DOMINGO
O6: 18: 34: 27
Nací en Japón, pero no soy japonesa.
Técnicamente, soy francesa y polaca. (Bueno mi padre es francés y mi madre, polaca, pero mi madre se fue a vivir a Nueva Jersey cuando era una bebé, así que creo que pueda decirse que es estadounidense). Alison decía que éramos estadounidenses por defecto, pro yo he vivido más tiempo en Japón que en Estados Unidos y paso por lo menos un mes al año en París, así que... no estoy muy segura.
Tenía cinco años la primera ves que me fui de Tokio, cuando mamá, Alison y yo nos mudamos a Nueva Jersey para que mi madre diera clases en Rutgers. Luego, cuando tenía trece, le dieron na beca de investigación y volvimos a Tokio a pasar cuatro años. Ahora tenía diecisiete y la eca se había acabado, así que volvíamos a Nueva Jersey. Otra vez.
A veces, todo esto de decir adiós no estaba tan mal. Por ejemplo, no me costó nada el gigantesco colegio público al que iba en Nueva Jersey, ni despedirme de los cerebritos con los que de vez en cuando me sentaba a la hora de comer, unos frikis de la ciencia y las matemáticas. Y las cosas que sí echaba de menos (como mi marca favorita de salsa picante y vaqueros baratos), les pedía a mis abuelos que me las mandaran por mi cumpleaños.
Otras veces, en cambio, era horroroso. Como cuando nos fuimos de Tokio cundo yo era pequeña, sabiendo que estaríamos muy lejos de papá. O como llegar a un sitio nuevo y saber que, pasado el tiempo, también tendría que marcharme. Era como estar constantemente suspendida en el segundo anterior al final de un sueño, esperando a que el mundo se evaporara. A que todo lo que parecía real desapareciera de golpe.
Así sería este adiós.
No me cabía ninguna duda.
Cuando Alison volvió a la caverna a regodearse en su miseria, encendí mi portátil, puse una lista de temas punk que me había grabado David y decidí hacerle caso a madre y pasarme por el konbini. Guardé la cartera en mi bolso rosa del Musée d' Orsay y, como con cada segundo que pasaba tenía la ropa más empapada de sudor, elegí un nuevo conjunto: un vestido de Laura Ashley sin mangas que compré en una tienda de segunda mano en París y unas sandalias de color azul intenso. Me recogí en pelo en dos trenzas encima de la cabeza y me las sujeté con un par de horquillas de margarita. Me encantaba revolverme entre mis vestidos desparejados, mis cintas para la cabeza y mis blusas, encontrar cosas de las que no me acordaba e inventarme nuevas formas de combinarlas.
Me fui a la cocina y vi... a Mika. Estaba sentada en la encimera, comiéndose una caja de galletitas en forma de koala.
-¡Ah, ahí estás! -dijo con la boca llena.
Llevaba el pelo de color azul eléctrico peinado con gomina formando picos, vaqueros de hombre anchos y una camiseta rajada, sujeta con un par de imperdibles.
-¿Por qué no contestas el móvil? ¿Sabes que aquí hace un calor de cojones? -sacudió la caja, mirándome-. No te importa que me las coma, ¿verdad?
No tuve ocasión de responder porque en ese momento entró David, procedente del cuarto de estar.
-¡Sofa! -exclamó-. Íbamos a ir a buscarte, pero entonces Mika a empezado a atiborrarse hsta entrar en coma y yo me he puesto a echar un vistazo a su biblioteca. Tienen un montón de libros geniales. Éste, por ejemplo, es uno de mis favoritos -lazó al aire la antología de poemas de Emily Dickinson de mi hermana y volvió a cogerla.
-¡Madre mía! -Mika se llevó la mano al pecho u batió las pestañas-. ¡Tus opiniones literarias son tan fascinantes...!
-Cuidado -contestó él mientras hojeaba el libro- Puede que pienses que la señorita Dickinson sólo hablaba de la muerte y hacía cosas raras con la gramática, pero aquí adentro hay una cosas verdaderamente sexis. Espera, voy a leerte uno.
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Seven Days Of You | P.J.M
FanfictionCuando tu vida está a punto de cambiar para siempre, ha llegado la hora de echar cuentas en el corazón. Siete días para decir adiós a la cuidad de Tokio. Otro país y un nuevo hogar en perspectiva. Dos chicos que no quiere dejar atrás. Una amiga s...