Viví 2 años en la casa de mi abuela, recuerdo que al llegar ninguna pudo pronunciar alguna palabra y con las pocas fuerzas que tenía su cuerpo en ese momento me indico cual sería mi habitación. La habitación estaba llena de cuadros con fotos de mis padres de jóvenes en ellos; no pude evitar dejar salir una pequeña sonrisa de mi cara. Había algunos libros de anatomía y otros de medicina alternativa en un pequeño escritorio algo empolvado. Era la habitación de mi madre, no había duda en ello. No pude evitar sentir como todas las partes de mi alma fragmentada gritaban de agonía y dolor. Y sin previo aviso pequeñas lagrimas se deslizaron por mis mejillas, la culpa me inundaba. Mas decidí guardarme este sentimiento, en lo más profundo de mi ser. Lo que no sabía, era que tan caro lo iba a pagar después, por culpa de ello.
Intente no fraternizar mucho con mi abuela, pues ya había dañado a su familia suficiente. Pero fallé, después de todo era imposible no encariñarme de tan dulce anciana. Mi abuela se convirtió la columna en la cual yo podía sostenerme si iba a caer, se convirtió mi soporte emocional y yo me convertí en el suyo. Esos 2 años me dedique a estudiar en casa, desde lo que un estudiante normal estudia hasta un poco de acupuntura. Comencé a entrenar como me enseñaron en aquel horrible lugar, pues pese a todo era una buena manera de entrenar. Pero había un pequeño problema, cuanto más iban pasando los años, más iba aumentando la fuerza de mi veneno. Esto sería algo bueno, si pudiera controlarlo. Todos los días iba a un pequeño capo de flores que estaba cerca de la casa de mi abuela; escogía una flor al azar, me quitaba los guantes y de manera delicada acariciaba sus pétalos. Si mi mano tenía al menos un poco de sudor, esta se marchitaba y moría, por más que yo no lo quisiese. Era imposible se supone que el veneno solo podía infectar a un individuo por una herida abierta o al ser ingerido. Entonces ¿Por qué pasaba esto?, que era lo que me habían hecho en aquel laboratorio. El problema solo estaba en mis manos por alguna razón; así que solo bastaba con usar unos guantes especiales que hice, casi nunca podía ver mis manos ya que usaba guantes casi todo el tiempo, pero... ¿Para que querría ver manos manchadas con la sangre de mi familia? Nunca le conté a mi abuela sobre esto, no quería que se preocupara..., no quería que ella me viera como lo que soy...un monstruo.
Para cuando cumplí 14, mi abuela decidió que debía cursar el último año de secundaria como una estudiante normal. Así que nosotras, fuimos al pequeño departamento en el que solía vivir junto a mis padres. Mi abuela tenía una copia de la llave, pues mi madre le había invitado a que viniera cada vez que ella gustase. Todo estaba lleno de polvo y recuerdos de lo que solía ser una dulce y bonita familia feliz.
Este complejo de apartamentos me traía tanta nostalgia, decidí dar un paseo por el viejo parque de juegos. Al llegar me di cuenta de que había cambiado bastante, los juegos eran nuevos y no quedaban casi nada de los anteriores, salvo a unos viejos columpios un poco oxidados. Pero supongo que no lo suficiente como para botarlos. Miré a mi alrededor y al darme cuenta de que no había nadie, me senté en uno de los columpios oxidados, cuantos recuerdos vinieron a mi mente. Midoriya..., ¿vivirás en el mismo departamento de siempre? ¿Será que todo podría llegas a volver a ser como antes? ¿Será que yo podre volver a ser la de antes? ¿Qué estoy pensando? Eso es imposible. Además, lo mejor para él es no relacionarse conmigo. Así que por su bien si algún día nuestros caminos se cruzan, deberé limitarme a solo observarlo a la distancia.
Y así entre en la secundaria y como era de esperarse Midoriya también estudiaba allí, la primera vez que lo vi mi corazón se llenó de emoción y la sorpresa invadió mi mente al ver cuanto había crecido. Quise correr hacia a él y darle un enorme abrazo, poder recuperar el tiempo perdido. Pero sabía dentro de mí que no debía hacerlo, a los monstruos como yo, no se les debe permitir ser felices. Así que simplemente comencé a evitarlo. No quiero que su sueño se ponga en riesgo, ni que mucho menos que él muera por mi culpa. Mis manos están cubiertas de sangre, y por más que las lave...jamás se irá.
Todos los días cuando ya era hora de volver a casa salía rápidamente del aula, para evitar cualquier conversación innecesaria con alguna persona. Al parecer algunas personas me reconocieron, ya que el caso del incendio del laboratorio, era muy conocido.
Siempre era la misma rutina, hasta que un día...
Pov. (T/N) de 14 años:
Hoy no pude ir temprano a casa, debido a que un profesor quería conversar conmigo, debido a que yo no había escrito absolutamente nada, sobre cuales eran mis planes para el futuro. La verdad es que cuando estaba en el laboratorio nunca pensé que iba a salir viva y mucho menos en una sola pieza, siempre pensé que mi cadáver iba a ser metido en una bolsa negra y quemado en un incinerador del laboratorio. Nunca pensé que llegaría a tener un futuro en el cual pensar, pero obviamente yo no le podía contar eso. Así que pedí disculpas y prometí que mañana entregaría la dichosa hoja.
Cuando estaba volviendo a la clase a recoger mis cosas, escuche unas voces que provenían del aula. Así que decidí acercarme en silencio a ver que pasaba, no quería quedarme al medio de un escándalo tan solo por ir a recoger mi mochila en el peor momento.
Bakugo: Aún no hemos terminado de hablar, Deku. - y dicho esto, arranco un cuaderno que hasta hace un momento se encontraba en las manos de un peliverde totalmente asustado.
Voz2: ¿Katsuki, que es eso? .¿análisis de héroes para el futuro?
Voz2: ¿Es enserio? - aquella persona no paro de reír, mientras que yo solo me limitaba a ver de cerca sin hacer un mínimo ruido y apretar fuertemente los puños. ¿Debería hacer algo? ¿Cómo puedo simplemente quedarme así y no hacer nada?
Midoriya: E-está bien, ¿no? ¡regrésamelo! - Pero sus suplicas fueron totalmente ignoradas y el cuaderno sufrió algunas quemaduras gracias a cierto rubio con mala actitud.
Y cuando el cuaderno iba a ser lanzado por aquel rubio enojado, cierta pelinegra sujeto su brazo con fuerza y le arranco el cuaderno de las manos.
(T/N): Parece que a pesar de todo el tiempo que paso desde que éramos niños, sigues siendo el mismo bravucón de siempre, Bakugo...- una sonrisa socarrona salió de mis labios, mientras que buscaba la mirada de cierto rubio explosivo.
Bakugo: ¿O que no es la estúpida víbora? Mira que hemos estado en la misma clase todo este tiempo y ni siquiera lo había notado. Quien iba a decir que un monstruo como tú iba a ser así de invisible. – cada una de sus palabras eran mencionadas con el tono más hiriente posible, pero a mí no me afectaban, después de todo... esa siempre había sido su forma de dirigirse hacia mi desde que éramos niños. Hasta podría decirse que esa forma en la que se dirigía a mí me era nostálgica.
(T/N): Bueno, lamento decirte que no vas a poder lanzar este cuaderno por la ventana. Después de todo no creo que la prestigiosa academia U.A deje ingresar a una persona con antecedentes violentos. ¿No? – Una sonrisa burlona se formo en mis labios mientras que le lanzaba una mirada inocente.
Bakugo: Como quieras, quédate con el estúpido cuaderno. Ya me has hecho perder bastante tiempo, nos vemos después monstruo. – dijo con aburrimiento y dicho esto se marchó junto a los dos chicos que lo seguían.
(T/N): ojalá no sea pronto. – contesté con desgano
Me acerqué lentamente a Midoriya para ver si le habían hecho daño y también a entregarle el tan dichoso cuaderno; cuando caí en cuenta que... estábamos los dos solos en el aula. Y que todo este tiempo evitándolo se había ido a la basura, en menos de 5 minutos.
La vida es un tablero de juego, nosotros somos sus piezas y el destino quien juega. Más su manera de jugar es la más retorcida e irónica posible.
Holiii. ¿¿Que les pareció el nuevo capítulo? Decidí ponerle el pelo negro a la protagonista ya que me parece un color con el que me resulta ¿más fácil describir? pero claro siempre puedes imaginar el color de cabello de manera diferente. Yo ya lo he hecho antes TWT
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Palabras tóxicas Izuku y tu
FanfictionLas palabras pueden doler más que los golpes, más aún cuando son directas del corazón, pero no son pensadas por el cerebro. Las palabras pueden envenenar a una persona y matarla lentamente por dentro, como si en verdad se tratase de veneno. Pero las...