Arranque

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Solo quedaban tres días más. Por el espejo veía como mis padres habían dejado de trabajar
para buscarme. Ellos nunca pararon de trabajar por mi. Siempre sentí que los padres de Lu eran los míos. Era muy raro estar feliz mientras que todos los que amaban me seguían buscando.
-Tres días- le murmuré al espejo mientras se borraba la imagen de mis padres sentados en el comedor.
Vi mi reflexión. Mi cabello chino parecía un afro rojo y mis ojos brillaban. Me había puesto un vestido maxi azul con blanco. No sabía lo que pasaría hoy, pero quería por lo menos dejar una buena impresión.
-Selena, ¿puedo entrar?-
-Entra- deje el espejo y pretendo haber estando leyendo.
-Que mala onda interrumpí el libro.
Me reí un poco.
-No está bien. ¿Que vamos a hacer hoy?
-Un picnic. Hay un sitio bonito por aquí. Te prometo que no está en el bosque.
Salimos juntos. En serio había planeado todo Antonio. No era el bosque, pero si lo parecía. Habían muchos árboles llenos de flores rositas y en el centro había una cobija con muchas frutas, pan, café y cajeta. En serio lo había pensado todo. Hasta Towy tenía un hueso. Towy había llegado primero a morder su postre. Nos sentamos mientras llovía pétalos.
-¿Tu no lo plantaste?-
-No, ya estaba.
-¡Es hermoso!
-Es el sitio en donde escribo-
-Es perfecto,- me comí un pan tostado lleno de cajeta y fresas cortadas.
-Mañana te muestro el lago de sangre que querías ver.
-Antonio,- lo empuje un poco y los dos nos reímos.
-Si pinto en lago rojo te asustas.
-No menso- le puse cajeta en la nariz.
-Vez, este es un paraíso,- hablaba en serio quitándose la cajeta.
-A de ser terrible vivir en un paraíso solo.
-Si, la verdad.- me abrazo por atrás. -Pero ahora no estoy solo.-
Me aleje de él y me tome el café para disimular.
-¿Hay otros sitios iguales? ¿Han sembrado otras cosas.?
-Muchos, pero pensé que te gustaría este. Tal vez te tuve que lleva-
-No este está bien.- interrumpí.
No me podía enamorar del mundo de la muerte. Tal vez ya me había enamorado de la muerte. Me comí tres panes más y quedamos en silencio. Towy sentó en mis piernas y comenzó a chillar. Lo acaricie haya que se calmo.
-¿No me olvidaría de todo esto si regreso a casa verdad?-
-No,- dijo Antonio. -Los dos recordaremos todo.-
-¿Entonces cuando muera te volveré a ver?-
-No me podrás veer. Yo si, pero tú no. Por lo menos eso es lo que creo que pasaría.
-Eres un entupido- comenté sin querer.
Bajo la mirada, -Bueno esa si me la merecía-
-No quiere decir eso-
-Pero lo dijisteis.-
-No todo lo que se dice es lo que es.-
-Dime que me quieres, pero no mientas.- me miro a los ojos fijamente. Me podría perder dentro de ellos.
-Te quiero, pero no dejare todo por ti-
-Gracias por tu sinceridad- se desapareció.
-!Antonio!- grite frustrada. -!Estupido fantasma!-
Towy comenzó a llorar.
-No te preocupes Towy. Vamos a casa.- se me hizo un nudo en la garganta y casi no pude decir las ultimas palabras. Towy me lamió la cara y solo así le di cuenta que estaba llorando. -Hay bebe. Te quiero mucho.-
Caminamos durante una eternidad. Estaba completamente perdida. Al fin encontré la mansión. Entre y busque a Antonio pero no estaba en ninguna parte. Me fui afuera de su habitación y toque la puerta.
-Antonio. ¿Andas ahí?-
No respondió así que puse mi mano en el picaporte. Lentamente lo voltie para ver si estaba laqueado, pero no estaba. Empuje la puerta. ¿Que escondía? Entre esperando no encontrar cuerpos.
Era un cuarto simple. Estaba pintado negro pero en la pared que estaba al lado de la cama había un mural del amanecer.
-Te dije que no entrarás- su voz era fuerte y firme.
Voltie hacia el, - y tu me dejaste sola. ¿Sabes cuánto dure para regresar?-
-Lo siento. Fui un idiota.- me agarro la mano. -Enserio Selena, no quise acerté llorar.-
Estaba muy cerca a mi. Podía escuchar nuestros corazones partitar juntos como di formaran una canción.
-¿Me perdonas?- suspiro.
Me tomo de la cara y yo me paralice. Me tomo unos segundos para decir que si. Lentamente nos acercamos hasta que nuestros labios se tocaran. Al principio fue suave y delicado pero con el tiempo se hicieron más fuertes. Con más necesidad. Nada nos separa. Bueno lo único era la ropa.
-Antonio- susurre. -Ya no. No puedo más.-
Se alejó con una expresión solemne.
-Esta bien. Ya es tarde.-
Me reí ansiosamente. -Apenas es la hora de comer. Son las tres de la tarde.-
-Ok, te veo abajo. Tengo que, a, tengo que bañarme.-
-Báñate cochino,- me reí. -Te veo.-

La Novia de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora