IV

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Mientras Yewon se encontraba viendo la figura de Dios que colgaba pegada a un muro alto sobre la cabeza de Fray Hernando, pensaba en los acontecimientos que tuvieron lugar en su casa un día antes.

Imitó el movimiento de su madre al signarse con la mano derecha y pronunció las palabras que eran habituales en la santa misa. El coro de niñas comenzó a vocalizar las melodías de alabanza y ella entonó el canto que se sabía de memoria.

Su boca pronunciaba las palabras que estaban grabadas en su mente, y en realidad no estaba pensando en la letra, en su mente estaba un lindo chico de piel maltratada y cabello castaño con dulces labios.

Cuando el canto acabó ella sonrió recordando que había prometido casarse con él, entonces su nana le dio una pequeña palmada en el muslo para que se comportara y dejara de reír en plena oración.

Yewon cerró sus labios y le dedicó una pequeña mirada a su nana, la mujer entre dientes le pidió que tuviera compostura y escuchara con atención las santas palabras de Fray Hernando, Yewon asintio volviendo su vista al frente.

Cuando el tiempo de oración terminó, regresó junto con sus padres a su hogar. Era hora de almorzar, Yewon no tenía hambre, pero era algo que siempre hacían al regresar de misa y su señor padre estaba en el comedor con ella y su madre, por lo que cuando su nombre fue llamado, se dirigió con prisa al comedor.

No lo iba a negar a diferencia de otras veces, estaba vez se sintió incómoda. Como si temiera que en cualquier momento su padre le dijera que estaba al tanto de él pecado que estaba cometiendo, y que su amorío con aquel miserable joven tenía que acabar o el mismo lo mataría por poner sus ojos en su preciada hija. Cada vez que Yewon veía a su padre abrir los labios esperaba nerviosa que no mencionara algo respecto a su futuro esposo. Peor aún que le dijera que ya había aceptado dar su mano al príncipe ... que si no mal recordaba le llevaba 17 años de delantera en la vida.

El simple pensamiento hizo que el vomito subiera por su garganta y tomó del agua de su copa para quitar el mal sabor de boca.

- Quiero preguntarle algo estimada hija - hablo después de que la sopa fuera retirada su señor padre - ¿Es cierto lo que mi amada esposa y madre suya me ha comentado?

¿Qué es lo que le ha dicho? Se preguntó Yewon con algo de miedo.

- Puede ser más concreto adorado padre, me temo que no comprendo a qué se refiere.

Sus manos presionaban la tela del vestido con nerviosismo y miró a su madre un segundo antes de que su padre respondiera.

- Que usted no ha elegido a ningún buen hombre para esposarse. Querida hija mía, varios nobles viajaron sobre el mar por días para poder verla, ¿Por qué sus miradas le causaron repudio y no alegría? - preguntó el hombre con un tono de voz calmado y fuerte para su ronca voz - Su padre ya es un hombre grande y desea verla esposada con alguien antes de morir. Además un buen heredero tendré para transferir los bienes que he logrado.

Entonces Yewon se relajó en el asiento y suspiró aliviada de que no era lo que pensaba.

- Habla de muerte como si los años estuvieran pasando cada día por su cuerpo, padre. Usted todavía no es tan viejo como para irse, créame que deseo cumplir con sus peticiones, pero me temo que esos hombres no son los correctos. Preferiría casarme mil veces con el hombre más pobre que trabaja sus tierras a permanecer al lado de alguno de esos nobles caballeros que me han violentado.

Yewon pensaba que su padre seguiría con el semblante relajado. Sorpresa fue para ella y su madre que el hombre golpeara la mesa con una mano y se levantara del asiento.

Te quiero [Sumji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora