C A P I T U L O 19

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¿Y si me venden de nuevo?


No... El señor Taehyung no lo vendería,
no había hecho nada malo, nada.
Hasta ahora obedecía en absolutamente todo.

Pero quizás que lo comprasen de nuevo no sería tan malo, nadie podía ser igual a Kim Taehyung.
Nadie podía ser igual de sádico y desquiciado,
ese hombre estaba loco, completamente fuera de sus carriles. Nadie podía ser tan frío al momento de hacer una violación y después actuar como si fuera nada.
Termino de desayunar, aunque no con mucho gusto; tenía el estómago revuelto y el apetito era casi inexistente.
Dejó su plato en el fregadero, dedicándole una última sonrisa a la mujer que aún picaba las verduras,
sentía mucha empatía con ella, sentía que de algún modo lo protegía.


Salió de la cocina dispuesto a ir al baño para lavarse los dientes, en esos momentos odiaba que la casa fuera tan grande.

Terminó de asearse y fue directamente a su cama, recostandose sobre ella viendo algún punto en el techo; el pelinegro comenzó a pensar sobre qué seguía en su vida.
Ahora era un adolescente, destrozado y con miedo, era inútil fingir que no lo tenía cuando por cada poro de su piel se escapaba el terror, el dolor que llevaba dentro y ahora algo más; cobardía.

Una parte de él quería huir, escapar, alejarse de ese horrible hombre que lo lastimo y que ahora sabía que además era peligroso.

Quería ir a casa, a su casa. Ver a su madre y decirle que estaba bien, que estaba con vida y que lo perdonará por ser tan estúpido y haber caído en todo esto sólo por un poco de dinero.

Por otro lado, su mente dormida y aterrada bloqueaba todo aquel pensamiento arriesgado.
Ruth se lo había dicho, no sería buena idea escaparse, sería retarlo, y no quería eso.

Recordando que Taehyung le había dicho que fuera al jardín trasero, se levantó con pocos ánimos y suspiro cansado.
Sin duda sus pensamientos se lo estaban comiendo vivo.

Se dirigió a las escaleras y las bajo lentamente, teniendo miedo a ser escuchado aunque no sabía el por qué.
Fue hasta la parte de atrás de la casa, donde una gran puerta corrediza y de cristal dejaba a la vista el hermoso y bien cuidado jardín.
Había una pequeña fuente en el medio y alrededor algunas bancas. Embobado por la vista, deslizó la puerta y dejo que el aire fresco le llegará, desde que había llegado no había tomado aire fresco y antes de llegar se la pasaba en un sótano, atado junto a otros chicos esperando a ser comprados.


Salió y escuchó como el aire movía los árboles que había hasta el fondo, al parecer de algunas frutas.
Había algunas flores alrededor del jardín, dándole un aspecto fresco y lleno de vida.
No pudo evitar sonreír cuando vio a varias mariposas volar frente a él, parándose sobre algunas flores o plantas.
Caminó hasta la fuente, la cual estaba justo en el medio del jardín hecha de cantera.
A decir verdad de lejos se veía más pequeña, pero de cerca tenía un buen tamaño, no muy extravagante, pero si era grande.

Se sentó en el borde de ella para poder apreciar mejor la caída del agua; ese lugar daba una vibra de tranquilidad y felicidad. El sol abrazaba suavemente todo el lugar y el viento soplaba delicadamente, casi acariciandole la piel.

De repente escuchó como algo pisaba el césped a sus espaldas, en realidad, parecía que correrían hacia él.
Antes de que se diera cuenta y volteara para ver de qué se trataba, ya se encontraba en el pasto.
Cerro los ojos por inercia cuando sintió que lo derribaban, pero cuando aquella cosa comenzó a olfatearle la cara y lamerlo abrió los ojos encontrandose con el responsable de su caída y ahora de su sonrisa.


– ¡H-hola~! – Dijo cuando vio por fin aquel animal con el cabello abudante y suave. Muy bien cuidado al parecer –¡E-espera! ¡Me haces cosquillas~! –dijo riéndose a carcajadas cuando el perro comenzo a olerlo por la parte del cuello, después por su pecho–

Cuando porfin pudo quitárselo de encima se sentó aún en el suelo y comenzó a admirar a aquel animal.
Le encantaban los perros, eran animales fieles y tiernos, jamás había tenido uno, pero sabía que era un San Bernardo.
El perro era juguetón, se veía a leguas; movía su cola animadamente y se dejaba acariciar por él.

Jungkook notó que algo colgaba de su cuello, un collar azul con un dije plateado.

– Te llamas blak... – dijo cuando pudo leer lo que decía en aquel objeto plateado con forma de huesito – Un nombre muy impotente para lo que realmente eres~ –dijo acariciandole animado, aún sonriendo como si de un niño pequeño se tratase.–

De repente, la paz se vio interrumpida cuando se  escucho un silbido y blak se puso alerta, dejando de menear la cola y sentandose viendo a alguien o algo que se acercaba.
Jungkook giro para ver de qué se trataba, viendo a Taehyung cruzar el jardín caminando en su dirección.
Lo que más le sorprendió fue que su vestimenta era más "informal" unos pantalones deportivos grises y una camisa blanca lisa, la cual dejaba a la vista un poco de su pecho por su cuello en forma de "v".

– Sorpresa~ –Dijo el mayor, una vez que estuvo frente a Jungkook. El cual sólo lo miraba con impresión – Veo que ya conociste a blak... –Dijo palmeandose la pierna viendo enseguida como el perro se levantaba e iba hasta donde él, sentandose justo a su derecha –

Jungkook lo vio absorto, impresionado; no sabía que decir, pues en ese momento su paz se había esfumado y la ansiedad iba apareciendo poco a poco.

Conectó miradas con aquel hombre y vio como una pequeña y ladina sonrisa iba formándose en sus labios, mientras que con su derecha acariciaba la cabeza del perro, el cual ahora se veía imponente, igual que su dueño.

Mientras que él se sentía pequeño y asustado de nuevo.

¿A-amo? TAEKOOK Donde viven las historias. Descúbrelo ahora