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29 de noviembre de 2011. 4.30am. Apartamento de Pia.

Estaba cayendo, lo podía sentir, y de repente ¡Pum! Quedo suspendida en el aire, ¿Acaso sería esto posible? Una figura con unas alas inmensamente grandes y negras como la oscuridad me tomaba por la cintura y cada vez se elevaba más hasta llegar a la terraza del edificio. Se paro en frente mio, con la cabeza gacha, sin permitirme mirarle la cara, solo podía ver sus hermosas y tenebrosas alas.
Me veía a mi misma en mi cuarto espiando a dos personas que conversaban sobre...¿Mi? Dos personas con la voz extrañamente conocida...

Desperté sobresaltada y bastante agitada a causa del sueño, no recordaba con exactitud los detalles, pero aún con lo poco que recordaba intente hacer un esfuerzo por relacionarlo con el accidente que yo no recordaba. Presentía que tenía algo que ver, y que mi cerebro quería manifestarlo en sueños, pero no pude seguir con mis pensamientos porque una persona toco la puerta de mi habitación.

—¿Puedo pasar? —dijo aquel chico mientras entraba en la habitación.

—Ya pasaste. —y dicho esto rodé los ojos, para que aquella persona notará mi enfado. —¿Quién eres? ¿Y qué quieres? -era el mismo chico del día de ayer, pero lo único distinto era que hoy sus ojos estaban tintados de un verde agua tan intenso que podías ver agua correr por ahí.

—Bueno mira —comenzó a decir él buscando mi mirada, de inmediato la aparte u me miré las manos. —sé que tú quieres respuestas, y te las daré por supuesto, no es normal que alguien que no te conoce entre a tu casa y luego se vaya.

—Ajá.

—La cosa es que tú me tendrás que contar todo acerca de ti y yo te contaré todo acerca de mi... ¿Vale?

Dude un momento, yo no era una persona a la cual le gustase hablar de si misma, era muy reservada y me costaba socializar con las personas, aunque exceptuando esto, pronuncié un «si con desconfianza»

—Hum, a ver, cierra los ojos, te contaré una historia —hice caso al extraño pedido de aquel hombre, aún ajeno a mi. Por alguna razón me inspiraba cierta confianza. El por su parte empezó a hablar, sin siquiera percatarse de mi nerviosismo, o eso creía yo. —No habrás los ojos en ningún momento. Bien te encuentras en tu habitación a las cinco de la tarde del día miércoles 28 de noviembre, recién llegas a tu casa de trabajar, ambos sabemos que no necesitas trabajar pero igual lo haces para no aburrirte. Entras en tu habitación, obsérvala bien, ¿qué ves?

—Em —dude un momento—. Mi cama, mi mesita de luz, y el armario.

—Concéntrate más, dame todos los detalles, hazme creer a mi que estoy ahí. —tuve que esforzarme más para aquello que me pedía.

—Bien vale. —dije y largue un suspiro. —Entro a la habitación, la cama esta a un costado, esta hecha, recuerdo haberla hecha esa misma mañana, el armario estaba cerrado y la luz esta prendida.

—Bien excelente, continuemos. Ahora son las nueve en punto, te encuentras en la terraza, a punto de hacer algo que ambos sabemos que no quieres...

—No, ¡No! ¡Basta! ¡sueltame! —se empezaba a intensificar cada vez más todo, tenía miedo de verdaderamente encontrarme en aquella terraza, a punto de saltar y...

—Bien ya, suficiente, abre los ojos —dijo aquel chico mientras chasqueaba sus dedos.

—Fue horrible. —dije entre pequeños espasmos que mi cuerpo producia, mientras que pequeñas gotas de un líquido denso asomaban por mis ojos.

—Ven aquí.—dijo aquel guapo chico mientras me acercaba a el y me rodeaba con sus manos, como si fuese el instinto de un padre que abraza a su hija para que esta deje de llorar. —Está todo bien, lo prometo.

—No promesas. —pude decir por fin cuando ya estaba más calmada. —la gente que promete, siempre traiciona.

—Yo soy distinto. Yo no traiciono.

—Ni siquiera sé tu nombre y ¿esperas que me crea eso?

El muchacho se encogió de hombros.

—Lo lamento, mi nombre es Matthew King, tengo 21 años, y vivo por ahí, en algún lugar más allá de la tierra. Bien y si mal no recuerdo, acordamos en que me dirías todo de ti.

—¿Ya? ¿Ahora? ¿Quieres que te largue toda mi vida así de una?

—Por supuesto, tienes pinta de ser interesante. —me pare de la cama y el me miro con asombro. Me acerque al armario y tome un Jean negro, una camiseta blanca ajustada al cuerpo y un buzo que me quedaba bastante holgado color azul Francia. Me senté en la cama nuevamente y agarré de debajo de ella, unas converse negras y me las puse, mientras ataba uno de los cordones de mis zapatillas, Matthew se arrodilló en el piso y me empezó a atar la otra.

—Esta bien pero deja que lo haga...

—Mira ya terminé. —dijo con ojitos entusiastas, como la de un chico que logra una hazaña imposible para él. —Hum, ahora, me podrías decir ¿Por qué te has cambiado?

—Es que quiero comer algo, luego te contaré mi vida.

—O puedes hacer ambas, a ver ¿qué hay aquí? —tomó una campera gruesa y me la dio —ven, vamos a ir a comer a por ahí.

El chico se salió de donde estaba, fue hasta el gran ventanal que albergaba en mi habitación, lo abrió, tomó carrera y se tiro por ahí.

Completamente estupefacta y sin moverme de mi lugar, quedé mirando el ventanal, con los ojos abiertos como platos, sin saber como reaccionar ¿¡Se había suicidado en frente de mis ojos!? Solo dí tiempo a reaccionar cuando alguien me toco el hombro. Me hizo dar el susto de mi vida, no sólo porque había entrado a mi casa sin que yo supiera, si no también porque era Matthew.

—P-pe-pero q-que d-emonios?

—Ah, lo siento, olvidé que tu no puedes hacer eso, cuando me cuentes todo acerca de tu vida, yo te contaré todo acerca de la mía. -Dijo y me guiño un ojo. —Mejor comamos aquí, ¿Te apetece un café?

¿ERES UN VERDADERO ÁNGEL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora