𝑠𝑒𝑝𝑡

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La espalda de JooHyun reposaba en el torso de su mayor, mientras sus pequeñas manos guiaban las adversas en todo su cuerpo, recorriendo cada rincón, finalmente dejándolas sobre sus pechos e incitando a SeulGi para que los masajeara.

Así fue, y los labios de la morena comenzando a delinear la clavícula tan atractiva que tenía la pelinegra, era realmente la belleza personificada, y SeulGi sabía que no podría sobrevivir sin besarla ni acariciarla aunque sea una vez por día, su cuerpo la reclamaba, como si fuese vital.

Deslizó sus dedos desde sus pechos hasta su pelvis, acariciando tortuosamente para tentarla, dejando a la más pequeña afiebrada por la lujuria y el deseo de sentir más, generando que moviese inquietamente las caderas para tratar de recibir atención en su centro, palpitante y ansioso. Sólo recibió que la mayor alejase sus manos, recostándola en la cama justo debajo de ella.

— Te quiero quieta, ¿okey?

Ordenó, asegurándose de que podía seguir cuando presenció aquel adorable cabeceo de arriba hacia abajo, asintiendo, le había dado tanta ternura que sólo quería comérsela a besos porque se veía como una bebé, tímida, pero preciosa, y simplemente decidió proseguir con su papel, manteniendo su mirada seria y su sensualidad desbordando por sus poros.

Bajó con besos húmedos y a la vez dulces por todo el cuerpo pálido que tenía debajo suyo, recorriendo cada zona y dejando un rastro de que ella había estado allí, propinando marcas rosáceas que probablemente luego se convertirían en morado, aún así, contrastaban hermosamente con la blancura de su cuerpo, era una completa obra de arte.

Siguió bajando por su anatomía desnuda, estudiándola, anotando en su cabeza cada punto erógeno para próximas veces, y finalmente desembocó en los rosados pliegues de su amante, tan brillantes como los recordaba, y resbaladizos entre sus dedos delgados. Acarició, delicadamente, como a una pieza de porcelana, notando una pequeña sacudida de caderas, seguro le había causado un temblor por el roce.

— He dicho que quieta, mi amor.

Murmuró, su voz era ronca, y JooHyun parecía mojarse aún más con aquel simple gesto; una mordida en el labio inferior, y es que, Kang se veía como una auténtica diosa del sexo, mucho más luego de haberse mordido el labio, juraba que había sido la escena más erótica que jamás había presenciado, y al querer hablar simplemente le fue arrebatado un gemido, aquella lengua en su clítoris era mucho más importante que cualquier otra cosa que iba a decir.

Se arqueó con sutileza, mientras el músculo húmedo se desplazaba con facilidad por toda su intimidad, conociendo el nuevo terreno, la textura, el sabor, incluso las reacciones en el cuerpo de JooHyun, satisfacerla ya era suficiente estímulo como para estar contenta, hacer feliz y darle placer a la menor era muchísimo mejor que un orgasmo.

Estaba hundida entre sus piernas, y nunca creyó que le encantaría tanto probar a una mujer, había algo en ella que la hacía adicta, y no podía parar.

No quería parar.

Su lengua siguió su camino hasta rodear la entrada de la menor, moviendo un poco su cabeza a los lados para rozar la punta de su nariz con su clítoris, buscando frotar allí para que no dejase de sentir ese constante cosquilleo entre sus muslos, era sensible, y eso era lo que más le encantaba a SeulGi, poder tenerla temblando con un simple susurro en el oído, o una caricia en la rodilla, era de otro mundo.

Dos de sus dedos se abrieron paso en el interior de la chica, buscando estimularla previo a intimar entre las dos, y sintió lo bien que sus paredes la recibían, al igual que la espalda de JooHyun despegándose un poco del colchón, entre gemidos guturales y ligeros tironeos en el cabello de la mayor, quien estaba profundamente concentrada en complacerla.

I'm Yer DadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora