VIII

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Ese día se había levantado temprano, lo primero que hizo fue ir al baño para hacer sus necesidades y darse un buen baño, luego de eso, hizo el desayuno para los dos. Su hija se levantó media hora después.

— Buenos días — su hija saludo mientras se sienta en un taburete.

— Hice el desayuno — dice mientras le pone un plato de huevos revueltos con salchichas frente a ellas.

— Gracias — mira como Emma se persigna y luego come.

— Pensé que ya no lo hacías — murmura mientras se sirve.

— Mamá no me dejaba comer si no lo hacia — Emma se encoge los hombros.

Comen en un silencio agradable, todavía no lo han llamado de la estación con noticias del caso y eso comenzaba a molestarlo, era su caso y tendría que hacerse notar. Antes de que pudiera terminar su camina, la puerta suena. Se levanta con pesar, camina hasta ella y la abre.

— Detective Ramírez — Andreé trata de ocultar la sorpresa.

— Buenos días detective Hernández — saluda mientras se cruza de brazos.

— Usted y su hija tienen que acompañarme a la estación.

— Terminaremos de...

— Ahora — el detective lo calla, sin mostrar emociones alza las manos para que lo esposen siguiendo el protocolo

El detective lo esposa y lo hace esperar afuera del departamento, a los minutos su hija sale con Hernández siguiéndola. Emma lleva todavía el pijama y luce algo desorientada. Bajan las escaleras con algo de presión y están siendo metidos a la patrulla cuando Rosa sale alterada, con niño en brazos, de la cafetería.

— ¡Detective Hernández! — la chica exclama y el señor voltea.

— ¿Rosa López? — el detective trata de identificarla.

— Si, parece que si se acuerda de mi ¿Por qué se los lleva? — Rosa los mira por el vidrio angustiada.

— Por la misma razón que la llevo a usted.

— Espere ¿Qué? — Andreé mira a su hija y ella le devuelve una mirada de confusión.

El detective Hernández fuerza a Rosa a entrar con ellos sin haberla esposado.

— Puedo entrar sola, gracias — Rosa se escucha ofendida.

Rosa entra junto con su hijo, un silencio incomodo se expande en el vehículo, el detective se sube y comienza a conducir. El trayecto no es largo, pero así se siente. Cuando llegar otros oficiales los escoltan dentro de la estación, los tres son llevados a la sala de interrogación.

— Entonces — dice el detective cuando entras. — ¿Quién de ustedes mató a Camila?

— Ustedes tiene mi ubicación todo el tiempo — dice Andreé tratando de no molestarse por las insinuaciones.

— No hablaba con usted detective — dice Hernández para sacarle las esposas.

— ¿Entonces por que estoy aquí? — pregunta mientras se levanta.

— Nadie en el pueblo, a excepción de su hija a la señorita Rosa saben que es detective, debemos mantener el perfil bajo.

— El asesino sabe mi profesión — dice entre dientes.

— Por eso ellas están aquí, ambas tienen motivos para asesinar a la señora Pérez.

— Tendrá que demostrármelo — dice.

Emma y Rosa están mirando la situación sin decir ni una palabra, Jack comienza a moverse en los brazos de su madre, avisando que se está despertando.

— No voy a responder a ninguna pregunta mientras mi hijo este aquí — dije con dureza Rosa.

Una oficial entre al instante, se acerca a Rosa, esta le da a Jack sin problemas, esperan hasta que desaparezcan de la sala para empezar.

— Yo no maté a mi madre — dice Emma después de que la oficial sale.

— ¿Por qué deberíamos de creerle señorita Ramírez? — esta más que claro que el solo va estar para analizar las cosas.

— Por que es mi madre — su hija responde. — Además de que estaba cuidando al hijo de Rosa, trabajo como niñera.

— ¿Eso es cierto señorita Rosa?

— Si, detective.

— ¿En donde estaban a la hora del asesinato?

— Estaba en la cafetería de Rosa esperando a mi mamá, habíamos quedado porque quería hablarle sin su novio cerca.

— Yo estaba trabajando.

— ¿Están seguras?

— Según usted ¿Por qué querría matar a mi propia madre? — Emma pregunta con el ceño fruncido.

— Sabe señorita Ramírez, en el pueblo se habla mucho de usted con la señorita Rosa

— ¿Y eso que? — interviene Rosa con enojo.

— Ustedes mataron a la señora Pérez porque no aceptaba su relación — Andreé mira con sorpresa a su hija.

— Está cociente de que yo era una niña cuando comenzó el caso de los besos ¿Verdad?

— Pero la señorita Rosa no.

— ¡Yo fui una victima de ese desgraciado! — Andreé se mueve para hacer que Rosa se siente de nuevo.

— Quizás ustedes investigaron y quisieron hacer parecer de que era un asesinato de ese caso.

— Vaya y confirme nuestra cuartada, se dará cuenta de que no fuimos nosotras.

— Vamos detective Ramírez — dice Hernández saliendo de la sala.

Una vez afuera, van a la oficina del mayor, a Andreé le toca quedarse allí para evitar influir en su hija menor de edad mientras Hernández a comprobar la cuartada. Bonita forma de empezar el día.

Besos [Versión Concurso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora