Capítulo 5

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—Pero vaya que son desastrosos, ¿eh? —dice Analyse, que ha llegado atraída por el ruido, palmeo mis mejillas para volver a centrarme, porque siento que he divagado por demasiado tiempo, mis rodillas comienzan a quejarse por la posición.

Kiram se perdió de mi vista, pero no pasa mucho antes de verlo llegar con un trapeador. Para entonces ya he recogido todo lo que puedo con mis manos, así que la limpieza termina siendo algo bastante rápido.

—Bueno, ahí se fue tu almuerzo y el mío —comenta despreocupadamente, antes de ahogar una risa con su mano.

Y ese es el interruptor para que el pasillo se inunde de carcajadas, es tanto así que no puedo evitar reírme también, notando como se va lo último de aquella opresión en mi pecho, contagiada por la energía de los demás. Respiro hondo, tratando de calmarme mientras Kiram termina de eliminar cualquier evidencia del desastre que he ocasionando.

—¿Quedó algo en la cocina, chicos? —pregunta Analyse hacia el resto de los Garrett, quienes por lo que veo no han podido salir a comer por mi torpeza.

—Creo que solo alcanzaría para uno —dice Giovanny, levantando la tapa de algunas ollas sobre la cocina rudimentaria.

Es una estructura simple, pero se me hace de lo más curiosa. Claro, no esperaba encontrar tuberías de gas directo aquí, pero verlo es diferente a imaginarlo. Parece una mesa, pero en lugar de ser plano se convierte en una especie de recipiente hondo, donde puedo alcanzar a ver las cenizas del carbón, está cubierta con una parrilla y una plancha. El exterior de las ollas sobre la parrilla está completamente negro, pero basta echar un vistazo al resto de la cocina para notar que, aparte de eso, todo está impoluto.

—Vale, yo comeré en la casa. Sírvele a Diana lo que queda —dice Kiram, encogiéndose de hombros.

Decido no replicar, aunque el error fue mío por ir distraída, él tiene donde comer —lo acaba de decir—, yo no, y la verdad tengo mucha hambre. Le agradezco sin mirarlo, porque sigo pensando que es demasiado hermoso para ser normal y no quiero quedarme embobada otra vez. No pasa tanto tiempo antes de que Sun-Oh deposite en mis manos un cuenco de arcilla con lo que parece ser sopa. Y así, para mí sorpresa, el asunto de la cocina queda olvidado. Esperaba gritos o alguna reprimenda de Analyse, pero después de reírse quedamente, se fue a su habitación, alegando que no quería presenciar más desastres en su suelo.

Más tarde, cuando estamos en la sala ya saciados —a excepción de Kiram—, escucho la conversación que tienen los hermanos, intentando y fracasando al seguirles el ritmo. No puedo concentrarme cuando hablan de gallinas y saltan a botes, pero vuelven a los zorros, se interrumpen constantemente y hay golpes por doquier, pero pese a que no puedo entender ni tres cuartos de lo dicho, me siento bastante cómoda con ellos. Tienen una actitud relajada que me hace bajar algunas de mis defensas, o no sé, acabé con mi vida social hace dos años, después de lo que ocurrió me alejé de casi todos mis amigos, incapaz de soportar sus miradas, pensando en si ellos me culpaban tanto como yo misma lo hacía. Aquí sé que no es así, nadie conoce mi historia, nadie me puede juzgar, solo yo... Y espero que con el tiempo eso también cambie.

—Es hora de ir a casa —Es la voz de Kiram la que se escucha por sobre las demás, y todos parecen estar de acuerdo.

En lo que ellos recogen y vuelven a poner todo en su lugar con una tranquilidad casi increíble, pienso en que podría subir y dormir un poco, estoy algo cansada por todo el día y ni siquiera son las cinco. Todos se despiden a coro de formas distintas, volviéndose un desastre del que no logró entender nada más que un adiós. No me he levantado, pero no parece importarles. Sun-Oh hace un gesto con la mano, Axel se despide asintiendo quedamente, Giovanny se dirige a mi lado y me da un beso en la mejilla, y cuando es el turno de Kiram, se detiene a mi lado un segundo, antes de hablar.

La última fronteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora