Capítulo 1

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Justo ahora me siento como Nemo y el resto de los peces después de escapar de la pecera. Ya llegué hasta aquí, ¿ahora qué? Tengo un plan a grandes rasgos, pero aquí donde cada detalle cuenta no sé cómo proseguir. Por suerte la tripulación del barco no tarda mucho en enviar una lancha cargada con mi equipaje, esta vez sin incidentes ni hombres desagradablemente guapos a bordo.

—Mucha suerte, niña —dice el tripulante que me ha acercado las cosas.

—Igual para ustedes. Espero verlos pronto —respondo, dándole una sonrisa mientras termino de poner mis maletas en el suelo.

—Así será, el invierno estará aquí en nada, nos toca traer todo lo necesario antes de que se vuelva imposible —comenta él. Es cierto, me perdí casi todo el verano en Juneau—. Debo volver ya, cuídate.

Y otra vez una lancha se aleja del muelle, dejándome con todas mis pertenencias y marcando, ahora sí, el comienzo definitivo de mi nueva vida. Bien, ahora puedo buscar a la señora Powell. ¿Acaso pensaron que vendría al último rincón del mundo sin tener a donde llegar? Pues acertaron, esas eran mis intenciones.

Pero mis dos meses en Juneau no solo sirvieron para conseguirme un transporte. Encontrar el contacto de la señora Powell fue una serendipia en toda su expresión. Uno de los viejos amigos de papá me dijo que, si bien no sabía cómo ayudarme a llegar hasta aquí, sí tenía algo que me serviría. Y así fue, tenía el número de la única cabina telefónica del pueblo —demás está aclarar que también es el único modo de comunicarse con el mundo—, la nula señal que llega aquí convierte todo celular en una piedra obsoleta, por lo que esa cabina fija es casi un milagro para los habitantes de Rogue .

Estuve llamando dos veces al día por una semana hasta que por fin alguien atendió, en un principio la señora, ya entrada en años, no entendía a qué me refería y preguntaba constantemente con cuál de los vecinos deseaba hablar, no fue hasta luego de un rato que estuvimos en la misma página y cuando le di a conocer mis intenciones de venir, me ofreció asilo en su casa, lo que me vino como anillo al dedo.

Ustedes dirán que es irresponsable aceptar vivir con alguien que ni conoces en persona, pero, ¿qué otra opción tenía? Además, la señora Powell se oía bastante amable, no como una asesina en serie. Si bien nunca he escuchado a uno, no me los imagino con una voz dulce eso podría ser una trampa para atraerme a sus terrenos y encerrarme en algún tipo de casa creada para torturar... No, mejor no pensar mucho en ello, concéntrate, Diana. Observo mis maletas, no son tantas, pero tienen lo suficiente para comenzar con comodidad esta nueva vida... El problema es el resto de mis cosas. Todo lo que compré y aproveché de traer en el barco.

Tengo bastante comida en un baúl; enlatados, arroz y todo lo que encontré útil para el invierto. Si bien el barco volverá a traer cosas pronto, es mejor almacenar toda la comida posible, además, la idea de llegar con las manos vacías a la casa de la amable anciana me hacía sentir sumamente incómoda. Resoplo, viendo el barco a lo lejos, tengo que conseguir salir de aquí antes de que lleguen a la orilla, no deseo reencontrarme con Kiram y sentirme pequeña ante sus encantadores ojos azules.

Coloco todos los bolsos y maletas encima del baúl, como si de un juego de tetris se tratara, entonces doy un tirón con todas las fuerzas que logro reunir. Miento si digo que se movió algún centímetro, pero eso no significa nada, todavía tengo tiempo y juro por mi seno derecho que encontraré la manera de que mis cosas lleguen a mi destino. Pienso en llevarlas por partes, pero lo cierto es que no tengo idea de dónde vive la anciana —debo preguntar apenas llegue al pueblo—, y no sé cómo sea la seguridad aquí, ¿si vuelvo y no consigo mis cosas?

La distancia del muelle a lo que yo supongo es la entrada del pueblo no es mucha, yo diría unos 50 metros, el problema es que es una pequeña subida, lo que me impide ver más allá de un umbral metálico de donde guinda un tablón en el que se puede leer Rogue Town. Puedo hacerlo, yo lo sé, es repitiendo eso mentalmente que comienzo a tirar del baúl otra vez, rezando por qué ningún bolso se caiga ahora que he logrado comenzar a arrastrarlo poco a poco.

La última fronteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora