Gilbert se encontraba emocionado por regresar a Charlottetown.
Habían pasado muchos años desde que partió a la ciudad de Toronto. Debido a su vida ocupada nunca pensó en regresar a la ciudad que lo vio crecer.
Tomó la decisión de mudarse para escapar del ajetreo de la ciudad de Toronto, y en este viaje lo acompañaba su hijo Thomas de 15 años, quien comenzaría clases en la preparatoria el próximo lunes, y ese día era viernes.
Gilbert al subirse al tráiler notó a su hijo muy serio y tenso, cosa que era muy extraña. Thomas siempre fue un chico muy platicador y alegre, aunque le costara hacer amigos.
—Todo estará bien -le dijo su padre con una sonrisa tranquilizadora- Vas a ver que sí. Todos al principio sentimos nervios de ir a un lugar nuevo.
—Sí, supongo que sí -le dijo el castaño- solo el comenzar de nuevo no me agrada mucho...
—No te preocupes, de poco a poco te vas a ir adaptando...probablemente en cuanto menos me lo imagine vas a llevar una novia a casa para conocerla -bromeó Gilbert mientras Thomas rodaba los ojos-
Horas después llegaron a una hermosa casa muy bien cuidada, y afuera se encontraba John Blythe esperándolos con una gran sonrisa- ¡Mi familia llegó! Les ayudo a bajar las cosas- Y así fue. La pequeña familia pasó su tarde acomodando la mudanza hasta que se hizo de noche. La cena transcurrió normal. Platicaron de cómo les había ido desde la última vez que se vieron, y entre risas y recuerdos llegó la hora de dormir.
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