Pasado meses, volví a mi casa, no tenía caso seguir en la academia, no tenía caso seguir en la universidad. Me sentía fatal. Solo quería estar sola. No hablaba con nadie. Mamá y Mike ya no me decían nada porque cada vez que ellos decían algo yo solo quería que se callaran y les respondía con algún grito. Y no se lo merecían. Me sentía asqueada de mi misma, en lo que me había convertido. Porque esta no era yo. Esta no era esa Carolina Lane de hace dos años.
Anne siguió con su vida, junto con Thomas. Vienen los fines de semana pero no los recibo. El único que quiero no está. Y no sé si volverá. Es que ¿porqué me dejó? ¿Porqué se fue si me "amaba"? ¿Porqué decidió rendirse conmigo así de fácil? ¿Fui una carga para él? ¿No pudo conmigo? Sentada en una silla frente a la ventana de mi habitación que da al lago sollozo de nuevo.

—Carolina, levántate, no puedes seguir así... —mamá entra a mi habitación. Y tan solo escucharla me provoca estrés.
—Baja la voz —me dijo.

—No puedes seguir en esta situación. Tienes que salir, tienes que volver al mundo... llevas meses encerrada —se acerca a mi y me quita la sábana.
—Déjame, quiero estar sola —me giré, dándole la espalda.
—Dejaste la universidad, dejaste a tus amigos, dejaste todo —reprocha. Escucho pasos, tengo mis ojos cerrados así que no veo lo que hace, pero luego el resplandor del día me pega en la cara y hago una mueca.
—Cierra esa cortina—me puse de pie de un salto. —Carolina, voy a llevarte con la doctora Green —me dice.
—No estoy enferma —le digo. Quizá sí lo estoy, siento que en cualquier momento caeré muerta. Siento que esto no es real, siento que estoy soñando, pero es una pesadilla y que cuando despierte Kayler estará aquí a mi lado.
—La doctora Green es muy buena psicóloga.
—¿Es en serio? No, gracias. Solo quiero estar sola y... pensar.
—Has pensado mucho estos meses.
—Por favor —sentía otra vez ese nudo en la garganta. Estaba como muerta en vida. Y era una sensación tan horrible que no se la deseo a nadie.
—Carolina, nadie entiende tampoco porqué Kayler tomó esa decisión de dejarte —sentí una opresión en el pecho— pero quizás vuelva. Cuando resuelva lo que tiene por resolver. Pero volverá. Kayler no puede vivir sin ti. No pasaron tantas cosas para luego irse y no volver nunca.

Kayler cree que es el causante de todos los problemas y que yéndose hará que me dejen en paz. Y es cuando allí cuando una idea surge de mi cabeza. Hay, Dios, no puede ser que estaré a punto de hacer lo que Bella hacía. Pero quizás funcione.
Respiré profundo y me puse de pie. —¿A donde vas?
—Saldré.
Me quite mi pijama y me puse la ropa causal: converse, jeans y una sudadera. Peiné mi pelo con los dedos y me apliqué un poco de corrector en mis ojeras, para que no se notara mucho que había pasado llorando los últimos meses sin parar.
—¿Tienes las llaves de tu coche? —le pregunté a mi madre que me miraba perpleja.
—Si, ¿irás con la doctora Green?
Asentí. Una pequeña mentira.
No. Mentir es malo. Mentir destruye. Mentir hiere, por más pequeña que sea la mentira hiere, porque no importa la mentira sino el haber mentido.
—No, mamá, solo saldré un rato. Necesito despejarme.
Sacó unas llaves de su bolsillo del pantalón y me las entregó.

—Ve con cuidado.
—Nos vemos más tarde.
Salí de mi habitación, bajé las escaleras y salí de casa. La claridad del día me golpeó un poco los ojos, pero se sentía tan extraño volver a salir al mundo real otra vez. Volver a sentir ese frío del clima, ese olor a bosque, ese sonido de los pájaros, el sonido crujiente de las hojas que machucan tus pies. Se sentía bien, a pesar de todo.
Me adentré al coche de mamá y pensé muy bien en donde iría primero. Recuerdo haber visto a Rafael en la casa de campo de los Brown. Ellos tienen su territorio por ahí, así que, ¿por qué no hacerles una visita a los lobos enemigos de los Brown? No creo que se molesten.
Encendí el coche y empecé mi camino por las frías carreteras de Lewiston.

Conviviendo con el lobo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora