3. Hola de nuevo

16 6 4
                                    

Las palpitaciones de su corazón vuelven a acelerarse cuando el timbre resuena por las habitaciones del pequeño departamento, pues Louis sabe con exactitud quien lo espera del otro lado de la puerta. Mientras corre a su cuarto para cambiarse el buzo gris por otro que esté mejor cuidado, le avisa a Zayn que irá a merendar al departamento de Eli, sin dar detalle alguno sobre la persona que tocó el timbre.

—Tráeme algunas galletas— le pide el morocho.

—Mmh, lo pensaré— bromea el ojiazul, sabiendo que dentro de unas horas estaría entrando al departamento nuevamente con un puñado de galletas en el plato que su vecina le prestaría.

Antes de irse, da un vistazo a la habitación de Liam para asegurarse de que esté descansando como le había indicado minutos atrás. Al abrir la puerta, lo encuentra profundamente dormido; con sus labios levemente entreabiertos, respira lentamente al compás de unos suaves ronquidos. Su cuerpo está hecho una pequeña bola en el centro de la cama, en un reflejo inconsciente de mantener el poco calor que su cuerpo aún conservaba. Entra en puntitas de pie, intentando ser lo más silencioso posible y lo arropa con cuidado, no sin antes dejar un beso en su frente.

—Gracias, Tommo. Te amo— susurra entre sueños. Sabe con seguridad que es él quien lo está arropando, pues es el único que acostumbra a hacerlo cada vez que lo encuentra dormido.

El ojiazul sonríe— Yo también te amo, Payno.

Se apresura a salir de la habitación, no sin antes cerrar la puerta para que ningún ruido pueda interrumpir su siesta, cuando escucha el timbre sonar por segunda vez.

Mientras camina hacia la puerta principal termina de ponerse el buzo que momentos antes había tomado de su armario e intenta acomodar algunos mechones rebeldes que caen sobre su frente, sin ser conciente realmente si está emprolijando o despeinando aún más su cabello. Siente el sudor correr por las palmas de sus temblorosas manos al tomar el manojo de llaves de arriba de la mesa, toma una gran bocanada de aire e intenta deshacerse de los nervios mediante un suspiro antes de finalmente abrir la puerta.

Harry nuevamente se pierde en aquel océano que Louis tenía por ojos, sin ser conciente que al contrario le pasa exactamente lo mismo con sus vidriosos orbes verdes.

—Hola de nuevo— hablo primero el más alto— mi tía ya terminó de hacer las galletas y— baja la cabeza y se desordena sus rulos para luego volver a acomodarlos en un gesto nervioso— ya sabes, me pidió que te viniera a buscar.

Louis sonríe— Sí, sí— sale del departamento y continua hablando mientras cierra nuevamente la puerta— q-quiero decir, es lo que habíamos arreglado hace un rato— se maldice internamente por tartamudear y mientras guarda el manojo de llaves en uno de los bolsillos de su buzo; comienza a caminar a la par de Harry quien prefiere no contestar y solo asiente.

Al escuchar el ruido de la puerta, Eli se apresura a dejar el plato con galletas arriba de la mesa y correr hacia la entrada—¡Cariño!— recibe efusivamente a Louis con un beso en la mejilla— solo me falta calentar la leche para el chocolate caliente pero pueden empezar a comer las galletas. Ya le separé un par a Zayn— le guiña un ojo al ojiazul, quien ríe en respuesta.

—Gracias, Eli. Ya mismo iré a comer esas delicias horneadas que solo tú sabes hacer— dice mientras que su vista está puesta en el plato de galletas que, anteriormente Eli había dejado sobre la mesa.

El rizado solo es espectador de la escena frente a él; le llama la atención como aquel pequeño ojiazul es tan cercano a su tía. Su relación se parece a una de madre e hijo; aquellas de lazos fuertes y unidos en donde la confianza es tanta que él le cuenta cómodamente sus inquietudes y ella es la primera persona con la que celebra sus victorias. Es aquella relación que a Louis le falta hace ya cinco años y la que Harry perdió hace tan solo unos meses. La relación que ambos anhelan y que ninguno puede tener.

(...)

Son dos tazas de leche humeante las que son puestas sobre la mesa, a la par de unas pequeñas barras de chocolate amargo.

—Ahora sí, ya pueden comenzar a...— a medida que habla baja el volumen de su voz y frena al ver que son varias las galletas que desaparecieron del plato para ese entonces—¡Les dije que esperaran hasta que les sirviria el chocolate!— los regaña cariñosamente Eli con los manos en su cintura, en forma de jarra, en un intento de que su enojo pareciera real.

Ambos jóvenes se voltean a ver entre sí. El ojiazul tiene varias migajas en las comisuras de la boca y parte de las mejillas, como evidencia del crimen cometido únicamente por él. El rizado deja ver un par de profundos hoyuelos cuando sonríe al ver la imagen frente a él, Louis parece tan solo un niño pequeño que acaba de cometer una travesura.

—¡Se las comió Harry!— se apresura a decir. Los ojos del acusado se abren con sorpresa y antes de que pueda defenderse, su tía se adelanta.

—¿Ah sí?— pregunta, a lo que asiente— ¿Entonces por qué tus mejillas parecen decir lo contrario?

Louis frunce el ceño confundido sin saber a lo que se refiere pero antes de que pueda preguntar, una tímida mano rosa contra su mejilla izquierda y retira cuidadosamente las migajas.

—G-gracias— es lo primero que su cerebro logra decir al tiempo en que la temperatura de su rostro aumenta furiosamente.

Harry solo sonríe y disfruta un segundo más de su tersa piel acaramelada antes de alejarse.

(...)

Las tazas habían sido vaciadas hasta su último sorbo y lo único que queda sobre la mesa es el envoltorio de las pequeñas barras de chocolate. La pila de galletas había desaparecido ya hace bastante mientras los tres mantenían una amena conversación.

—¿Estudias?— había preguntado Harry luego de que Louis dijera que casi pierde el metro y se pierde la primer clase.

—Sí, pediatría ¿y tú?

El ojiverde le había contado que estaba cursando su segundo año de psicología y Eli había alardedo sobre su inteligencia. Louis sonrió al percibir el orgullo en la voz de la mujer y deseó que alguien hablara así de él, que alguien se sienta orgulloso de él. Sin saber que, al mismo tiempo, Harry deseaba lo mismo.

—Aunque tu inteligencia es igual a tu impuntualidad— bromeo Eli.

—La universidad me quedaba lejos y el autobús siempre se retrasa— se defendió— pero ya no más, ahora que me mudé aquí, la universidad me queda mucho más cerca.

El ojiazul había dejado a un lado su submarino cuando su atención se desvía a lo que habla el rizado.

—¿Te mudaste aquí?— preguntó de inmediato.

—Sí, acabo de hacerlo ayer— contesta, a lo que Louis no logra formar una oración coherente en su mente para decir.

¿Ese chico de rulos chocolate y ojos esmeralda, viviría a tan solo unas puertas de su departamento? ¿Él sería su nuevo vecino?

¿El sobrino de la vecina?

El sobrino de la vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora