Capítulo Siete

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—¡Bam! ¿Te gusta? —interrogó el rubio muchacho sosteniendo una tarjeta de crédito plateada frente a la pantalla del celular.

—Woooow...

—Y mira la mejor parte: tiene holograma —Con la emoción emanando de sus poros hizo girar la tarjeta dejando visualizar los reflejos rosados y azules en ella.

—Ya empiezas a verte como los ricos, hyung —exclamó el chico al otro lado de la pantalla. Dejó la tarjeta hacia un lado.

—Cuando junte lo suficiente regresaré a Corea y te llevaré a cenar la carne más lujosa que encuentres, inclusive pienso arreglarme este diente de aquí, ¿qué dices, Seung Min? —expresó su deseo tocando uno de sus dientes frontales para luego palparlo con la lengua.

—¿Qué le ocurre a tu diente, hyung? —preguntó estirando las mangas de su sudadera azul pastel para toser débilmente en los puños. La tenue luz de su habitación le iluminaba débilmente, a través de la ventana percibía al viento soplar con ligereza junto a un diluvio mañanero.

—Esta chueco, ¿lo ves? —inquirió haciendo ademán de torcer su dientecito como si de esa forma demostrara hacia dónde estaba girando.

—Ah... No lo había notado.

El rubio muchacho jadeó con dramatismo ubicando una mano en su pecho.

—¿Qué es esto, Seung Min? Después de tanto años y creí que me conocías...

—No es mi culpa que el olor de tus pies sea más notorio que tu diente chueco.

—Tch... Maldito mocoso, todavía que te invito a cenar —La risa burlona de su ex compañero se abrió paso a través de la bocina.

Cinco meses transcurrieron como un abrir y cerrar de ojos desde su llegada a América y la vida de Ji Sung había tomado un rumbo interesante. Después de su primer presentación le vinieron muchas más, y si bien al principio le era aterrador plantarse sobre el escenario con una audiencia cuya reacción desconocía, una vez  que empezaba a cantar sin ataduras y luciendo despampanante se olvidaba de todo aquello siéndole tan liberador y energizante. Con el tiempo, y la magia de la publicidad pagada, se volvió una sensación de las redes sociales en crecimiento y pronto su sueldo le fue aumentado debido a la alta demanda que se exigían de sus funciones.

Después del primer mes en la ciudad, abandonaron los departamentos de Airbnb y se consiguieron un piso en un edificio de encantadora vista en uno de los tantos rincones de Manhattan. Nueva York era increíble, se le hacía difícil hacerse a la idea de vivir en la ciudad que nunca duerme cuando su propia vida parecía ser un sueño continuo del que nunca quería despertar. Se le dio la maravillosa oportunidad de explorar las mágicas villas de Washington Square Park, recorrer la Quinta Avenida entera, divisar las más asombrosas vistas desde los pisos más altos de Rockefeller, admirar los anuncios de las luminosas pantallas de Times Square, de degustar platillos raros y divertidos como sandía estofada en restaurantes virales y de capturar una foto de perfil de Instagram idónea con Midtown como fondo. Sin mencionar cuánto le había costado reestablecerse en un nuevo idioma, y ni hablar del choque cultural, pero al menos, gracias al trabajo, le fue mucho más fácil sobrellevar todo aquello.

Ser una drag queen en Nueva York era fenomenal. Le era energizante y liberador finalmente ser recibido en la comunidad americana sin ser objeto de burlas o miradas de reprobación, por ser realmente aclamado por quien era y no por quien no deseaba ser. Aunque claro, eso no significaba que no hubiese ciertas reinas que se querían hacer pasar de listas y a las que deseaba arrancarles la peluca con furor pero eso es historia para después. Trabajar como drag profesionalmente y de tiempo completo era sumamente divertido; largas jornadas de ensayo, entrenamiento vocal con los ejemplares de los mejores sencillos, aprender a bailar en tacones, probar distintos estilos de maquillaje, romper con todo en el escenario y asistir a interminables sesiones fotográficas era mejor de lo que alguna vez pudo haber imaginado. Aunque igualmente era agotador, y ni quería pensar en lo dura que era la abstinencia, le podía más tener a tantos chicos lindos con los que no podría coger.

Pretty BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora