Capítulo. 04

8 2 0
                                    

—An, despierta, debo irme. —Escuché la voz de Ashley mientras acariciaba mi cabello, abrí los ojos un poco y asentí.

Me había quedado dormida la noche anterior con Ashley sosteniéndome. No recuerdo haber dicho una palabra después de que el doctor saliera.

—Buenos días, señoritas. —La voz del doctor Sandoval se hizo presente en la habitación.

—Yo voy de salida doctor, la dejo en sus manos. —explicó Ashley mientras se encaminaba a la puerta.

—¿Cómo te sientes hoy? —Preguntó el doctor observando el catéter.

—Estoy mejor, ¿Cómo se encuentra Jason? —Pregunté preocupada y el doctor suspiró, y precedió, luego, a explicarme.

—Se encuentra en mejores condiciones, pero estará bajo supervisión médica durante dos días.—Habló el doctor.

—¿Sabe cómo puedo contactarlo? —Pregunté ansiosa.

—No puede estar en contacto con nadie por el momento. —Informó el doctor mientras anotaba algunas cosas en su libreta—. En cuanto esté de vuelta, te informo. —Fue lo último que dijo antes de salir y yo simplemente asentí.

Había caído en un sueño profundo después de la charla con el doctor. Al despertar enfoco a mi madre en el sofá reclinable leyendo unos papeles y a mi derecha está el desayuno. Al instante me llega una idea de quien pudo haberlo traído, y por un instante se apodera la emoción de mí.

—Hola cariño. —dijo mi madre al sentir mi mirada.

—¿Quién ha traído el desayuno? —pregunto intentando retener la emoción.

—La enfermera. —respondió mi madre y fue notoria mi decepción.

—¿Ocurre algo? —Se preocupó al notar mi cambio de humor, pero sonreí rápidamente para evitar contar el suceso de ayer.

—Ya quiero salir de aquí. —exclamé con emoción y estiré mi cuerpo para destensarlo.

—Lo sé cariño. —Me observó con una sonrisa amplia y sus ojos cansados.

—Solo tenemos un problema. —agregó y me tensé de inmediato.

—No quiero imaginarlo... —dudé, con un absurdo y horrible pensamiento rondando en mi cabeza.

—Lo siento cariño, pero tendrás que permanecer aquí más tiempo del debido. —Exhortó mi madre con pena.

—No me gusta estar en estos lugares y lo sabes. Va—expresé con fastidio cubriendo mi rostro con ambas manos.

—Me he esforzado mucho en comer todo el menú que me indicaron. —agregué a punto de llorar, y es que me frustraba tener que permanecer aquí más tiempo, no estoy enferma solo es una simple gastritis.

—Lo sé cariño, pero el doctor observó algo que no le gusto en lo absoluto. —Mi madre fijó su mirada en mí y mi temor creció a niveles exorbitantes.

—¿Qué tengo, mamá? —Pregunté con temor, y definitivamente no estaba preparada para escuchar aquello a mi corta edad y con un escaso conocimiento de la vida.

—Tienes cáncer de mama. —Logré escuchar antes de sentir mis mejillas húmedas por las lágrimas.

Y es que nadie está preparado para que le digan que su vida pende de un hilo. Nadie está listo para escuchar que su muerte está a la vuelta de la esquina esperando por ti, que en cualquier momento sufrirás tanto que desearás irte lo más pronto posible. ¿Qué pasa cuando ni siquiera estás listo para vivir y ya tienes que morir? Esa la pregunta que se pasea por mi mente como palabra perdida en un diccionario. No sabía cómo empezar a vivir y resulta que ahora debo estar lista para morir. «Somos un instante en un libro finito llamado vida» y con la respuesta de mi madre he confirmado la realidad que contiene dicha frase.

Más allá de bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora