CAPÍTULO 7

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Blair Beckham

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Blair Beckham


Evan no me dirigió la palabra desde que me dejó en mi casa la vez que caí del lago, de hecho, no estoy segura de qué vino a clases. No lo vi los últimos días.

Es viernes, el último día de escuela para las vacaciones de navidad y el día de la fiesta a la que tendré que asistir a la fuerza. En cuanto terminé la clase de literatura, saldré huyendo de Rebeca para evitar que me obligue a acompañarla de compras, que la ayude a escoger qué abrigo combina con su vestido, los zapatos, etc. No soy la persona indicada para eso, es como si le preguntará a un vagabundo si el atuendo que lleva es correcto para una Met Gala.

—Blair, necesito de tu ayuda. —dijo la rubia de ojos verdes que está detrás de mí. Maldecí para mis adentros, tendré que inventarme una buena excusa para que se lo crea.

— ¿Para qué?

—Ya sabes, hoy es la fiesta y necesito...

—No puedo —interrumpí—, mi madre no trabajó hoy y quiere que pase el día con ella. —mentí y su rostro mostró decepción y me sentí mal por un momento.

— ¿Pero si me acompañarás a la fiesta? No quiero ir sola. —suplicó haciendo un puchero.

—No tengo de otra. —rodé los ojos. Chilló de emoción y me dio un abrazo para alejarse de mi lado.

Al terminar las clases salí decidida a buscar a Evan, comenzaría yendo a su casa y si no está ahí... no sé donde más podría estar. Salí y podría escuchar los comentarios de los chicos y chicas que hablan de la fiesta de hoy que promete ser la mejor, al parecer toda la escuela estará ahí. ¿A quién rayos se le ocurre hacer una fiesta en invierno? A Miller. El protagonista de esa fiesta, si no fuera porque quiero mucho a Rebeca no hubiera puesto un pie en ese lugar. Él me odia, yo lo odio, Rebeca odia que lo odie, estamos a mano y en perfecto balance.

Llegué a la casa de Evan, tomé aire y toqué, nadie abrió, volví a tocar. Escuché la suela de los zapatos chocar con la madera anunciándome que alguien se acercaba a la puerta. Abrió un señor de unos 40 años, el parecido con Evan es mucho, supuse que el señor frente a mí es su padre o alguien de su familia. Ahora se dé quien sacó los ojos color gris con verde. El señor claramente está ebrio, su aliento a cerveza provocó arcadas en mi estómago.

—Buenas tardes, ¿se encuentra Evan? —pregunté con una sonrisa amable y forzada.

—Agg, no lo sé. —se tambaleó mientras le daba un trago a la botella que tiene en la mano. Pensé que esto solo pasaba en las películas, al parecer no.

— ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

—No sé, no me importa. Ya vete. —cerró la puerta en mis narices.

Creo que el carácter también es de familia.

Me quedé frente al portón con mi tonta sonrisa amable que no sirvió de nada. Me giré para irme de ahí, pero antes de irme por completo decidí ir al lago, mi última opción de encontrarlo. Pasé por los arbustos arañándome el rostro y llegué al lago, miré a mis lados y encontré a Evan sentado en una roca bastante grande. Me acerqué y me posé frente a él, no dijo nada, únicamente me miro con detenimiento. Sus ojos están levemente hinchados y rojos, signos de que ha estado llorando o drogado.

A las estrellas | Sin corregirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora