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Las semanas pasaban volando, convirtiéndose rápidamente en casi dos meses, Anahí había empezado a trabajar en la clínica de Alfonso a los dos días de la operación de urgencia y, aunque pasaban prácticamente el día juntos, casi nunca lo hacían a solas, la pasaba a buscar todos los días, para ir a trabajar y para llevarla a los ensayos de la banda, allí Anahí se pasaba el rato escuchándolos y escribiendo cosas en el cuaderno que dijo que se compraría. Alfonso la había invitado a cenar algún que otro día, aunque casi siempre se negaba.

- Anahí - la voz de Maite la sobresaltó - ¿puedes dejar de quedar tanto con Poncho? Estoy harta, siempre contigo ¡déjale en paz!
- Pero yo no soy la que hace los planes... es él quien me invita. Además, trabajamos juntos, nos tenemos que ver todos los días...
- Pues le dices que no, no seas pesada. Es mío ¿entiendes?

Anahí asintió, volviendo a mirar su cuaderno, en el que llevaba varias semanas escribiendo ¿canciones? Debía de ser por pasar tanto tiempo con la banda de sus amigos, hacía años que no se sentaba a escribir algo y seguramente fuese una letra horrible, pero reflejaba lo que sentía a la perfección. Alfonso clavó su vista en ella en ese momento, aunque ella no se dio ni cuenta porque estaba concentrada, mordiendo el lápiz y mirando con el ceño fruncido la hoja en la que escribía.

-No se va a evaporar - le susurró Dulce, riendo.
- ¿Qué? - apenas la había escuchado.
- Annie, no se va a evaporar ¿sabes?
- Si... pero... se fue una vez, no sé que pasaría si lo hiciese de nuevo...
- ¿La has besado ya? - Alfonso abrió los ojos y Dulce volvió a reír.
- No ¿debería?
- Por supuesto. Hoy, cuando la dejes en su casa, bésala. La sorprenderá, pero le gustará - palmeó su hombro - créeme que le gustará.

Durante lo que quedaba de ensayo, Alfonso tocó la guitarra como un autómata. No podía apartar la mirada de Anahí, escribiendo en su cuaderno, mientras movía la cabeza y uno de sus pies, al ritmo de la música. Era hermosa y perfecta para los ojos de Alfonso. Se despidieron de todos y Alfonso abrió la puerta de su coche para Anahí.

- Gracias por traerme, aunque no hacía falta - sonrió - seguro que tienes cosas que hacer, gente a la que ver... - añadió, refiriéndose a Maite.
- Todo puede esperar - le sonrió, haciendo que su corazón se acelerase.
- Su... supongo - sonrió ella.

Pasaron la mayor parte del viaje en silencio, aunque no era un silencio incómodo. Cuando llegaron a la su casa, Anahí fue a salir del coche, pero Alfonso se lo impidió.

- ¿Pasa algo? - se volvió hacia él, sonriente.

Alfonso no respondió, simplemente chocó sus labios con los de ella. Anahí abrió los ojos un segundo, sorprendida por el beso, pero poco después los cerró y con un suspiro, entrelazó sus brazos alrededor de su cuello. Alfonso la abrazó como pudo, estrechándola contra su cuerpo y haciendo el beso más profundo. No sabían que les pasaba, pero no podían parar. Pero, cuando Anahí se golpeó con el freno de mano, se separaron.

- Supongo que besarte en el coche así, no era la mejor idea - rio él - ¿estás bien?
- Si - dijo Anahí aturdida, acariciándose la parte en la que se había golpeado - No sé que me pasó para darme así... yo, esto... buenas noches, Poncho.
- Buenas noches, Annie.

Cuando vio como Anahí cerraba la puerta de su casa, volvió a arrancar el coche, poniendo rumbo a la suya. Había besado a Anahí. Había querido hacerlo hace años y por fin lo había conseguido. Y había sido increíble. Si no se hubiese golpeado con el freno de mano... puede que ahora siguiesen besándose, o haciendo algo más... Alfonso rió. Ella se había golpeado porque él la había intentado sentar en su regazo, pero como no quería soltarla, la había abrazado de mala manera y la había terminado golpeando contra eso. Estaba tan nervioso y excitado, que no podía pensar con claridad.

Pasado presenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora