Capítulo 8

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Feride miró a Mahir desde su escritorio y sacó la pequeña cajita en la que la viuda de Suleyman le había entregado la llave que había encontrado para ella...

Se la entregó y lo vio analizarla, pensativo...

Mahir encontró un papel bien doblado en el interior de la cubierta de la tapa y se lo entregó...

- "Isla"- dijo cuando leyó la parte de afuera- "te pido la misma promesa que te hice al inicio de tu carrera"

Feride le contó cual era la promesa que le había hecho y concordaron en que ella debía mantener en secreto todo lo relacionado con esa llave...

Mahir le propuso ir a la isla y ella le aseguró que el ministro no tenía una casa allí, pero como él insistió tanto, terminó accediendo y se tomaron el ferry para llegar lo antes posible...

No bien preguntaron a un vendedor ambulante, les indicó la casa del ministro y Feride no pudo evitar sentirse un poco sorprendida y fastidiada a la vez, como ocurría cada vez que él tenía razón en algo... ¿acaso su buen juicio estaba nublado por el cariño que le tenía a aquel hombre, el que había sido su mentor?

Cuando llegaron a la casa se dieron cuenta de que la llave no abría la puerta y Mahir no lo pensó ni un segundo, enseguida la rompió para poder entrar y tuvo una discusión con ella, que consideraba que todo lo que él hacía estaba en contra de la ley y se sentía incómoda...

Comenzaron a revisar la casa y Feride se sintió algo estafada cuando se dio cuenta de que Suleyman tenía una doble vida, y que ella no se había dado cuenta...

Finalmente, encontraron unos archivos ocultos detrás de una pared falsa, en un baúl, que abrieron con la llave y al principio no pudieron entender demasiado...

Salieron apurados y corrieron para poder llegar a tomar el último ferry, pero cuando llegaron a la zona del puerto, ya se había ido y ella lo miró con desesperación...

Mahir le propuso volver a la casa del ministro, aduciendo que él la hubiese invitado de estar vivo...

Compraron algunas cosas para cocinar y volvieron a la casa.

Feride se sintió extraña y mientras él arreglaba la puerta, se asomó por la ventana y lo espió, evocando los momentos que habían compartido juntos íntimamente, aquella primera noche, la que habían pasado juntos y que ella no podía olvidar, aunque quisiera...

Él se dio cuenta de su observación y le sonrió desde afuera y ella decidió ponerse a leer los expedientes, tenía que enfocar su atención en otra cosa...

Un rato después, él entró y ella cocinó para ambos, compartieron la cena y los ánimos se distendieron un poco más.

- No tomaremos alcohol esta vez...- dijo el bromeando y ella alzó las cejas.

- Él alcohol nos hace hacer cosas de las que luego nos arrepentimos...- le dijo para comentar algo, la mirada de él la hacía sentirse débil, indefensa...

- No me arrepiento de nada de lo que hice aquella noche, Feride...- le dijo él y tocó su mano con suavidad.

- No... no hablaba de esos arrepentimientos...- dijo ella y tragó saliva cuando los dedos de él se deslizaron por su mano con suavidad.

- Yo creo que sí... que cada vez que me miras te arrepientes un poco más...

- Digamos que cuando te presentaste ante mí al día siguiente me quise morir... sobre todo porque yo no soy de la clase se mujeres que conoce a un hombre y se van con él la primera noche...

¿Y si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora