Ciel Phantomhive x Reader

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Estas atada de pies a cabeza sentada en una silla en medio de una sala secreta. Atrapada por Ciel Phantomhive y su Mayordomo Sebastian Michaelis. Has sido descubierta en una estafa hacia Ciel. Serás torturada por este pequeño…toda la noche.

ADVERTENCIA: Se pueden traumar…se recomienda discreción.

-Sebastian, déjanos a solas.-Dijo el pequeño.

-Yes, my lord.-El demonio salió. Ciel se te acercó y sonrió sádicamente.

-¿Así que creías que no me daría cuenta sobre la estafa que me estabas haciendo?-Una lágrima rozó tu mejilla.- ¿Estás llorando? Patética. Yo en tu lugar aceptaría el dolor hasta la muerte.-Escupió al piso.-Empecemos.-Empujó la silla hacia atrás haciéndote caer boca arriba. Ciel se desabrochó el pantalón y se agachó para estar a tu altura; metió su miembro en tu boca.-Sin dientes.-Empujó una y otra vez soltando uno que otro suave gemido.-Así.-Siguió así un largo rato dejándote sin aire.-Trágatelo.-Se corrió. Era dulce y caliente. Se te quedó mirando sonriente y te lo tragaste.-Qué mujer más obscena. –Sonrió.- ¿Quieres más verdad? ¿Te gusta que te castigue, verdad? ¡Sebastian, entra!-El demonio entró a la habitación inexpresivo.

-¿Si, bocchan?-Preguntó obediente.

-Encadénala allí, boca abajo.-Señaló una mesa al otro lado de la habitación. Sebastian te desató de la silla e hizo lo que ordenó Ciel.

-Muy bien, ahora retírate.-El demonio salió. El pequeño te miraba y lentamente se acercó a ti.-La meteré por detrás.-Dijo en tono burlón.

-¡No, espera!-Te empezó a delatar con dos dedos. Dolía. Soltaste un grito cuando agregó otro más. Los sacó y buscó un maletín que estaba apoyado contra la pared. Lo abrió y saco del mismo un…juguetito.-Basta, por favor.-Se volvió a acercar a ti y la metió. Dolía mucho. Gritaste.

-Grita por ayuda.-Dijo el chico moviéndolo aún más rápido haciéndote estremecer. Dolía mucho pero a la vez era placentero. Lo sacó completamente y lo guardo de nuevo en el maletín.-¡Sebastian!-El mayordomo apareció.

-¿Sí, bocchan?-Preguntó.

-Continúa con esto por mí. No tengas piedad.-Dijo.

-¿Y mañana en la mañana?-Preguntó.

-Ya sabes que hacer.-Dijo serio y salió.

-Esto apenas está comenzando.-Dijo el mayordomo desabrochándose los pantalones.

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