× 1 ×

3.7K 213 48
                                    

El sol brillaba, haciendo que la nieve levemente se fuera fundiendo.

Todo en esa pequeña ciudad de los santos era calidez, a pesar de estar una ciudad tan conflictiva y tan peligrosa. Todo se sentía bastante agradable. Era una mañana calmada, suave y silenciosa.

Salvo por una cosa.

- NO HACES NADA EN CASA! TODO EL DIA ES IGUAL. TODO EL DIA LO MISMO!!.- Una mujer lanzaba platos contra una pared mientras gritaba con su marido.

Un niño con el cabello algo largo miraba desde el piso de arriba. Su piel era pálida, sus ojos verdes se veían cansados y sin brillo. Agarraba dos barrotes de la escalera en la parte superior, viendo la pelea. Estaba agachado y sin inmutarse al respecto.

Él empezó a tirarla del pelo y ella se defendió dando patadas y puñetazos.

Cada día era lo mismo. Buscaban cualquier escusa para poder pelearse. Y cuando no podían, lo pagaban con él.

En su piel blanca habían algunas heridas y moratones. Una tirita en su cara de color morado decoraba su dentadura desdentada, ya que le faltaba un diente por un golpe que había recibido. Aún así no lo notaba mucho en falta.

Su vida había sido siempre así. Y al menos cuando iba al colegio se olvidaba un poco de sus problemas. Aunque no era por mucho tiempo ya que ahí también tenía muchos más.

Libros completamente rotos y estropeados por ser re vendidos como 3 veces a tes de llegar a él, materiales bastante pobres, y tampoco es que tuviera muchos amigos ahí. Hablaban a sus espaldas, aunque nunca hicieron nada, la indiferencia y el asco de sus miradas era como un puñal clavado.

Pero definitivamente se sentía mejor que estar en esa horrible casa.

Tenía 14 años, estaba en su plena preadolescencia, y se sentía como un amargado señor de 80 años.

Todo era monótono, apenas tenía un sitio donde llamar suyo, ni si quiera sentía algo especial. Nunca sintió ningún tipo de aprecio a si que no sabía cómo se sentía aquello.

Camino lentamente, dando vueltas, tratando de evitar volver a casa. La verdad quería perder un poco el tiempo antes que eso.

Se apoyó en un pequeño callejón de la calle y empezó a jugar con una pequeña maquinita que le tocó en un menú infantil de un Mc Donald's, estuvo ahí unos minutos hasta que se dio cuenta que había alguien inconsciente al final de ese callejón.

Se acercó y pido ver a un niño más o menos de su edad completamente inconsciente, la nieve se estaba acumulando sobre su cuerpo. Las puntas de sus dedos se estaban tiñendo de azul y su rostro estaba completamente blanco.

Sin pensárselo mucho apartó la nieve de encima. No había comprobado si estaba herido o no, lo que si sabía es que si lo dejaba ahí moriría de hipotermia.

Lo cargó en su espalda y caminó hasta su casa. Ni si quiera sabia por qué estaba siendo bueno con él. Aunque claro, no podía dejarlo morir como un perro.

Simplemente... Lo hizo. Sin pensárselo mucho.

Estando en el lugar del otro, odiaría si alguien no le ayudaría

Sin dar más vueltas a eso, abrió la puerta principal, como siempre sus padres estaban gritando en la cocina.

Subió las escaleras y lo llevo a su habitación. Con cuidado lo tumbó en su cama y le quitó el abrigo rojo que tenía.

Gustabo siempre había tenido una vida muy complicada, desde su niñez había tenido que aprender a hacer las cosas por sí mismo, y a dejar su futuro atrás para centrarse en la pura realidad del presente. Aunque como cualquier niño, no le quitaba sus ganas de soñar. A pesar de eso, poco a poco con el tiempo y según sus circunstancias, iba cambiando.

Aprisionado. [GtavRolplay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora