30 de noviembre de 2011. 1.30 hs. Apartamento de Pia.
Andaba deambulando por mi casa. De la cocina al comedor y del comedor a las habitaciones. No conseguía conciliar el sueño. Decidí servirme un vaso de agua. Me inquietaba que Matthew no hubiese llegado todavía, necesitaba de él, y eso era algo terriblemente malo. No debía encariñarme, con nadie. Yo era muy consciente de que, si dejaba entrar a alguien nuevo en mi vida, tarde o temprano terminaría sufriendo. Y por esto trataba de ser lo más asocial posible. Tenía amigos si es que así se podía decir, pero si ellos muriesen, por ejemplo, a mi no me dolería, porque jamás llegué a encariñarme demasiado con ellos. Jamás llegue a encariñarme con nadie.
Decidí ir a acostarme e intentar dormir, y cuando creí que jamás lo lograría, caí en un profundo sueño del cual no desperté hasta que se hizo de día.
Desperté algo abombada a causa de tanto dormir. Miré la hora en mi móvil, eran las 9 de la mañana, me preguntaba si Matt habría pasado por mi casa y luego se hubiera ido. Un ruido extraño en mi cocina me sacó de mis pensamientos.
Me pare sin hacer el menor ruido y agarre un palo de jockey que estaba dentro de mi armario. Salí de mi habitación con la intención de pegarle a cualquiera que en mi cocina se encontrara. Pero en vez de encontrarme a algún terrorista, estaba Matthew intentando preparar un desayuno.
-¿Que haces? -lo mire con una sonrisa burlona, su pelo todo despeinado le daba un aspecto tierno.
-Si esa sonrisa se debe al hecho de mi peinado, no te preocupes que tú ni te ves mucho mejor.
Le sonreí, era verdad, tenía el pelo lacio color miel todo alborotado, y el pantalón y buzos holgados negros no sumaban muchos puntos.
-Es evidente que no sabes hacer Hotcackes. -ambos reímos. Su risa era algo maravilloso.
-Vale, es verdad, ¿Que te parece si salimos a desayunar? Yo invito.
Dado que era sábado y no tenía nada mejor que hacer. Fui a mi habitación y me puse ropa un poco más decente. Y salimos.