1. Oops

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—¡Zayn, por el amor de Dios, quieres traer tu maldito trasero a la cocina y sentarte a desayunar!— el grito de Liam desde la cocina lo termina de despabilar por completo.

Llevaba más de diez minutos dando vueltas en su cama, retrasando lo más que pudiera el tener que desprenderse de la calidez de sus suaves sábanas. Toma fuerzas y se levanta a la par que bosteza, al no encontrar a la vista sus pantuflas se agacha a buscarlas debajo de la cama y, efectivamente, es allí donde las encuentra.

Al salir de su cuarto se choca con Zayn, quien está igual de somnoliento que él.

—¡Louis, maldición!— se queja malhumorado el morocho— ¿Quieres fijarte por donde vas?

—Buenos días para ti también— le responde sarcástico y lo ignora continuando su camino hacia la cocina.

Liam se encuentra a espaldas a él cuando entra. Se acerca silenciosamente hacia el mesón, donde su amigo está preparando tres cafés. Se queda parado a su costado, observando atentamente como vierte el agua hirviendo de la pava eléctrica en tres tazas blancas del mismo tamaño. No está seguro si Liam les ha puesto azúcar así que busca en una gaveta la azucarera y se la trae. Le toca el hombro con su dedo índice pero parece que su amigo no se había percatado de su presencia. Se sobresalta asustando a su vez a Louis, a quien se le escurre de las manos el recipiente de vidrio que contenía el azúcar.

—¡Carajo, Louis! ¿Estás bien?— pregunta preocupado Liam al ver los vidrios demasiado cerca de sus pies.

—Sí, sí. Ninguno me llegó a rozar— responde rápidamente para tranquilizarlo —trae la escoba— le pide mientras se agacha a recoger los trozos más grandes.

—Ten cuidado— dice antes de girarse a buscar la escoba en una de las gavetas.

Louis toma con rapidez los pedazos de lo que era la azucarera pero en el apuro uno le roza el dedo índice, dejándole un pequeño corte en la primera falange. Maldice en voz baja al notar que la sangre no se hace esperar y comienza a brotar rápidamente, suelta los trozos de vidrio que aún tiene en las manos y se levanta para limpiar su dedo bajo el chorro de agua fría del fregadero.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó, te cortaste?— Liam voltea a verlo con la escoba en la mano pero rápidamente la deja a un lado para acercarse hacia él.

—Sí, sí. Estoy bien. Es solo un pequeño corte— levanta el dedo y le muestra.

—Iré a buscar unas curitas. No toques nada más, deja que me encargo yo después— le habla como una mamá a su hijo antes de perderse por la puerta rumbo al baño.

(...)

Luego de limpiar el incidente de la azucarera, los tres se sientan a desayunar unos cafés amargos acompañados por tostadas de pan lactal. Engullen con rapidez la comida sin llegarla a disfrutar del todo pero deben apresurarse para no perder el metro que los llevará a la universidad.

Una vez que terminan su desayuno, no se molestan en lavar las tazas. Louis corre a su habitación a cambiar su pijama por unos jeans y una remera manga larga, antes de salir toma un buzo al azar de su armario y mientras se lo termina de poner entra al baño e imita a Zayn, quien está cepillando sus dientes.

—¡¿Qué es lo que hacen que tardan tanto?!— escuchan a Liam a gritar desde la sala de estar.

Ambos hacen unos buches rápidos para enjuagar los restos de pasta dental de sus bocas y no tardan en encontrarse con Liam en la puerta principal, quien está sosteniendo sus mochilas.

Sin perder más tiempo, salen del departamento y bajan por las escaleras los dos pisos que los separan de planta baja. Son diez los minutos que les quedan para llegar a tiempo a tomar el metro, deben correr si no quieren perderlo.

(...)

—¡Adiós, los veo a la tarde!— se despide de sus amigos quienes bajan del metro y caminan un par de cuadras hasta llegar a su universidad. Él debe seguir de largo un par de estaciones más hasta llegar a la suya.

El metro de Londres siempre viaja lleno pero esta es hora pico lo que significa que no dejan de subir ni de bajar personas y es imposible encontrar un asiento libre. Endereza su espalda a la vez que suelta un suspiro al sentir el persistente dolor en sus hombros, producto del peso de su mochila sobre ellos. Odia viajar en el metro por estas horas porque nunca consigue un asiento libre y su escasa altura no le permite sujetarse con seguridad al pasamanos. Saca su celular de unos de los bolsillos de su pantalón y después de conectarlo a sus auriculares, espera que la música le haga más llevadero el viaje.

Minutos después debe propinar unos cuantos codazos para hacerse espacio entre las personas que suben y bajan para él poder salir. Disfruta de volver a respirar aire fresco mientras camina las tres cuadras que lo separan de la universidad de medicina.

(...)

Son las dos en punto cuando su última clase del día termina. Recoge con rapidez el cuaderno lleno de apuntes desprolijos y su pequeña cartuchera donde lleva únicamente lo básico, y los arroja descuidadamente dentro de la mochila. Se despide de algunos compañeros que le regalan un amable saludo y se apresura a dejar atrás el aula. Mientras recorre los pasillos rumbo a la salida, rebusca en su mochila alguna golosina con la que pueda calmar a su estómago hasta que llegar a casa pero lo único que encuentra son unos aplastados chicles de menta. Los deja en el fondo de su mochila nuevamente y se apura en salir del edificio. Camina las dichosas tres cuadras de regreso al metro mientras agradece traer puesto el buzo de algodón gris, el frío no se hace esperar y un viento helado lo acompaña hasta que se sube al transporte público. Esta hora no es muy concurrida por lo que logra encontrar fácilmente un asiento libre donde sentarse.

(...)

Louis se despierta sobresaltado al sentir como su cuerpo se sacude, producto de que el metro haya frenado de golpe. Aún con algunas lagañas en sus ojos, observa por las ventanillas que esta es su parada y se apresura en bajar antes de que el metro siga su camino. Bosteza mientras resguarda sus manos del frío dejándolas dentro de los suaves bolsillos de su buzo. Solo le hace falta caminar cuatro cuadras para observar la fachada de ladrillo visto de su edificio. Mientras se acerca busca en el bolsillo pequeño de su mochila, el juego de llaves doradas. Una vez que las encuentra, introduce una de ellas en la cerradura y abre la antigua puerta de madera oscura. Después de saludar al amable portero, comienza a subir las escaleras mientras piensa en el delicioso empanedado de jamón y queso que comerá cuando llegue a su departamento. Camina con los ojos puestos en la cerámica del piso sin prestar atención al camino hasta que el impacto de su cuerpo contra otro lo saca de sus pensamientos . En el momento en el que la persona se voltea al sentir el pequeño cuerpo de Louis chocar contra su espalda, el ojiazul jadea ante el par de ojos esmeralda que lo observan con intensidad.

—Oops.

—Hola.

En multimedia dejo foto de la apariencia física que tiene Louis en la historia.

El sobrino de la vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora