Sobreviví a mi primera noche en Alaska, dormí como un bebé, y cuando desperté por la mañana supe que tomé la decisión correcta al venir aquí. Hace dos años desde la última vez que dormí toda una noche sin pesadillas, sin despertar ahogada en llanto en medio de la noche, sin despertar más cansada que la noche anterior. Con los ánimos por los cielos me dediqué toda la mañana a sacar los víveres que traje y apartar una parte de ellos para entregársela a Helena, aparentemente no podré escaparme de almorzar con los Garrett hoy, por lo que decido que me sentiré más cómoda aportando algo. Termino bajando el baúl y la comida a su vez adentro de este, porque Analyse me explicó que guardarla en la alacena solo atraería osos. Lindo.
En la mañana me mostró el camino a un arroyo cercano, la única fuente de agua de la casa, los Garrett normalmente son quienes se encargan de cargar y llenar los depósitos de la casa una vez por semana, pero yo termino haciendo un viaje de mil vueltas para llenar un poco el tanque, porque a ese paso nos quedaríamos sin una gota antes de mediodía... Y después, nuevamente viví la pesadilla de cualquier mujer acostumbrada a un calentador. Una ducha rápida y un secado a la velocidad de un rayo que casi me congela el trasero después, me encuentro pensando en Kiram. Es casi inevitable, en la mañana llené el tiempo con cualquier cosa que pude hacer, pero no son las once y ya no queda nada pendiente en casa, aparentemente mi anciana casera sabe que saldremos a almorzar, por lo que distraerme cocinando tampoco fue opción.
¿A qué se refería con todo lo que me dijo en su casa? Bah, igual no importa, lo mejor es poner una sana distancia entre nosotros, pensar demasiado en sus palabras es todo lo contrario a una buena idea si no quiero encariñarme.
Miro el cuarto, he llegado tan lejos desde esa horrible tarde de abril cuando la perdí. Le doy una mirada a uno de los baúles, donde sé que guardo eso, pero creo que todavía no estoy lista para sacarlo, llegar hasta aquí me ha hecho avanzar un millar de pasos en mi proceso, pero no los suficientes, no para verla de forma constante sin culparme por lo que ocurrió, no para ver su cara, su sonrisa, sin pensar en todas las maneras en las que le fallé. Pero espero algún volver a hacerlo y dejar la culpa atrás, porque la conozco... si ella estuviese aquí me golpearía, por idiota, diría. Estoy acostada con mi vista fija en el techo, recordando cada segundo del día anterior, la familia Garrett parece salida del más divertido de los libros de cuento, casi ninguno se parece, pero al convivir con ellos noté algo que me hizo extrañar muchísimo a April, el calor en la mirada de Helena viendo a sus hijos comer y charlar entre risas, la confianza de Kiram al hablar con Giovanny, Axel o Sun-Oh, la cara iluminada de Maddie cuando alguno la toma en los brazos, el cariño que se tienen no es poca cosa, y muy por dentro de mí, detrás de todo el miedo que me produce la idea de seguir frecuentándolos, hay una pequeña voz gritando que quiere ser parte de ello.
El problema es la otra voz, esa que me susurra lo que ocurrirá el día que se enteren del por qué llegué a Rogue Town, que piensa que me culparán por lo que ocurrió usando algunos de los argumentos que el periódico publicó contra mí, se acabarían todas las invitaciones a comer, los saludos amables y sonrisas flojas, de solo imaginar una mirada acusadora y llena de odio viniendo de Kiram o cualquiera de sus familiares, algo aprieta dolorosamente mi corazón. No estoy lista para que ellos o nadie en absoluto lo sepa, escapé de Chicago porque la más mínima salida al super estaba llena de miradas, de lástima, decepción u odio, nunca supe cuál me dolía más, solo que llegar aquí y ser recibida como si los últimos dos años de mi vida no hubiesen ocurrido fue lo mejor que me ha podido pasar desde entonces y prefiero que se quede así.
La hora del almuerzo llega inesperadamente rápido. Por lo que pronto tuvimos al cuarteto Garrett invadiendo el salón, justo como ayer cuando apenas se presentaron. Al parecer están volviendo de hacer alguna clase de trabajo pesado, todos llevan la frente brillante por el sudor y mejillas sonrojadas, si bien la imagen de cuatro hombres sudados resultara de lo más repugnante en otras circunstancias, los hermanos Garrett se ven más atractivos que nunca, un poco de suciedad en los brazos es suficiente para darles un toque rudo de lo más atrayente. ¿Es que acaso nunca se ven mal? El único que no parece leñador de calendario es Sun-Oh, quién apenas tiene 16 y por su contextura flacucha entre las capas de ropa y sus enormes hermanos resulta un poco cómico.
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La última frontera
RomansaDiana se muda al pueblo más remoto que pudo encontrar en Alaska persiguiendo su felicidad. Rogue Town tiene solo 60 habitantes y un estilo de vida más extraño de lo que jamás pudo imaginar. Pero ella está decidida a dejar atrás su pasado, no cometer...