Seis B;

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No sabía si darme la vuelta o salir corriendo, al menos el director Nezu
estaba delante para ser testigo por si ocurría algo, y los otros profesores
que pasaban cerca podrían ayudarme si intentaba tocarme.

— ¿Sí? — pretendí no parecer sorprendida. —

— Perdone profesora, quería pedirle disculpas por lo de antes. — dijo. —

Su voz era profunda, como si saliera del interior de un contrabajo.
De nuevo la imagen de aquel esbelto muchacho frente a mí. En aquella ocasión pude apreciar cómo las líneas exóticas de sus rasgos eran el marco perfecto para aquellos ojos tan hermosos y peculiares. Su mirada se había tornado serena e incluso una amable sonrisa dibujaba su rostro, mostrando unos dientes blancos que
resaltaban sobre su piel morena.

Estaba tan asombrada con su cambio de actitud, que lo único que pude pronunciar fue un simple:

— No pasa nada.

— De verdad que lo siento, sólo  pretendíamos gastar una broma. — parecía arrepentido. —

— En realidad lo que me ha molestado no ha sido la broma, sino que te
exaltaras tanto cuando les he dicho que se quedarían conmigo en clase. —

Sus disculpas se veía sinceras, y aproveche la ocasión para poder desahogarme

— Te has encarado conmigo y creo que no era necesario.

— Tiene razón, me he puesto algo nervioso, pero no volverá a pasar, se
lo prometo. — se excusó sin apartar su mirada de la mía. —

Hice un esfuerzo por comprender su arrepentimiento, en el fondo había sido el único de los tres chicos que había dado la cara, y consideré que a pesar de ser un gamberro, fue valiente al regresar a pedir disculpas.

En aquel momento, sentí un ápice de empatía hacia el joven, en cualquier caso no quise darle más importancia de la necesaria al asunto, y le contesté bromeando.

— Bueno, la próxima vez que quieran entrar a mis clases, solamente tienen
que pedírmelo, yo les daré unas lecciones de matemáticas que no
olvidarán. — dije con risa nerviosa. —

De nuevo mostró su dentadura blanca mientras me tendía la mano para firmar las paces.

— De acuerdo, así lo haré. Desde luego no me importaría tener una maestra como usted. — de repente su cara se mostró picarona. —

Le di la mano sospechando por un instante que se estaría burlando de mí, y casi consiguió ruborizarme.
Entonces me di cuenta de que la directora nos estaba observando con
los brazos cruzados y no quise alargar más la conversación, me despedí de
Todoroki y me dirigí de nuevo a Don Nezu.

— Bueno, creo que ya se ha solucionado el problema. — dije sonriente. —

— Tendría que hacerse más de respetar. No puede permitir que los
alumnos se aprovechen de su debilidad. — soltó, y sin esperar contestación alguna por mi parte, se metió en su despacho y cerró la puerta.

— ¡Muy amable por su parte! — de nuevo la ironía se apoderó de mi, y
no pude reprimir hablar en voz alta. —

Me di la vuelta y volví a mi departamento. Por el camino iba
pensando en lo agradable que había sido para mí comprobar que aún
quedaba algo de cortesía y civismo entre los alumnos. Lo que no sabía es
que al salir del instituto mi opinión cambiaría radicalmente.

Cuando terminé mi jornada, descubrí que toda la parte lateral izquierda de mi coche tenía una marca trazada desde la puerta delantera hasta el depósito de gasolina. Me llevé las manos a la cabeza cuando vi aquel desastre, ¿Quién habría podido hacer una canallada como esa?

Sin poder evitarlo, sólo un culpable se me venía a la cabeza; ese maldito Todoroki se había reído de mí descaradamente. Enseguida me
arrepentí de lo estúpida e ingenua que había sido, me lo había creído todo, ñ sus palabras, sus cándidas miraditas, su dichosa sonrisa; no podía creer que hubiese sido tan benévola con él, se merecía un buen castigo y yo iba a ser la encargada de hacérselo pagar.

UwU, hola, aquí les dejo la segunda parte del capítulo seis.

Escondidos Entre Aulas; TodomomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora