Papá ▪Yoonseok▪

Bueno

-¿Estas segura de esto?-

-Claro que lo estoy, he estado pensando en cada detalle desde que me enteré del embarazo. No me echaré para atrás ahora.- la mujer sacaba de su ropero prenda tras prenda.

Debía verse bien ese día

-Le mentiste...a ella y a él.- la voz masculina le hizo rodar los ojos.

-¿Y qué? Ellos nunca se van a enterar y yo por fin tendré a mi adorado bebé.-

-Estás demente.-

-Si, lo que tu digas, Channie. Ahora dime, ¿el vestido rojo o el blanco?- una sonrisa   sarcástica adorno los labios de aquella hermosa mujer.

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-¿Pasaras por mi esta tarde, papá?- Hoseok movía sus largas piernas, que colgaban de la silla, en círculos.

Yoongi miraba su celular con atención, tecleando respuesta tras respuesta, mientras a su laptop llegaban notificaciones de correos emergentes.

Su hijo miraba atento cada movimiento, casi deseando poder leer su mente. Era casi trágico como había retrocedido su relación por solo una felación.

Y es que Hoseok sabía que había hecho algo grande, algo peligroso y tal vez hasta insultante para su papá.

Ciertamente las ojeras bajo sus bonitos ojos cansados no eran parte de su maquillaje. Estaba agotado, física y mentalmente.

Su papá lo confundía de una forma en que quería tomar mechones de su cabello y jalarlo hasta obtener respuestas.

-¿Estarás ocupado?-

-Si.-

Las comisuras de los labios rosados del menor bajaron. Sus ojos luminosos se obscurecieron, no terminó su comida, como un símbolo de protesta y bajo del banco de la isla en su cocina, para ir a por su mochila.

-Me voy.-

Fue lo que dijo, esperando por la reacción de su padre, lo miró por largos minutos, esperando aunque fuese un asentimiento de cabeza o un flojo y desinteresado "Si", pero ni siquiera eso obtuvo.

Enojado, decepcionado y confundido. Hoseok no quería ver a Yoongi, no quería sentir su rechazo y no quería pensar en lo que estaba significando todo esto para su relación.

¿Relación?

(Pov Hoseok)

Cerré la puerta de la entrada tan fuerte como pude, quería que papá escuchara cuán enojado estoy.

¿Ahora que tenía un carro, no quería ir por mi a la escuela?

Sentí mi pecho apretarse en una conocida sensación. La tristeza.

Joder, como odio la tristeza. Me hace débil, estúpido y llorón. Solo sé llorar, quejarme, para después odiarme por haberme enamorado de un hombre tan imposible como mi propio padre.

Papá...

Esa palabra no debería sonar tan mal ahora, pero lo hace. Me escuece, quema tanto que quisiera poder borrar jerarquías, etiquetas o cualquier otra estupidez que no nos permita estar juntos.