Remordimiento

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Antes de salir a toda velocidad de su departamento tomó un pan tostado y le untó crema de cacahuate y apresurado lo llevó a la boca.

Una vez en la recepción se despidió rápidamente del portero quien era en escencia su único conocido ya que todos los vecinos habían descubierto su extraña naturaleza y habían tomado su distancia, no querían importunar al jóven que diario salía prácticamente corriendo sin importarle quien se cruzará en su camino.

Y honestamente así estaba mejor, le habían evitado la molestia de alejarlos de una manera no muy grata o sutil, el había ido a Boston para empezar otra vez y no cometer el mismo error de nuevo.

No le interesaba crear lazos o socializar con la gente, se había acostumbrado a su solitaria vida comparable con la de un anciano amargado, y la verdad a estas alturas no le importaba en absoluto.

Consiguió un empleo de medio tiempo como mesero, cosa que al principio le costó demasiado teniendo en cuenta su introvertida forma de ser, de alguna manera se las arregló para poder atender a toda esa gente en ocasiones insoportable por $10 dólares la hora.

Ese día iba con especial prisa ya que tenía que anotarse en el seminario del profesor Westbrook, en la universidad de Boston, iba a tomar su clase no solo porque la literatura era lo que más le encantaba si no que era bien sabido que ese hombre de casi 50 años podía ser de gran ayuda si quería graduarse y quién sabe conseguir un doctorado si tan solo aceptaba ser su director de tesis.

Con el paso de las semanas su mente dejaba de molestarlo con el tema de todos los días, excepto claro cuando llegaba la hora de dormir, en ese momento era vulnerable, en sus pesadillas podía ver todo el daño que había causado, se preguntaba una y otra vez como era posible que cosas tan atroces no fueran un delito, así al menos lo habrían arrojado a una celda dónde pagaría los errores que había cometido y de alguna manera limpiar su consciencia y vivir tranquilo.

En su lugar se encontraba en otra ciudad castigándose a si mismo con la perdida de su dulce amada mientras las personas a las que lastimó recogian los pedazos de su vida destruida por él.

Probablemente había un lugar especial para él en el infierno, ya que había sido tan cobarde que escapó en lugar de enfrentar los problemas.

Pero ¿qué se podía hacer a esas alturas? Nunca fué su intención hacerles daño de esa manera, pero con un simple perdón no solucionaba nada.

La confianza estaba rota, los corazones lastimados y lo único que quedaba era decepción.

Cómo sea al menos ahora le iba bien, cosa injusta claro, ¿Cómo podía ser capaz de seguir con su vida así como así?

No sé lo merecía, lo sabía y muy en el fondo por eso se autosaboteaba a cada oportunidad que tenía, aunque peleaba consigo mismo por seguir adelante, a pesar de todo la vida sigue, nadie dijo que sería justo.

Después de todo hay personas que hacen cosas peores y siguen adelante sin cargos de conciencia.

Caminaba por los pasillos de la universidad con su morral colgado a la espalda iba tan inmerso en sus pensamientos que no había notado a la silueta femenina que le acompañaba en su paseo.

— Si que eres rápido — se burló ella al no poder seguirle el paso, cuando notó su presencia el le miró de reojo, y disimuló una sonrisa
— ¿No te has puesto a pensar que simplemente estoy huyendo de ti?
—No, simplemente eres distraído, hace diez metros se calló tu Jersey, y ni siquiera lo notaste — La joven pudo notar que las mejillas del joven extraño se tornaron rojo claro mientras se cercioraba de la veracidad de sus palabras. Ella le extendió el Jersey para que lo tomara
— Gracias.... Perdón por haber sido grosero, debo irme. — el joven aceleró el paso aún más perdiéndose entre la multitud dejando a la chica atrás finalmente.

runaway trainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora