Iwaizumi había creado una regla infalible, que cumplía al pie de letra siempre, jamás de los jamases, esta regla era rota. Entonces por eso no se explicaba del todo muy bien por qué estaba ahora frente a este castaño parlanchín que no dejaba de hacer gestos exagerados, incluso corporalmente, y por culpa de eso Iwaizumi se vio obligado a esquivar los movimientos de las manos de Oikawa que casi le daban en la cara. Por suerte termino su helado antes de que Oikawa se emocionara tanto platicándole sobre como... ¿De qué estaban hablando? O bueno, mejor dicho, ¿De qué estaba hablando su amigo?
- Eh Oikawa, vamos a sentarnos en esa banca de ahí- dijo apuntando a la única banca desocupada en el parque.
- Iwa-chan, ahí da el sol, mejor en aquella. *
Antes de que Iwaizumi quisiera llevarle la contra -más por costumbre que porque de verdad quisiera hacerlo- estaba siendo arrastrado hacía aquella banca que se acababa de desocupar frente a la fuente.
El color del agua en la fuente era inmensamente extraño, Iwaizumi creyó que su vista ya estaba muy deteriorada por el uso excesivo de su play, pero juraría que el agua era rosa.
- ¿No crees que el día es bonito? – pregunto Oikawa una vez que estuvieron ambos sentados.
Iwaizumi volteo la mirada al cielo, el azul intenso junto al sol brillante le cegó por unos segundos antes de que sus ojos se acostumbraran un poco a la cantidad de luz. Luego, casi por instinto, miro hacía Oikawa. Su amigo se veía decentemente cuando no estaba parloteando tanto, eso pensó. Aunque la verdad es que Oikawa se veía bien siempre, incluso cuando estaba de chiflado y renegado. También cuando estaba dormido con la boca abierta o cuando despertaba con restos de baba en la boca, cuando estaba todo sudado luego del entrenamiento o un partido, cuando hacía saques, cuando le daba pases, cuando... Existía.
Estúpido Iwaizumi andas muy cursi...
Sin embargo, se lo permitía ahora que esos pensamientos quedaban solamente en su cabeza. Si no se los decía a Oikawa era por respeto; respeto a su relación de amigos. Aunque jamás se lo dijera, los sentimientos de Oikawa eran preciados para Iwaizumi, más que los propios.
Lo amaba y quizá se dio cuenta de eso hace mucho tiempo atrás, cuando aún eran unos adolescentes y el mundo se reducía a Oikawa e Iwaizumi y un balón de Volibol, nada más, nadie más, y era suficiente.De pronto Iwaizumi fue consciente del ambiente.
En todas las bancas que estaban ocupadas alrededor de ellos dos, estaban sentadas diferentes parejas, demasiado acaramelados. Eso lo puso nervioso y como demostración paso a rascarse la nuca. Oikawa no paso por alto esa acción, ni tampoco las mejillas ligeramente coloreadas de rojo de su queridísimo Iwa-chan.
Un calorcito agradable se instaló en su pecho.
Oikawa pensó que si en ese momento el fuera una bomba, su detonante sería Iwaizumi.
Solo él podía explotarlo de felicidad.
Tenía ganas de molestar a Iwaizumi con un comentario referente al ambiente, pero se detuvo.
Para Oikawa los sentimientos de Iwaizumi eran sumamente importantes, más que los propios.
¿Debía?
Ver a Iwaizumi estando tan cerca, en esa distancia de escasos centímetros Oikawa se sentía a metros, quería poder sujetar su mano y besar sus labios, dormir entre sus brazos y despertar con su aroma.
Estaba enamorado de Iwaizumi y su momento de estallar había llegado.
- Iwa-chan, pensé en mil momentos adecuados desde que tengo 15 años para decir esto, pero nunca ninguna escena en mi cabeza terminaba por convencerme- empezó a decir haciendo que Iwaizumi volteara a mirarlo directamente a los ojos- Yo...Yo realmente... tengo que decir esto porque eres mi mejor amigo, diablos, eres tan especial para mí y aunque lo niegues sé que soy igual de especial para ti. Somos como uno mismo. Almas gemelas, como quieras llamarlo. Estamos aquí juntos ahora y es todo lo que importa, pero quisiera que fuera así por muchos años más...Realmente quisiera- a Oikawa los ojos se le llenaron de lágrimas y no pudo continuar hablando.
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Haikyuu In Love
General FictionOne Shots de como creo que fue cuando las parejitas de Haikyuu se declararon a su peoresnada, o sea, el amor de sus vidas.