Epílogo

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Enero, 2016
Londres, Inglaterra

El destino fue el que quiso que mi vida perdurara en este mundo. Las jugadas de la vida y los muy bien calculados movimientos de la suerte, son los que han permitido que continuara con ustedes, pues mi misión definitivamente no ha acabado todavía. Es un alivio. Sí, un inmenso alivio creer que hoy no es un día más al borde de la muerte, que no estoy tocando constantemente ese límite como solía ser antes.

Sin embargo, esto no lo he hecho sola. No señores, Thomas y mi madre han sido grandes protagonistas de ello, juntos se encargaron de crear parte de lo que serían los peores días de mi vida (después de los vividos en la escuela, por supuesto). Recuerdo muy bien el momento en que me desperté en ese maldito centro de rehabilitación de Nueva York. Mi cuarto era pequeño, las paredes tan blancas que de solo mirarlas podías enloquecer, y la privacidad no existía. Una cama, un armario, un velador y una silla para la enfermera que tuviera el turno de vigilarme. Siempre habían un par de ojos sobre mí, día y noche, madrugada y tarde, todo con tal de que jamás pudiese negarme a comer ni tuviese la oportunidad de permitirme vomitar.

Joder, sí, fueron tiempos terribles, y no solo para mí... Para Thomas todo esto fue jodidamente fuerte.

Mi irresistible rubio ha sido muy fuerte por los dos, y creo que jamás tendré como agradecérselo. Ha sufrido bastante, y no es como si la prensa se lo hubiese facilitado. Lo atacaban, lo acosaban constantemente exigiendo información sobre la modelito anoréxica, la mala influencia para sus fans, la zorra rubia que con sus estúpidos problemas le había dado un duro golpe a su fama.

Y así como yo conté con él, él contó con el incondicional apoyo de sus amigos y familia. Siempre estuvo bien acompañado, lo que incluso llegó a hacer que yo estuviese acompañada.

Mis tardes en mi nueva habitación eran solitarias, no recibía muchas visitas, solo las de mi familia, y en una ocasión la de Bradley, quien venía a pedirme disculpas por todo lo que sucedía y así mismo despedirse, prometiendo internarse también en un centro de rehabilitación para luchar contra las drogas. Curiosamente, yo había sido su inspiración. También se sumaron las visitas de Kaya Scodelario, una de las compañeras de Thomas-, y una de las chicas más valerosas que pude conocer durante mi estadía en ese infierno. Era impresionante como a esa chica no le lograban afectar las palabras de las demás, a diferencia de mí, que parecía ser el contraste de ella. Quién habría dicho que con Kaya terminaríamos siendo buenas amigas.

De cierto modo, todo esto me hizo querer crear una coraza de hierro, aprender a no depender de los demás sino que de mí misma.

En fin... Fueron diez meses viviendo en el centro de rehabilitación, diez meses más que espantosos, donde el primero fue sin duda alguna el más difícil. Posteriormente, el segundo pareció una especie de calvario, así mismo, el encierro seguía siendo igual de frustrante. Mas, durante el tercero ya me sentía resignada. Ya en el cuarto fue que recién comenzaba a analizar mi realidad. En el quinto, los espejismos que mi mente se había encargado de crear se tornaban más borrosos. No podía verme con facilidad en el espejo, aunque sí lograba discernir mi verdadera imagen de tanto en tanto. Y ya en el sexto sabía quién era realmente. Para finalmente solo hacer que mi cuerpo se acostumbre a mi nueva rutina alimenticia.

He ganado el peso que necesitaba para mantenerme sana, y no pienso volver a bajar ni un poco más. Tengo que aprender a vivir con la tentación de no comer, de vomitar o de obsesionarme una vez más con el ejercicio. Así como también sigo aprendiendo cada día a ser más fuerte por Thomas y por mí. No permitiría que se repitiera la misma historia que prácticamente me había llevado a mi perdición. No iba a caer en esa absurda enfermedad que día a día acababa con las vidas de millones de chicas, y que había estado por consumirme a mí.

Era más que ella. Soy más fuerte que ella. No dependo de la opinión de los demás, no dependo de cómo me miren los demás.

Por fin puedo caminar por la playa en bikini sintiéndome relativamente tranquila; permitir que Thomas me observe, conozca y disfrute de mi cuerpo; controlar lo que verdaderamente como; y más importante aún, intento superar ese jodido complejo que me atormenta desde que tengo uso de memoria. Porque la vida es más fácil cuando te quieres, porque al fin y al cabo la perfección no existe, y no sacamos nada tratando de desvivirnos por conseguir algo que nunca nos hará verdaderamente felices.

En tanto, mi trabajo como modelo continúa. Anna Petrova, mi exjefa y la mujer más gentil del planeta, siempre apoyó la decisión de Thomas para internarme, prometiendo que una vez que saliera, Versace tendría las puertas abiertas para mí. Y efectivamente, así fue. El día en que finalmente me permitieron salir para retomar mi nueva vida, Thomas, mamá, papá, Anna, Dylan y Kaya esperaban por mí.

A los pocos días me mudé con Thomas a Londres, dejando atrás a Nueva York con el resto de mis obsesiones, prometiéndome a mí misma que algún día regresaría para enseñarles a la nueva Alyssa.

Petrova me consiguió un lugar en la lista de modelos de Versace en la sede de Londres, y pronto realicé mi regreso a las pasarelas, causando más furor que nunca. Pues ya no era una modelo cualquiera, y no era reconocida tan solo por mis escándalos como la novia de Thomas Sangster, sino que era una modelo que había luchado contra la anorexia y además había salido victoriosa de esta batalla. Las marcas se peleaban por tenerme presente en sus desfiles, y no precisamente por ser la modelo más delgada de todas. Atrás había quedado mi competencia del peso, hoy tengo cosas más importantes de las que preocuparme.

Actualmente, ya llevo casi tres meses viviendo en Inglaterra. Me agrada y estoy acostumbrada a este lugar. Así mismo, me he atrevido a regresar aquí, acompañando a Thomas a visitar a su familia y amigos.

Los fantasmas del pasado no me atormentan más porque yo misma me encargué de destruirlos. Hoy me siento más fuerte que nunca, indestructible, y creo que jamás podría haberlo conseguido sin el cariño infinito de mi novio. Agradezco a Dios la suerte que he tenido, a diferencia de muchas. A mí me han salvado, pero hay a quienes la soledad y esta enfermedad las terminó agotando. Tuve la fortuna de contar con alguien a mi lado que se preocupara por mí, que me recordara lo bella que soy cada día de mi vida, y que me hiciera entender que no dependo de ese maldito número que me entrega la balanza.

Somos mucho más que lo que la misma sociedad se ha encargado de inculcarnos en la cabeza. Somos mucho más que eso.

FIN

Hasta El Límite. (TBS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora