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Lunes, 14 de Octubre

A la fantástica noche del viernes, había que sumarle un fin de semana
esplendido. Aparte de la salida por la noche con Midoriya y Tetsutetsu, pasé un domingo en familia muy reconfortante. La famosa paella de mamá resultó estar más sabrosa que nunca, tal vez fuera porque la preparó sobre un fuego de leña al aire libre, en el solárium de casa.

Nos reunimos la familia al
completo, mis padres, mi hermano Nakaba y yo, y estuvimos hablando de la celebración del cumpleaños de papá. Como siempre, mi madre intentó sonsacarme si había conocido a alguien interesante en el trabajo, pero evité entrar en la conversación hablando de los alumnos. No me apetecía tener que admitir que aún seguía sola, porque sabía que ella me taladraría la cabeza con el rollo de que se me iba a pasar el arroz. Mamá estaba impaciente por conocer mi vida íntima, y de vez en cuanto me hacía preguntas sobre mis nuevos amigos para ver si reconocía algún ápice de ilusión en mis ojos. En cualquier caso no creí oportuno mencionar nada sobre Tetsutetsu hasta que no tuviera las ideas más claras.

Entré un segundo en la oficina de papá para tomar un libro que
necesitaba, y me percaté de que había colgado el cuadro que le regalé junto
a la estantería. Me hizo especial ilusión que lo colocará precisamente allí, pues el despacho era su lugar privado, donde se refugiaba a cavilar en algunas ocasiones.

Tampoco quise contarles nada de lo que había sucedido con mi coche,
puesto que la tarde prometía ser tranquila, no era mi intención
preocuparles innecesariamente. No obstante, fue en lo primero que pensé nada más entrar por la puerta del instituto aquella mañana. Estaba decidida a hablar con Katsumi, y enviar una carta a su casa acompañada de una amonestación.

Me esperaba una larga jornada de trabajo, ya que por la tarde además de que teníamos claustro, yo tendría que pasar el día entero en el centro, así que traté de resolver el tema lo antes posible.

Tras dar la clase con los alumnos de primero, aproveché el cambio de
hora para pasar por el aula de ella, y pedirle que me acompañara al
departamento. Al llegar encontré a uno de sus compañeros en la puerta y le regunté por Katsumi.

— No profesora, hoy no ha venido por aquí a primera hora.

— Vaya, ya estamos como siempre. — pensé en voz alta. —

Sin decir más, me dirigí a jefatura de estudios para pedirle a Monoma el
número de teléfono de su casa. Creí que lo mejor sería hablar directamente con algún miembro de su familia e informarles de lo sucedido.

Apunté el número en mi agenda y fui al departamento, necesitaba tener algo de privacidad para hacer esa llamada. Marqué el número y no
sonó más de dos timbrazos hasta que alguien contestó.

— Bueno días, mi nombre es Momo Yaoyorozu, soy la profesora de matemáticas de Katsumi.

— Si dígame, ¿En qué puedo ayudarla? —la voz sonaba débil y
temblorosa. —

— Verá, quería hablar con el tutor o la tutora de Katsumi.

— Yo soy su abuela, puede hablar conmigo si lo desea.

— Verá, me gustaría comentarle algo sobre su nieta.

En aquel momento me sentí fatal queriendo involucrar a la pobre abuela. Supuse que no habría sido fácil para ella criar a una niña sin la
ayuda de sus padres. Su voz sonaba cansada, lo cual hizo que me sintiera
aún peor por añadirle una preocupación más. Entonces pensé que solo le comentaría lo sucedido sin darle la importancia que realmente tenía, y ni siquiera le mandaría la amonestación.

Escondidos Entre Aulas; TodomomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora