"Un caballero nunca rompe su promesa a una dama"
Lance un suspiro de alivio al verlo frente a mi con su sofisticada sonrisa, al igual que siempre nunca dejaba ver sus blancos dientes, solo una línea bien balanceada de finos labios. Al ver mi mirada de molestia supo que iba a empezar la pelea, y como todo caballero terminó de ayudarme, para luego oírme.
— Creí haberte dicho que ya no podías invocarme. Tengo que asistir ir a la escuela — recriminé, terminando de pararme al mismo tiempo que acomodaba la falda estilo escocés del uniforme.
Al ver a mi al rededor supe al instante que ya no me encontraba en Somerville. Estaba en su casa, en una habitación a la que nunca había estado antes. No tenía muy buena iluminación y no poseía los preciosos ventanales o arañas colgando del techo como las demás habitaciones de la casa, aun así, no se quedaba atrás en belleza. Estaba decorada con el exquisito gusto de Areu, lo que la volvía aún más hermosa.
— Lo lamentó, damita, pero sabe que eso es imposible. Sus clases aún deben seguir en pie.
— Pero ahora no es el momento ni el lugar.
— En eso se equivoca. ¿Acaso cree que no pude sentir el conjuro sobre esa pobre chica? — reprochó Areu subiendo ligeramente su tono haciendo que bajara la cabeza apenada —. Si yo pude sentirlo, imagina si hubiera alguno de ellos cerca.
Areu siempre a sido así, o por lo menos desde que lo conozco, y no a habido forma de cambiarlo. Desde la primera vez que lo vi siempre fue un hombre bien vestido y portado, con unos modales impecables. Nunca me a dicho por mi nombre de pila y solo se dirige a mi por usted, señorita, o mi favorito, damita. Ha sido mi mentor por más de tres años y me ha estado enseñando a controlar mi fiadhaich, es decir mi fuerza salvaje. Un lazo entre un mentor y un estudiante es muy fuerte, y según Areu, en esta tierra significa un lazo irrompible. Por eso mismo no me sorprenda que sepa cuando dejo mi lado salvaje salir. Es un buen maestro pero me cuida demasiado, aún no ve de lo que soy capaz de hacer, y suele guardarme demasiados secretos.
— Podría saber cómo cuidarme si en verdad supiera a qué me estoy enfrentando, si decidieras contarme quienes son realmente "ellos" — insistí caminando hasta una de las varias sillas de la habitación. Era de una seda verde con detalles de flores en hilo dorado, y sus patas al igual que su respaldo eran de oro.
Me senté para luego cruzar mis piernas, y volver a mirarlo. Se encontraba dado vuelta mirando un cuadro de una hermosa mujer con cabello negro azabache, con ambas manos juntas detrás de si, sin siquiera voltearse murmuro una vez más: — Ya le he dicho que aún no es tiempo para saberlo.
— Si, ya lo se aun soy demasiado joven — gruñi en voz baja.
— Exacto, además de ser una dama muy imprudente.
— Solo soy humana.
"Eso es", me recordé. Me detuve en seco al ver que Areu dejo de observar a la bellísima mujer de la pintura para verme. Sus facciones se encontraban endurecidas, sus oscuros ojos cafés se encontraban echando chispas de la rabia.
Recordé que esa era una palabra prohibida en esta casa. No se me permitía decir humana ni referirme a mi misma como tal.
— No, no es una humana — corrigió dando pasos lentos y largos por toda la habitación hasta llegar a mi lado. Añadió en un titubeo —. Los humanos no son ni nunca serán como nosotros, y usted jamás podrá volver a ser lo que era antes.
— Ya lo has dicho cientos de veces, Areu, pero sabes que a veces me gustaría volver ser normal. Sin tener que preocuparme o sentirme culpable por lo que siento. Todo esto, mis poderes, este mundo, es simplemente... agotador.
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Selene: el mundo prohibido
FantasíaMi nombre es Selene Smith y mientras todos piensan que soy una niña rara e inútil, en secreto poseo habilidades fuera de lo común. Dones con los que los que la mayoría sólo sueñan con poseer, pero para usarlos debo pagar un precio el cual no estoy d...