Capítulo Nueve

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Un par de delgados nudillos otorgaron una serie de toquidos a la puerta de la habitación.

—Han, ¿estás ahí? —llamaba el mánager acomodándose los bordes del saco. Esta vez estaba siendo precavido, no quería volver a toparse con una situación incómoda como la vez anterior— Vayamos a almorzar.

—Pasa —anunciaron y empujó de ésta. Cerró la puerta detrás suyo, no esperando el estado de la alcoba al darse media vuelta. El espacio de las habitaciones de hotel ya de por sí era muy reducido, y en ese momento se hacía notar por demás con reverendo chiquero. La habitación estaba cabeza abajo, con todas esas bolsas de compras vacías apiladas en una esquina sobre un sofá individual, trajes y vestidos estirados sobre el colchón, una de sus maletas abierta de par en par, diversos pares de zapatos acomodados al pie de la cama, pelucas y senos falsos sobre la mesa de tocador, esponjas de diferentes formas y tamaños formando un bulto en el suelo, varios pares de medias y montones de productos de maquillaje cuyas funciones desconocía regados por la alfombra. Podía jurar haber visto una barra de pegamento escolar entre todo eso— Puedes adelantarte, yo iré a buscar algo que picar más tarde —Y Han Ji Sung en un par de bermudas sentado en posición de flor de loto en el suelo, con una especie de malla en la cabeza que le ocultaba su cabello rubio, perfeccionando su maquillaje inmerso en el reflejo que le brindaba un espejo redondo portátil.

—¿Qué haces? Todavía faltan tres horas para irnos a la hora que acordamos.

—Lo sé, es lo que me toma montarme en drag, me estoy preparando con anticipación —respondió con distracción, enfocado en que su pulso no le traicionara mientras se hacía el delineado.

—¿En serio? —cuestionó el pelinegro, viéndose verdaderamente sorprendido.

—Oh, sí —Caminó por el estrecho espacio de puntillas, con extremo cuidado de no pisar sobre todo aquel maquillaje costoso y se buscó un lugar un poco apartado al lado suyo. Enredó las piernas apoyando el codo en una de sus rodillas, y la barbilla en una de sus manos—. ¿Qué?

—¿Qué de qué?

—¿Qué tanto miras?

—¿Acaso no puedo verte mientras te maquillas?

—¿Por qué quieres hacerlo de todas formas? —balbuceó incrédulo, pero divertido.

—No lo sé, me parece interesante. Digo, todo ese arte de la ilusión, los trucos, el montaje, me sorprende que logres verte como una verdadera mujer —sinceró. Ji Sung esbozó una pequeña sonrisilla y agachó la cabeza devuelta a su maquillaje.

—Gracias.

—Pero... ¿no es agotador? Quiero decir... todo lo que les lleva maquillarse, las pelucas, definir la forma del cuerpo... ¿cómo diablos esconden el pene siquiera?

—Sólo diré que involucra cinta adhesiva. ¿En serio quieres saber?

—Preferiría que no —Compartieron una risa, siendo aquella una extraña escena de una conversación armoniosa y tranquila entre ellos, exenta de riñas y ridículas discusiones—. ¿Es doloroso?

—Oh, vaya que lo es —confesó dándole un par de golpecitos a una brocha pequeña salpicada de sombra para ojos—, y no sólo esconderse el pene. Las llagas y ampollas que dejan los zapatos, las marcas de los corsets...

—¿Y por qué te gusta hacerlo? —interrogó, extrañado de que disfrutara hacer de todo aquello aun cuando era doloroso y abrumante.

Ji Sung le vio con impresión por un segundo y se encogió de hombros, regresando a sombrearse los párpados.

—En realidad, solía ser muy introvertido en la escuela.

—No...

—De veras. Mis padres creyeron que sería bueno que me apuntara a una clase extracurricular y viendo que la mayoría estaban llenas de cupo me decidí por teatro —empezó a relatar—. No éramos muchos en el club, y siempre nos hacía falta personal para cubrir algunos papeles, un día nos faltaron mujeres y me asignaron un papel femenino —Una sonrisa se plasmaba en su cara con clara muestra de nostalgia—, y... no lo sé, fue increíble porque nadie me reconocía y... podía ser yo mismo, podía decir abiertamente que me gustaban los hombres y nadie se burlaría de mí porque lo tomarían a broma —decía, el gesto de Min Ho volviéndose una mueca de empatía—. Debo admitirlo, me encantaba, amaba actuar, y me fascinaba disfrazarme de mujer. Cada que encontraba la oportunidad lo hacía. A escondidas de mis padres en la casa, en fiestas de Halloween, en las obras. Una vez que entré a la universidad quise dedicarme a las artes escénicas de lleno, pero al mismo tiempo tenía que valerme por mí mismo, fue cuando descubrí ese bar gay drag queen en Seúl, no quisiera decirlo, pero... realmente me salvó en esos momentos. Con el tiempo se volvió una afición y... no lo sé, quería dedicarme a ello —terminaba de decir maquilando sus ojos, usando una tarjeta de cartón debajo de éste para que cayera polvo en sus mejillas. Se giró hacia él—. Y al parecer te gusté —dijo burlón.

Pretty BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora