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Era fin de semana, sin embargo, la alarma resonó en la habitación del rubio. Éste abrió sus ojos con desinterés.

- Otro mugroso día despertando...

Se levanta de la cama lentamente, el sonido de la calle invadía sus sentidos, la luz que entraba por la cortina eran tan tenue que incitaba a quedarse a dormir un rato más. Sus paredes de color gris le hacían ver lo aburrido de su vida, ninguna fotografía había allí, excepto una de cuando el rubio era un niño alegre, y a su lado había otro infante, pero la fotografía estaba rota en su rostro.

No tiene muchos recuerdos por un accidente que le sucedió, pero tampoco le interesaba demasiado, ya que desde allí perdió toda aquella alegría que una vez tuvo.

Ese día no tenía nada planeado en especial, y ningún día de su vida, pero caminó un par de cuadras hasta dirigirse a una pastelería. Levantó sus hombros y entró para pedir una rebanada de pastel, lo que sería su desayuno con un café.

Se acercó al mesón para pedir su orden, pero se encontró con la persona menos esperada.

- Hola Tsukki - le decía con una sonrisa que podía alegrar a cualquiera, menos al rubio. - Supongo que no vienes a suicidarte en mi área de trabajo, ya que sabes que lo voy a impedir - desviaba la mirada y anotaba en su libreta aquello que el rubio siempre pedía.

- Bueno, si la muerte llega aquí, la recibiré con gusto - anunció el rubio.

Yamaguchi golpeó el mesón con fuerza, su mirada se mostraba enojada, pero aún así sonrió forzadamente.

- Su pedido ya está listo - tenía un aura oscura que abarcaba esa área asustando a todos excepto al alto.

- Pero si nunca te comenté lo que quería comer.

- Tuve una corazonada, te va a gustar. Así que solo espera en la mesa número tres. - el peliverde se alejó para ir a la cocina y preparar especialmente el pastel.

El rubio no le importó aquello y solo se sentó a esperar la corazonada del pecoso, de todas formas no tenía nada que perder.

[•••]

-Aquí está su orden - llegó el peliverde con una sonrisa en su rostro mientras sus cabellos se movían con su felicidad.

Yamaguchi le dejó en la mesa una rebanada de pastel de fresa y un café amargo para comer algo tan empalagoso. El rubio le miró con algo de sorpresa, ¿Aquel chico era un admirador secreto? Si no es eso entonces ¿cómo sabía que tenía cierto gusto -para el insignificante- por las fresas?

-Gracias - agradeció y con el tenedor a su lado toma un pequeño pedazo para degustarlo.

Su boca pudo sentir cierta acidez y al final de su paladar lo dulce. La crema era suave y dejaba que el sabor de las fresas sea el protagonista. Se sonrojó por el delicioso sabor, se cubrió su rostro con la servilleta para que nadie se hiciera la idea equivocada.

>ES LO MÁS DELICIOSO QUE HE COMIDO, NO PUEDO CREERLO, SIMPLEMENTE HERMOSO< gritaba en su cabeza, por dentro se moría por el sabor tan exquisito.

Tras sus pensamientos, un recuerdo llegó a su mente.

❝- ¿Te gustó, Kei-kun? - dijo un chico con voz angelical, su presencia allí brillaba.

- ¡Sí! Está increíble, ---------------❞

Confundido por aquel recuerdo, porque no lograba ver el rostro del pequeño ni tampoco podía escuchar su nombre. Quedó con la duda y una sensación angustiante atravesó su corazón. Miró con terror al pecoso, quien estaba atendiendo otra mesa.

Trató de reprimir esos sentimientos tan angustiantes, algo que hace mucho no sentía en su corazón. Comió un poco más del pastel y de su café para no desperdiciar una obra de arte, sin embargo, algo raro había aquí.

Especialmente con el pecoso.

[•••]

El rubio caminó toda la tarde. Observando y analizando, a veces ignorando lo que ocurría a su alrededor. Pero el atardecer había llegado, el sol se escondía lentamente en el horizonte y se sentó una banca para verlo mejor y aislado del resto.

Sin embargo, sintió una presencia cerca, suspiró sin dejar de ver el momento mágico y habló:

-¿Estás siendo de niñera para que no mate?

Yamaguchi se sentó en el otro extremo de la banca, para darle su espacio.

-No solo por eso... También quiero estar contigo - dijo con un aura nostálgica, el rubio pudo ver cómo las esquinas de los ojos del peliverde se humedecían, pero no lloró.

-¿Por qué? -preguntó

-Porque... - una lágrima cruzó su rostro con rapidez, su voz quedó sin fuerza y no pudo terminar lo que quería decir. Su mirada se centraba en los últimos rayos de luz que quedaban del atardecer.

Tsukishima supo que había algo detrás de todo ésto, al verlo de esa manera se sintió algo presionado y también triste. Hace mucho que no sentía aquello, estaba abrumado y sentía ganas de llorar.

¿Acaso el peliverde tenía esos efectos en él?

El rubio reaccionó al ver cómo el pecoso tragaba fuerte y se limpiaba su rostro, luego se levantó abruptamente y tomó la mano del más alto, así hizo que también se levantara, le mirara a sus ojos brillosos y una sonrisa en su rostro.

-Vayamos a mi casa - menciona al ir caminando de la mano.

A pesar de que estuvo llorando, su sonrisa seguía allí. Kei no pudo contradecir a esa expresión ni tampoco a la abrupta petición del otro.

𝘈𝘯𝘨𝘦𝘭 [𝘏𝘢𝘪𝘬𝘺𝘶𝘶 | 𝘛𝘴𝘶𝘬𝘬𝘪𝘠𝘢𝘮𝘢 | 𝘍𝘪𝘯𝘢𝘭𝘪𝘻𝘢𝘥𝘢]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora