Evan Walsh
6 de enero
Desperté y lo primero que vi fue el techo, de ahí, mi mirada viajo a repasar todo mi cuarto para darme cuenta de que sigo aquí; en casa. Los sueños son tan crueles, que cuando despiertas desearías seguir en ellos y después te das cuenta de que solo fue eso; un sueño. No estaría nada mal quedarte atrapado en tu sueño, que como sea, siempre será mejor que la realidad. Casi nunca tengo sueños agradables, y cuando los tengo son muy lindos, donde verdaderamente soy feliz y estoy en paz.
Bajé las escaleras directo a la cocina, ignorando por completo las palabras que me decía mi padre de fondo. Llegué y me encontré con Leila; mi tía, quien decidió quedarse unas semanas, según ella, porque le hace falta estar cerca de nosotros, según yo; para asegurarse de que no vuelva a autolesionarme y para monitorear si tomó mis medicamentos y asisto a mis terapias.
—Buenos días. —mencionó en cuanto me vio, esbozando una gran sonrisa de oreja a oreja.
— ¿Realmente son buenos? —tomé una manzana y comencé a jugar con ella.
—Ay, Evan. Ya comenzarás con tus cosas esas.
— ¿Mis cosas esas? —reí y ella también.
No es muy típico que me encariñe con una persona, y que lo demuestre es un gran reto. Pero con mi tía, fácilmente puedo reír, ella estuvo cuando mi madre me abandonó, ella es la única que me apoya y comprende, es como mi segunda madre, no sé qué haría si algo le pasará.
— ¿Quieres fruta picada? —asentí— ¿Café?
— ¡Yo quiero café! —la voz de mi padre interrumpió. Le di una mirada de complicidad a mi tía.
—Yo se lo llevó. —dijo ella.
—No tienes que hacerlo, que venga él y que se lo prepare.
—Es más fácil que tú sonrías a que él venga por la taza. —río.
—Yo se lo llevó. —tomé la taza con el líquido y me encaminé hacia la sala para encontrarme con mi padre sobre el sofá.
—Toma. —acerqué la taza hasta su brazo. Lo tomó e hizo una mueca de desagrado.
—Está muy caliente.
—Es café. —rodé los ojos.
—Tráeme otro.
—No.
— ¿No? —se paró para quedar a mi altura. Negué—. Quiero otro maldito café. —soltó, sin desviar su mirada de la mía. Debo confesar que la rabia comenzaba a crecer en mí, y en cualquier momento podría explotar.
Por suerte, Leila llegó a tiempo para separar nuestra cercanía y evitar que olvidara que la persona que tenía frente a mí, era mi padre. Mi tía me tomó de los brazos y me llevó hasta la cocina.
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A las estrellas | Sin corregir
Teen Fiction"Una estrella debe morir para que otra pueda vivir" Él jamás se imaginó que con el desastre de persona que es ella, podría amarlo en toda la extensión de la palabra... cómo nunca nadie lo hizo. ☆ ☆ ☆ ☆ ☆ ☆ ☆ ☆ Ella jamás se i...