Estamos en un hospital, voy corriendo al lado de la camilla de Alice. No me atrevo a observar sus heridas, pero sé que tiene mucha sangre sobre su cuerpo y la ropa desgarrada.
Paso rápidamente las puertas dobles que alguien abre para nosotros, no sé hacia dónde vamos o cuál es la situación de Alice pero, debido a la velocidad en la que cruzamos los pasillos, puedo deducir que no es buena.
Cambian a Alice de camilla y un grupo de enfermeros la rodea, por unos segundos la pierdo de vista, y cuando la vuelvo a encontrar tiene puesto un respirador. Veo a alguien conectarle tubos en el brazo, hago una mueca de dolor.
Estoy bastante sorprendido de que aún no me hayan echado del lugar. De repente, un pitido irritante proveniente de una de las máquinas conectadas a su cuerpo, llena el lugar y escucho a alguien gritar:
- ¡Paro cardíaco!
La muralla de personas me vuelve a obstruir la vista de Alice, todos se empiezan a mover más rápidamente y yo me pongo nervioso. Un enfermero se abalanza sobre el cuerpo de mi chica y comienza a golpearle el pecho con tanta brusquedad que me pregunto si no le ha roto una costilla.
- ¡¿QUÉ DEMONIOS TE CREES QUE HACES?! -le grito y empujo su cuerpo contra una de las máquinas, él me mira atónito y siento que cuatro brazos me sujetan fuertemente, apartándome de la escena.
Mientras los de seguridad me alejan, puedo escuchar vagamente mis gritos de oposición; siento que forcejeo, pero en realidad no parezco estar allí. Me sacan de la habitación y me llevan a una gran sala con bancos dispersos en ella.
Los matones me sueltan y una enfermera se acerca presurosa a nosotros.
- Yo me encargo, pueden retirarse -les dice, su voz suena un poco entrecortada por habernos seguido a las corridas. Observa a ambos hombres alejarse, antes de suspirar y dirigir su mirada hacia mi-. Hola, soy Ana. Tengo entendido que eras el único acompañando a la paciente en el momento del accidente. ¿Cuál es exactamente su relación con ella?
Tardo en comprender lo que me dice, pero logro balbucear -: El... s-soy el novio.
La enfermera me mira con una sonrisa compadeciente. - ¿Crees que vas a poder comunicárselo a los familiares? No debes decirles mucho, solo que hubo un accidente y su hija los necesita en el hospital. ¿Podrías hacer eso, cariño?
No tuve tiempo de responderle, ya que un joven se asoma por la puerta que acabamos de cruzar diciendo -: La perdimos.
Deja la habitación casi tan rápido como al entrar, Ana me dirige una mirada de dolor antes de salir corriendo detrás del jóven.
La perdimos.
Esas palabras resuenan por mi cabeza. No, es imposible; ella no puede, Alice no puede estar... muerta.
No tolero albergar ese pensamiento, así que antes de seguir dándole vueltas le mando un mensaje a su madre y a Mía.
No entiendo qué está pasando; las imágenes de lo que pasó me vienen como flashes. Alice riendo, ambos corriendo, besándonos, ella me empuja, yo le grito, ella se distrae y entonces pasa.
Todo es tu culpa. Tu la distrajiste. Tu empujaste al enfermero que intentaba salvarla. Todo esto es por tu causa. Tu la mataste.
Las palabras vuelven a repetirse, una y otra vez, la voz se va distorsionando y de repente me siento mareado. Siento mis rodillas y codos golpear la superficie dura del piso.
Miro a mi alrededor y es recién entonces que me doy cuenta de mi entorno.
Estoy en un hospital, Alice está en Cuidados Intensivos, ella tuvo un accidente. Por tu culpa. Ella se está muriendo.
Veo a Mía entrar, acompañada de una mujer algo mayor; ambas lucen sus rostros preocupados. Observo mientras se acercan a una enfermera, imagino que para preguntar sobre Alice, sus rostros se desfiguran en una mueca demasiado desgarradora y los ojos de la que supongo es la madre de Alice, se llenan de lágrimas.
Es entonces cuando todo se desmorona.
Mi chica se muere, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.
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