Parte 5 - El Campamento (Capítulos 12, 13 y 14)

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XII

Nick cayó rendido en la cama de la habitación de invitados de la Casa Grande. Pensó que, después de todas las emociones vividas en las últimas horas, al menos podría descansar y tener una buena noche de sueño. 

Por supuesto, se equivocó.

Soñó de nuevo con el campo de hierba. La Colina Mestiza se veía a lo lejos, con el pino de Thalia y la Atenea Partenos en la cima. Sin embargo, el cielo estaba teñido de color rojo sangre, haciendo que el pino y la estatua proyectaran una sombra bastante... macabra.

En eso, sintió que alguien lo cogía de la mano. Volteó  y vio a Stefany a su lado. Por un momento le alivió de verla, pero se sorprendió cuando vio que la otra mano de la niña estaba en llamas; las mismas llamas azules que usó para desaparecer a la mantícora.

Otra cosa que le sorprendió fueron sus ojos. Habían pasado del azul normal al rojo intenso, como si dos pequeñas fogatas hubieran ocupado sus cuencas.

La miró por largo rato hasta que ella habló:

"Deben prepararse..."

Aquella voz no era la de Stefany. Era mucho más adulta, como si hubiera vivido miles de años, pero al mismo tiempo era cálida y reconfortante.

Nick la reconoció. Era la misma voz de su primer sueño. Y la voz de la mujer del museo.

-¿Hestia...? –musitó, y la niña asintió levemente con la cabeza.

Un rayo se dibujó en el cielo carmesí y resonó como el estallido de un cañón, sobresaltando a Nick. En eso, se encontró con una sombra en lo alto de la colina, entre el pino y la estatua. Parecía tener forma humana. Estaba completamente cubierta de negro, excepto por lo que parecía un brazalete dorado que estaba aferrado a una de sus muñecas.

"Esta será su primera prueba..." agregó la diosa, señalando aquella masa humanoide-. "Deben proteger el hogar de los semidioses... y salvar al hijo de la guerra."

Nick sintió la lámpara colgada de su cinturón. La desabrochó y la apuntó a la sombra.

-Lúmino...

La lámpara mandó un halo de luz por toda la colina, y mostró la verdadera forma de aquella cosa.

Era un chico, de aproximadamente unos veinte y tantos años, corpulento como un jugador de fútbol americano. El cabello rubio lo tenía rapado, y su cara y brazos estaban llenos de cicatrices. Tenía una expresión de regodeo, como si hubiera conseguido una gran hazaña.

Su semblante era... intimidante; una mirada fría y sanguinaria a través de sus ojos azules que se clavaba en los de Nick, que sintió la necesidad de irse hacia atrás y correr por su vida.

El chico llevaba un yelmo negro con forma de cabeza de jabalí bajo el brazo, con un penacho rojo en la parte superior. Pero lo que llamó más la atención de Nick fue lo que colgaba en su mano derecha: el brazalete que había visto era parecido a un grillete de oro, que se aferraba a su muñeca, anclado a una cadena dorada que terminaba en una lámpara muy parecida a la suya, pero la de este chico despedía luz roja.

-¿Quién eres? –preguntó Nick, entre confundido y asustado. 

El chico rubio soltó una risa socarrona. Sus ojos se volvieron a clavar en los de Nick, pero ahora despedían una luz casi tan roja y brillante como la de su lámpara.

-Tu peor pesadilla –gruñó, en lo que le apuntaba con su propia lámpara envolviéndolo en luz roja.

En ese momento, Nick despertó. Estaba empapado de sudor y respiraba entrecortadamente, como si hubiera corrido una maratón.

La Llama del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora