Parte 6 - El Destierro (Capítulos 15, 16 y 17)

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XV

Cuando Nick salió de la cabaña de Poseidón, vio a dos chicos grandes y corpulentos molestando a un pequeño de apenas unos diez años, que sujetaba una guitarra con sus manos. Al frente del niño, una criatura mitad hombre y mitad cabra estaba tratando de apaciguar a los otros dos chicos.

-Por favor, no le hagan nada... Él no ha hecho nada malo...

-¡No lo escondas, viejo sátiro! –soltó uno de los chicos más grandes. Llevaba el pelo castaño rapado y una lanza en la mano-. ¡Ese mocoso me robó mi yo-yo de la suerte!

-Él no ha robado nada...

-¡Mentiras! –el chico pateó el suelo y lo hizo temblar-. ¡Lo vi jugar con él con mis propios ojos! ¡Nadie le roba a un hijo de Ares y vive para contarlo!

-Exactamente –dijo el otro, haciendo tronar sus nudillos. Tenía el pelo negro recogido en una vincha-. Al nuevo hay que enseñarle quién manda aquí. Mientras Max no esté... ¡Esos somos nosotros!

Los semidioses empujaron al sátiro a un costado y el niño se estremeció del miedo.

-¡Fermín! –gritó el niño, viendo al sátiro tratando de levantarse, pero de inmediato el chico de la vincha lo inmovilizó.

Nick se quedó de piedra al ver todo aquello. Tuvo ganas de gritar por ayuda, pero no había absolutamente nadie cerca. ¿Dónde rayos estaba Quirón cuando se le necesitaba?

El chico de la lanza se acercó lentamente al pequeño y lo acorraló contra la pared de una cabaña dorada, brillante como el sol.

-Devuelve lo que me robaste, mocoso...

El pequeño buscó desesperadamente en sus bolsillos pero no encontró nada. Miró con impotencia al chico en frente de él y negó con la cabeza, dando a entender que no tenía nada, pero seguía mirándolo con disgusto.

-Sigues negando que lo robaste, ¿eh? Entonces... –posó su mirada en la guitarra-, ¡tal vez si rompo esto, te haga hablar! 

Al escuchar eso, el niño se aferró más a su guitarra, muerto de miedo. El sátiro forcejeaba para zafarse del agarre del chico de la vincha, pero no podía.

Nick ya no podía seguir mirando aquello sin hacer nada. Si él odiaba algo más que las confrontaciones o las peleas, era ver cómo una pandilla de bravucones abusaba de alguien más débil. Él mismo había aguantado suficiente bullying en su vida escolar como para permitirlo. El chico de la lanza ya tenía un pie levantado para aplastar la guitarra cuando Nick gritó con toda su fuerza:

-¡Déjenlos en paz! ¡¿Por qué no se meten con alguien de su talla?!

No obstante, cuando aquellos gorilas voltearon a mirarlo fijamente, a Nick se le bajó la adrenalina y le regresó el sentido común. Se había olvidado completamente de que aquellos bravucones eran semidioses. Y eran hijos de nada más y nada menos que el dios de la guerra... o mejor conocido como el dios de la violencia y los puñetazos que dolían lo suyo.

Al verlo, los hijos de Ares estallaron en carcajadas.

-Escuchaste eso, ¿Bobby? Nos pide buscar a alguien de nuestra talla... -soltó el chico de la lanza-. Y él mismo es uno de nuestra talla.

Nick temblaba como gelatina, pero se mantuvo firme. Aunque quisiera, ya no había vuelta atrás. 

-Así parece, Billy... -dijo el chico de la vincha, con una sonrisa maliciosa-. Bueno, si tanto insiste en recibir golpes en lugar de estos dos... ¡con mucho gusto se los daré!

La Llama del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora