CAPÍTULO 11

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Evan Walsh

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Evan Walsh

24 de diciembre

10:00 pm.

Eres un monstruo...
¡Aléjate!...

Desperté de golpe después del sueño (que más bien fue una pesadilla), miré a mis lados y estoy en un cuarto de paredes blancas; y yo estoy sobre una dura cama con una aguja atravesada sobre la piel de mi mano, cayendo en cuenta de que me encuentro en el cuarto de un hospital.

Aquí vamos de nuevo.

Maravilloso. Casi siempre tengo pesadillas y todas rondan en lo mismo; mi madre. Se podría decir que ya me acostumbre y se volvieron irrelevantes. Se abrió la puerta del cuarto dejando ver a una mujer de tez blanca, cabello corto y bata blanca.

—Evan, ¿cómo te sientes? —mencionó con una gran sonrisa.

—Bien. —mentí.

—Perfecto. Tu tía y tu padre están afuera... les diré que pasen. —asentí no muy convencido. Quise salir corriendo de la cama y encerrarme en el baño.

Salió la mujer de bata blanca para dar paso a mi tía Leila, una mujer de complexión robusta, piel clara y cabello color café oscuro. Y detrás de ella viene mi padre, a lo cual no me alegra mucho su presencia. Lo que menos quiero ver ahora son caras de preocupación o de lástima.

— ¡Evan! —llamándome por mi nombre; se acercó la mujer de cabello rizado a grandes pasos para envolverme en un abrazo—. ¿Te sientes bien? ¿Estás bien?

—Sí. —dije sin mucha fuerza. Mi cerebro se prepara para el interrogatorio al que me someterán en tres, dos, uno...

— ¿Por qué lo hiciste? —sus labios están en línea, su expresión muestra preocupación y consternación. Sus ojos viajan hacia los míos como si al verlos encontrará alguna respuesta que no puedo darle.

—Quería saber de qué color era mi sangre —dije con sarcasmo—, y no es azul. No soy un príncipe como me dijiste cuando tenía seis años. —ironicé. Leila cruzó los brazos mirándome fijamente esperando a que dijera otra cosa.

—Esto no es un juego, es muy grave.

— ¿Qué no es obvio? ¿Por qué otra razón lo haría? —solté con un tono elevado de voz. Me molesta que las personas hagan muchas preguntas cuando ya saben la respuesta.

—Seguramente fue otro de sus intentos para llamar la atención. —comentó mi padre, hablando por primera vez desde que entró al cuarto. Al parecer está sobrio y eso es raro, seguramente tienen un humor de los mil demonios por la resaca.

Sentía que la sangre me hervía al escuchar su comentario.

— ¿Crees que quiero tú atención? —ataqué—. Discúlpame por interrumpir el tiempo que tenías destinado a sentarte a observar la televisión mientras bebes un cartón de cerveza. —dije sarcásticamente.

A las estrellas | Sin corregirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora