CAPÍTULO 16

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Evan Walsh

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Evan Walsh


6 de enero

Desperté y lo primero que vi fue el techo, de ahí, mi mirada viajo a repasar todo mi cuarto para darme cuenta de que sigo aquí; en casa. Los sueños son tan crueles, que cuando despiertas desearías seguir en ellos y después te das cuenta de que solo fue eso; un sueño. No estaría nada mal quedarte atrapado en tu sueño, que como sea, siempre será mejor que la realidad. Casi nunca tengo sueños agradables, y cuando los tengo son muy lindos, donde verdaderamente soy feliz y estoy en paz.

Bajé las escaleras directo a la cocina, ignorando por completo las palabras que me decía mi padre de fondo. Llegué y me encontré con Leila; mi tía, quien decidió quedarse unas semanas, según ella, porque le hace falta estar cerca de nosotros, según yo; para asegurarse de que no vuelva a autolesionarme y para monitorear si tomó mis medicamentos y asisto a mis terapias.

—Buenos días. —mencionó en cuanto me vio, esbozando una gran sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Realmente son buenos? —tomé una manzana y comencé a jugar con ella.

—Ay, Evan. Ya comenzarás con tus cosas esas.

— ¿Mis cosas esas? —reí y ella también.

No es muy típico que me encariñe con una persona, y que lo demuestre es un gran reto. Pero con mi tía, fácilmente puedo reír, ella estuvo cuando mi madre me abandonó, ella es la única que me apoya y comprende, es como mi segunda madre, no sé qué haría si algo le pasará.

— ¿Quieres fruta picada? —asentí— ¿Café?

— ¡Yo quiero café! —la voz de mi padre interrumpió. Le di una mirada de complicidad a mi tía.

—Yo se lo llevó. —dijo ella.

—No tienes que hacerlo, que venga él y que se lo prepare.

—Es más fácil que tú sonrías a que él venga por la taza. —río.

—Yo se lo llevó. —tomé la taza con el líquido y me encaminé hacia la sala para encontrarme con mi padre sobre el sofá.

—Toma. —acerqué la taza hasta su brazo. Lo tomó e hizo una mueca de desagrado.

—Está muy caliente.

—Es café. —rodé los ojos.

—Tráeme otro.

—No.

— ¿No? —se paró para quedar a mi altura. Negué—. Quiero otro maldito café. —soltó, sin desviar su mirada de la mía. Debo confesar que la rabia comenzaba a crecer en mí, y en cualquier momento podría explotar.

Por suerte, Leila llegó a tiempo para separar nuestra cercanía y evitar que olvidara que la persona que tenía frente a mí, era mi padre. Mi tía me tomó de los brazos y me llevó hasta la cocina.

A las estrellas | Sin corregirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora